Verdades
DEMOCRACIA Vs.
“DEDOCRACIA”
Gehard
Cartay Ramírez
Como lo señalé en mi anterior artículo, el “Poder Popular”
del que tanto se ufana el régimen como un logro suyo resulta en la práctica
todo lo contrario.
No hay tal “Poder Popular”, sino un disfraz de falsa participación,
detrás del cual se esconde la tenebrosa figura del Estado Comunal o Comunista,
que –históricamente- siempre ha significado una dictadura o, lo que es lo
mismo, un régimen autoritario y totalitario.
En realidad, resulta
imposible que el actual presidente venezolano pueda impulsar otra cosa distinta
a lo que constituye su modelo, en este caso, la dictadura castrocomunista de
Cuba. Aunque también son de su gusto cualquieras otras tiranías, a juzgar por
su pública y rendida admiración por figuras como los desaparecidos Sadam
Hussein y Mohammar Gadaffi, sin olvidar su simpatía por los sátrapas que aún
gobiernan Siria, Bielorrusia o Zimbawe.
Está más que demostrado que su
admiración por todo este elenco de asesinos y tiranos impresentables refleja,
en el fondo, un deseo de imitación, especialmente por el largo tiempo de sus
mandatos unipersonales, enemigos del relevo y la renovación.
Todo ello conlleva otra
característica psicopática: la necesidad de controlarlo todo personalmente.
Cualquier asunto, grande o pequeño, debe ser decidido por el autócrata, sin
participación de más nadie. Éste, en efecto, considera que sólo él puede acertar
en sus juicios y que los demás simplemente están obligados a obedecer su
autoridad, sin discusión alguna.
Una mentalidad como esta, que desprecia el derecho de
los demás a decidir, está imposibilitada para creer en la participación. Tan
sencillo como eso. No le cabe en su raciocinio personal la posibilidad de
compartir con alguien decisión alguna sobre cualquier asunto.
Por eso resulta un cruel ironía oír hablar al führer de Sabaneta de conceptos como Poder
Popular o Democracia Participativa, opuestos a su manera de pensar y ejercer el
poder, rémora que le viene dada por su mentalidad militar y militarista. Bien
se sabe ya que la filosofía castrense se resume en la ecuación básica de mandar
y obedecer, sin que medien argumentaciones, análisis o discusiones de ninguna
naturaleza.
Tal vez por eso, Simón
Bolívar, que bastante sabía del tema, afirmó varias veces que los militares no debían
ejercer el gobierno, aconsejando siempre cuál era la verdadera naturaleza de
sus funciones: la de defender la integridad territorial de la Patria, sin
entrometerse en los demás asuntos públicos, por aquello de que era
“insoportable el mando militar” en otras cuestiones.
Pero es que, por si fuera poco, los propios los hechos
han demostrado la alergia del jefe único del actual régimen por las decisiones
democráticas. Hagamos un repaso histórico al respecto.
Su primera candidatura presidencial de 1998 fue una
decisión personal suya, pues no tenía partido político alguno que lo eligiera
democráticamente. En esa oportunidad, por cierto, ninguno de los candidatos a
gobernadores chavistas fueron producto de una elección democrática. Fueron
nombrados, como hasta ahora, por el golpista de 1992 devenido en candidato
presidencial.
Desde entonces, y a pesar de que la actual Constitución
obliga a los partidos a seleccionar sus candidatos democráticamente en consulta
abierta, el actual presidente nunca ha cumplido esa norma las varias veces que
ha sido candidato presidencial en las elecciones de 2000, 2006 y 2012.
Tampoco, desde entonces, sus candidatos a
gobernadores, alcaldes, diputados, legisladores y concejales han sido elegidos
democráticamente. Todos han sido impuestos por la “dedocracia” del jefe único
del proceso, en base a la incondicionalidad perruna que le profesen quienes
aspiran tales cargos.
El ejemplo más reciente lo
constituye este proceso de elección de gobernadores del 16 de diciembre y el de
alcaldes, previsto para abril del próximo año. Ninguno de los candidatos chavistas han sido
elegidos democráticamente por las bases del PSUV, ni de otro partido aliado.
Todos han sido impuestos a dedo por el jefe único del régimen.
Pero no sólo eso ha
sucedido. Casi todos son paracaidistas, sin vinculación alguna con los estados
donde han sido lanzados –dicho sea esta vez literalmente- como candidatos a
gobernador. No los conoce nadie, ni conocen a nadie. No conocen sus problemas y
mucho menos sus soluciones. Y algunos hasta abusan de su ignorancia, como el
candidato impuesto por el oficialismo en Táchira, estado que según él… ¡tiene
límites con Brasil!
Ese absurdo proceder del jefe único del régimen
demuestra su absoluto desprecio por los venezolanos de cada estado del país. Le
importa un carajo la opinión de cada uno de ellos sobre la persona que debería
ser su gobernador. Y le importa un carajo, repito, porque a él lo único que le
importa es él mismo y su desmedida ambición de poder y la necesidad patológica
de someter y mandar a los demás.
Como al lector le consta, los candidatos de las
fuerzas democráticas fueron elegidos por los votantes de cada entidad federal,
mediante elecciones abiertas, secretas y universales. Por eso todos son
auténticos representantes de sus regiones, queridos por su gente, conocedores
de sus problemas y soluciones, y comprometidos, por tanto, con el desarrollo y
bienestar de sus pueblos.
¿Poder Popular? ¿Democracia participativa y protagónica?
Nada de eso, amigo lector: “Dedocracia”, pura y simplemente. Por eso, este 16
de diciembre la batalla será entre Democracia y “dedocracia”.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 20 de noviembre de 2012
Twitter@gehardcartay
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