sábado, 15 de junio de 2013

BARINAS: OPCIÓN Y LIDERAZGO

PONENCIA PRESENTADA POR EL DIPUTADO
 GEHARD CARTAY RAMÍREZ
ANTE EL CONGRESO “BARINAS 2000”

(Barinas, 16 de abril de 1986)

La Barinas del futuro nos convoca en esta oportunidad. La cita a que acudimos está motivada por razones de consecuencia y de afecto por la tierra común. Y la ocasión se convierte así en una extraordinaria coyuntura para que los barineses -en el sentido más amplio posible- nos congreguemos a reflexionar sobre lo que hemos sido, somos y seremos.
Pero también nos convoca a esta reunión otra razón aún más poderosa. No se trata ya de hablar en tiempo pasado o presente, sino más bien, en tiempo futuro. Lo que está planteado es de mayor trascendencia: qué podemos hacer por Barinas sus hijos de esta hora y de mañana también. Y algo más: cuál debe ser el proyecto convergente que puede nuclear y unirnos a todos para lograr esa empresa de largo y sostenido aliento histórico. Esta parte tal vez sea la más interesante, y a ella acudirnos sin pretensiones de ninguna clase para aportar nuestra reflexión sobre el tema, de manera clara y sencilla, sin el rigor científico que nos es ajeno y con mayor pasión y emoción por el sueño colectivo, que dominio sobre planes y programas que ya habrá oportunidad de diseñar, una vez concluida la reflexión sobre la Barinas que aspiramos.
Quien les habla es por definición un político a tiempo completo y un barinés que cree firmemente en las posibilidades de su región. Con ese carácter y por tales razones expone estas ideas. Cree, con absoluta honestidad, que por ahora sólo será posible una primera aproximación sobre las líneas maestras de ese gran proyecto para Barinas. Esta sesión no podría ser -por razones de tiempo, fundamentalmente- la oportunidad para formular planes concretos, políticas definidas o programas determinados sobre el futuro de Barinas. Se trata más bien de una ocasión para reflexionar en voz alta sobre el destino de la región, uniendo nuestra opinión a las de los demás ponentes sobre un tema por lo demás singularmente apasionante. Por esto mismo, con la modestia del caso, advertimos que no siendo planificadores ni mucho menos especialistas en la materia sino sencillamente barineses consustanciados con su tierra y sus gentes, las opiniones que siguen tienen algo de torrente en tanto que nos revolotean en la mente desde hace algún tiempo y muchas de ellas -por lo demás- han sido también discutidas y analizadas con otros paisanos comprometidos con Barinas.
Resulta igualmente conveniente agregar que algunas ideas ya han sido expuestas en anteriores ocasiones. Su fuerza y nuestra convicción me obligan a repetirlas y -lo que es más importante todavía- a compartirlas. No tenemos, pues, ninguna pretensión de originalidad en este sentido. Por el contrario, sentimos que en la medida en que sea mayor la convergencia de opiniones sobre los desafíos que ahora discutimos, mayor será también el esfuerzo por traducirlos en hechos tercos y concretos que apunten hacia una perspectiva de ascenso y progreso colectivo.
Por lo demás, el tema propuesto es tan amplio y ambicioso que justifica “la siembra del buen soñar” de que nos hablara Alberto Arvelo Torrealba en Florentino y el Diablo. Justifica, además, el tránsito por los caminos de la utopía, abandonados tantas veces en el pasado por quienes han preferido los atajos de la mediocridad y el inmediatismo, tan caros a aquellos que no sienten vocación por lo trascendente. De esa capacidad de soñar un nuevo horizonte para estas tierras y sus habitantes, saldrá un objetivo que motive e insufle a todos aquellos que son o se sienten barineses. Es hora, entonces, de liberar las viejas amarras de complejos y prejuicios que aún nos sujetan y detienen en las áridas soledades del pesimismo y de la inercia. Insurjamos contra el pesado fardo de esa conducta, asumiendo nuestra responsabilidad actual que no es otra que la de empujar toda esta vasta empresa que nos identifica hacia puerto seguro.
La nota común de toda iniciativa que podamos plantear en esa búsqueda tiene que ser la de la convergencia de esfuerzos y voluntades en un proyecto común. Ya no podemos seguir tolerando que persista lo que nos divide por sobre los que nos une. Converger alrededor de un objetivo mayor, sin diferencias de fondo y con una conciencia clara de los fines perseguidos, constituye, a mi juicio, el más insistente reclamo que ahora se nos formula a los barineses. Y será responsabilidad de esta generación responder cabalmente a esa exigencia que cada día cobra mayor fuerza y vigor colectivos. Ese ha de ser, por lo demás, la característica definitoria del nuevo liderazgo que se proyecta sobre la Barinas del porvenir.

La verdadera vocación de Barinas
El futuro parece reservarle al Estado Barinas una oportunidad excepcional. Sus recursos, abundantes aún, apoyan sólidamente esta posibilidad. Sin embargo, será fundamentalmente el concurso de sus hijos el factor determinante para ganarnos el porvenir. Más allá de sus potencialidades económicas de cualquier índole, Barinas deberá contar con el esfuerzo y la inteligencia de sus recursos humanos, si en verdad queremos potenciar y garantizar su desarrollo presente y futuro. A esta verdad incontrovertible se debe precisamente la celebración del Congreso “Barinas 2000”.
Esa participación de los barineses nacidos aquí o más allá deberá desarrollarse alrededor de objetivos muy bien definidos, ajustados a las perspectivas que ofrece la región y sostenidos en base a prioridades claramente establecidas, en concordancia con el proceso de desarrollo nacional. El desafío barinés, por tanto, al insistir en la concreción de un proyecto regional, también se traduce en un aporte sustancial para el interés de Venezuela como un todo. Así ha sido siempre nuestra presencia en la historia venezolana, y debe continuar siéndolo, en nuestro criterio.
En este orden de ideas, Barinas tiene un papel protagónico que cumplir en el próximo siglo. Debe convertirse, a corto plazo, en el polo fundamental del desarrollo agrícola y pecuario del país. Tal debe ser su contribución a la Venezuela futura. Dos razones justifican esta aseveración.
La primera puede encontrarse en la aguda crisis económica que actualmente vivimos los venezolanos. La caída de los precios de nuestro principal recurso de exportación ha reducido los ingresos fiscales que abundantemente disfrutamos en el pasado reciente. Por si fuere poco, somos un país obligado a autoabastecerse alimentariamente por razones de soberanía y de seguridad nacional. La segunda, perfectamente concatenada con la anterior razón, estriba en que Barinas, hoy por hoy, parece contar con los recursos para enfrentar satisfactoriamente la necesidad de producir alimentos, exigencia —como queda dicho— de primer orden para la Venezuela de los próximos años. Sólo falta, desde luego, la voluntad para concretar tal objetivo y, obviamente, la obtención de los medios y mecanismos indispensables.
Nuestra región, en efecto, es rica en recursos hídricos, forestales, mineros. Posee grandes extensiones de tierras fértiles y mecanizables para un óptimo rendimiento. Podemos entonces, si realmente nos empeñamos en lograrlo, convertirnos en el centro polar del desarrollo agrícola y pecuario del país, cuya capacidad de producción podría, eventualmente, suplir algunos de los rubros quo hoy importamos en materia vegetal o animal. Esta tarea puede cumplirla la región si se ponen a su disposición los medios y recursos que hagan factible la emergencia de una nueva generación de productores agropecuarios en las amplias llanuras barinesas. No se trata, en modo alguno, de una tarea ciclópea ni de poner a producir las arenas de algún desierto.

Opciones y estrategias
Se nos ha pedido una exposición sobre la cuestión económica y sus opciones y estrategias. Está suficientemente diáfana nuestra posición sobre las opciones para el desarrollo barinés. Decimos, pues, que la suya está prioritariamente en la actividad agropecuaria y agroindustrial.
Creemos en una opción superior, alrededor de la cual podamos converger los barineses. Postulamos, en consecuencia, la tesis de que la Región debe perseguir su conversión acelerada como polo del desarrollo agropecuario y agroindustrial de la Venezuela del próximo siglo. Pensamos, además, que la vocación barinesa que definimos como objetivo y opción de la mayor prioridad se corresponde con la concepción total que postulamos igualmente para el desarrollo integral del país. No estamos, por tanto, auspiciando una utopía aislada y distanciada del proyecto global que muchos aspiramos para la Venezuela del futuro. Así como en el pasado reciente otras regiones del país definieron sus opciones fundamentales y obtuvieron financiamiento del Poder Central para promover sus respectivos polos de desarrollo, así mismo los barineses estamos obligados ahora y mañana a perfilar nuestro proyecto regional. Así como Guayana es hoy la sede de la Industria Pesada del país o Zulia y Falcón giran alrededor de la Industria Petrolera; y los Estados centrales nuclean la Industria de Bienes de Producción, así Barinas debe convertirse en la capital del desarrollo agrícola, pecuario y agroindustrial. Sólo de esta manera, por lo demás, el país estaría en condiciones de apuntar hacia una verdadera diversificación de su proceso productivo.
Demás está decir que así como se han aprobado programas de financiamiento para planes de desarrollo regional (recuérdese, por ejemplo, el programa sidero-carbonífero del Zulia o la Corporación Venezolana de Guayana) también podría plantearse igual tratamiento para la opción barinesa. En otras palabras, debería introducirse por ante el Congreso de la República, y con el apoyo político que se requiere para su aprobación, una Ley Programa que garantizara los recursos financieros para poner en marcha ambiciosos programas de vialidad rural, consolidada y permanente, así como planes de saneamiento de nuestras tierras aprovechables, la garantía cierta de mayor seguridad para productores y campesinos, borrando así las diferencias muchas veces artificiales, creadas por politiqueros y demagogos; y, desde luego, la comercialización de los productos y la ampliación de nuestra capacidad de almacenamiento, investigación aplicada y asistencia técnica y crediticia.
La realización de un objetivo como el propuesto permitiría alcanzar paralelamente obras básicas que estimulen nuevas inversiones, aumenten nuestro deprimido mercado de trabajo, fortalezcan el comercio de la región y permitan así mismo logros sustanciales en materia educativa, cultural y sanitaria. Al mismo tiempo, se acentuaría la demanda de mejores servicios por lo cual, necesariamente, deberá tenderse a optimizar su prestación y desarrollo. De esta manera, la población podría alcanzar mejores niveles de vida y de ascenso social, económico y cultural, sin menoscabar, como ahora sucede por la inercia irresponsable o cómplice de quienes han podido impedirlo, sus recursos naturales y sus insospechadas posibilidades.
La agroindustria también se beneficiaría con la opción agropecuaria para Barinas. Sería, en cierto modo, una extensión suya que permitiría el procesamiento de sus productos y crearía simultáneamente posibilidades de ocupación laboral. La industria de la madera, por ejemplo, espera todavía —mientras los depredadores agotan nuestros bosques— un tratamiento capaz de aprovecharla y conservarla al mismo tiempo. Sería deseable que pudiéramos procesar adecuadamente la todavía inmensa variedad y riqueza silvicultural que aún se mantiene, conservando sus especies y repoblando los recursos forestales, vale decir, renovándolos. Esa industria maderera se traduciría en fuente de empleos y estimularía un conjunto de actividades conexas de la mayor importancia. La otra industria es la de la carne. Pensamos que la Barinas del futuro debe desarrollar intensa y sostenidamente esa actividad mediante su modernización y mejoramiento técnicos, a través de una red de frigoríficos y mataderos industriales, con su secuela multiplicadora de insumos y procesamientos de los derivados de producción en cuestión. Y aunque tal vez sea en cierto modo irónico plantear este tema cuando aún tenemos presente la amarga experiencia del Matadero Industrial de Pedraza y la incapacidad local para ponerlo definitivamente en funcionamiento, pienso, sin embargo, que un objetivo de tal naturaleza encontrará —en un futuro ya cercano— un terreno mejor abonado por la constancia y el esfuerzo de las nuevas generaciones barinesas.
Siempre dentro del objetivo mayor propuesto, Barinas también debe afrontar el desafío de domar sus aguas caudalosas y abundantes. Debemos luchar para que la región pueda contar próximamente con un sistema integral de presas de regulación de inundaciones, a objeto de resolver la crisis recurrente de los excedentes de agua, problema de vieja data que ha impedido la incorporación de grandes extensiones de suelos agrícolas a la producción y explotación plenas. Se trata, pues, de una política integral de control de aguas y de saneamiento de tierras, proyectada y ejecutada a mediano plazo y en magnitudes ambiciosas y futuristas. Sus efectos serían, por lo demás, múltiples: al tiempo que controlaríamos los recursos hídricos y los suelos aptos, también podríamos diversificar su uso para fines de riego y hasta de recreación y turismo, como actividades paralelas.

Liderazgo y cambio social
La región ha vivido en estos últimos años un intenso proceso migratorio, pocas veces visto en otras zonas de la geografía nacional.
Barinas presenta en la actualidad una dinámica comunidad humana en pleno proceso de transformación e integración. La configuran los nacidos aquí y también aquellos venidos de otras latitudes en procura de mejores oportunidades. Muchos de ellos han encontrado colocación en la actividad comercial o agropecuaria. A la presencia de numerosas colonias extranjeras, se ha sumado igualmente la laboriosa y tenaz actividad de numerosos contingentes andinos, sobre todo en los Distritos Pedraza y Zamora. La capital ha recibido, así mismo, a jóvenes profesionales que se han incorporado a sus actividades y consustanciado con esta sociedad abierta y generosa que es la barinesa.
La nuestra es, pues, una comunidad en trance de integración que supera con creces a la reducida población de hace apenas unas cuantas décadas. Esta explosión demográfica ha traído consigo la transformación de la Barinas de hoy en una sociedad de mayor movilidad social, cuyo dinamismo y actividad presagian lo que habrá de ser ese polo de desarrollo que venimos avizorando.
Esta etapa de transición que actualmente se opera puede ser modelada a tiempo para que la integración no resulte un proceso traumático y hasta contrario a la manera de ser y a la idiosincrasia del barinés. No está planteado, por supuesto, crear una impermeabilidad social y cultural que conserve a la comunidad de la región dentro de valores y normas tradicionales. Eso, aparte de resultar imposible, significaría una concepción estrecha de nuestro proceso formativo como pueblo. Pero sí debemos poner a buen resguardo la identidad de los barineses con su proyecto regional.
En otras palabras, no debemos soslayar la eventualidad de que la dinámica social que ahora nos sacude termine por conformar una sociedad sin objetivos ni metas y, sobre todo, sin un definido compromiso con su propia posibilidad de ascenso a todos los niveles. Así, de plantearse tan lamentable situación, Barinas concluiría siendo una región sin dolientes ni representantes en la gran empresa de aportar lo que el país requerirá de sus recursos humanos y materiales. Por lo demás, la carencia de un vínculo cierto entre sus gentes y la región podría convertirnos en una comunidad sin conciencia de su unidad y de sus potencialidades.
A propósito de esta última afirmación, creo conveniente hacer otra reflexión sobre el tema. Los barineses —lo digo con sincero sentido autocrítico- hemos sido poco perspicaces a la hora de evaluar objetivamente nuestras potencialidades. Supongo que algo de esto ya habrá sido discutido en la oportunidad en que se analizó la Barinas que fuimos o que ahora somos. Pareciera costarnos un poco descubrir los secretos de esta tierra de promisión. Tal vez la abulia y la indiferencia de nosotros mismos así lo haya determinado. Lo cierto es que no hemos podido generar una mística colectiva que aglutine nuestras mejores voluntades y las reúna en la búsqueda de un objetivo común. Hay todavía mucho individualismo estéril y no pocas mentalidades pequeñas que nada aportan al esfuerzo colectivo que reclama la región. Una cierta mentalidad conservadora, rezago del siglo pasado e inaceptable en este momento, sigue pesando sobre nuestra capacidad de iniciativa e imaginación.
La Barinas del futuro, a nuestro juicio, sólo será una realidad si antes logramos derrotar la mentalidad pesimista y conformista que aún sobrevive en nosotros. Debemos entonces vencer todos esos obstáculos que nos dividen y nos frenan como comunidad organizada. Un pacto entre todos los barineses, más allá de intereses parciales o inmediatistas, nos obliga a suscribir el porvenir que ahora pretendemos atisbar. Sólo así las buenas intenciones podrían fructificar en hechos concretos para construir la Barinas que queremos.
Lo que está planteado, en consecuencia, no es otra cosa que enfrentar el cambio social dentro de una concepción fundada en lo que algunos han llamado la barinidad, término que aspira a definir un sentimiento y una meta comunes, corriendo el riesgo —sin embargo— de ser interpretado como una manifestación de provincianismo localista y excluyente. Pero más allá de la torcida manipulación que pudiera hacerse de tal expresión, existiendo como existe la exacta noción de su significado positivo, la vinculación que comporta como elemento cohesionador tendrá innegable importancia para ese gran proyecto regional de que venimos hablando.
Esa sociedad integrada y dinámica que se forma actualmente sin que algunos aún no parecieran haberse percatado de su trascendencia social e histórica, será el recurso primario por excelencia conque contara la Barinas futura. No nos llamemos, pues, a engaño en este sentido. Esa nueva sociedad que está en proceso de formación desde hace más de treinta años, será la protagonista de los sueños e ilusiones que hoy discutimos. Debe prepararse y tomar conciencia de su propio desafío, y los primeros que estamos llamados a advertirla y liderizarla somos justamente quienes creemos en la realización de un objetivo mayor a concretarse en los próximos años.
Si, como resulta previsible, el cambio social barinés se desarrolla dentro de tal contexto, entonces habrá que elevar el nivel de exigencias de ese liderazgo que intentamos perfilar. Un liderazgo que no sólo pretenda legitimarse en razones “históricas” o sentimentales, sino fundamentalmente en su capacidad real para acometer una empresa como nunca antes lo intentaron los dirigentes anteriores. Hará falta mucha voluntad y decisión para encumbrarse por sobre la decrepitud psicológica, la mediocridad de carácter y la falta de imaginación, taras recurrentes de nuestro devenir nacional y local. La tarea no es sencilla ni modesta. Es más bien compleja y revolucionaria, como todos los grandes procesos de cambio y transformación.
Hagamos ahora una breve definición de la dirección que hasta hoy ha conducido a Barinas. Una primera impresión nos demuestra un agotamiento del liderazgo tradicional barinés. Digamos con objetividad que su ciclo se ha cumplido y los resultados de su gestión pueden arrojar algunos logros y realizaciones. Señalemos, a este respecto, que prácticamente a partir de 1958 se inicia su actuación en el ámbito regional. Dirige —paralelamente al proceso que se vivió en todo el país— una toma de conciencia sobre la necesidad de fortalecer el sistema democrático representativo, con especial referencia a su andamiaje político. A partir de esta perspectiva, ese liderazgo abona el terreno de ciertas realizaciones, sobre todo en el orden de alguna infraestructura física regional, así como en el área de los servicios. Percibe, al propio tiempo, la importancia del factor agrícola y pecuario, aunque sin comprometerse a fondo en un esfuerzo integral. Ha ignorado, o al menos no le ha otorgado la importancia que merece, todo proyecto agroindustrial de largo alcance, al tiempo que poco pudo hacer por atraer inversiones de significación para el desarrollo económico de la región.
Se trata, a nuestro juicio, de una visión de corto alcance sobre las potencialidades del Estado Barinas, sin negarle, desde luego, la rectitud de propósitos o la buena voluntad que haya podido animarlos. Lo más grave de todo ha sido su actitud en ocasiones marginal frente a la conducción del gobierno regional, pues hemos soportado gobernantes que no se han vinculado a nuestra realidad y que han accedido a tales posiciones solamente por su grado de conexión con las altas esferas de decisión del Poder Central. Bien poco puede pedírsele a quienes por no conocer el medio ignoran su diagnóstico y sus opciones para superar los problemas que limitan nuestro crecimiento y desarrollo. En otros Casos, la medianía y la incapacidad, a pesar de tratarse de gobernantes de la región, han producido resultados nada alentadores.
El nuevo liderazgo de la Barinas que aspiramos debe ser radicalmente distinto. Le toca insistir en un proyecto regional a mediano y largo plazo, dándole mayor énfasis al desarrollo integral antes que a la colcha de retazos que implican reivindicaciones y peticiones en cierto modo empíricas y transitorias. El nuevo liderazgo de la Barinas del futuro debe afincar todo su esfuerzo en la tarea de convertirla en el polo primario, repetimos, de la producción agropecuaria y agroindustrial, haciendo coherente con este propósito la ejecución de las obras fundamentales que aún están por construirse en la región. Debe, además, reclamar mayor participación en la toma de decisiones fundamentales a nivel gubernamental, entendiendo, desde luego, que aquella debería estar precedida por una concepción global de lo que se quiere y se propone. Lo contrario, simplemente, sería el ejercicio vanidoso y concupiscente del poder por el poder mismo.
No se trata, de ningún modo, de plantear una tesis localista del liderazgo regional, rezago del caudillismo pre gomecista. Tampoco estaría planteado un propósito sectario por y para los barineses. Eso sería desconocer, como ya lo hemos señalado anteriormente, el proceso de conformación que se ha operado fundamentalmente en las últimas dos décadas dentro de la sociedad barinesa. Cuando decimos que el liderazgo futuro debe dejar de lado los errores del pasado y, por tanto, abandonar el estado marginal a que ha sido sometido muchas veces por su propia inacción y apatía, no estamos postulando que sólo los nativos tienen derecho a participar en la dirección de la Barinas futura. Lo que afirmamos es justamente que todo aquel nacido o residente en la región debe asumir su cuota de responsabilidad en el proyecto que ahora se intenta diseñar. Más aún, poco importaría finalmente si se ha nacido o no en la tierra barinesa, hecho que no necesariamente crea una mística de compromiso con la región. Lo que importa es la pasión y la identidad con el progreso y desarrollo de Barinas.
Lo que estamos diciendo no sólo tiene valor para la región, sino pare la Venezuela total que se nos anuncia. Cada vez más las entidades federales tendrán que adquirir mayor conciencia de su papel protagónico si queremos realmente derrotar la estructura oligárquica de decisión que impera desde Caracas y que tantas injusticias y desigualdades ha creado en este país aún epiléptico en su desarrollo. Venezuela no puede seguir padeciendo ese centralismo enfermizo e indolente que ahora campea de espaldas a la Nación. La Venezuela total que postulamos choca abiertamente con esa mentalidad mezquina y parcial que sitúa al país en la capital de la República, a través de una visión tan torpe como miope. Se trata, por otra parte, del mismo esquema que a nivel local sufren los barineses de Zamora y Arismendi, para citar los dos casos más notorios que ponen de manifiesto la negatividad del efecto multiplicador, en otras escalas, del centralismo asfixiante que nos agobia.
Sólo un nuevo liderazgo colectivo, capaz de superar las trabas de nuestro crecimiento y rectificar errores inveterados y reiterados, podría encabezar el cambio social necesario para la consecución de la Barinas que aspiramos. Un liderazgo que liquide las secuelas del caudillismo  la demagogia y la improvisación que han hecho naufragar tantas iniciativas de valor y buenos propósitos. Un liderazgo abierto, fresco y atento al hecho nacional en su dimensión integral. Un liderazgo que tenga perfecta noción de su compromiso con Barinas y con el país entero, con suficiente capacidad e inteligencia para comprender que entre ambos no existe una dualidad, sino una formidable unidad, armoniosa y plena. Y, sobre todo, un liderazgo con un profundo deseo de trascender por encima de los obstáculos para adelantar la tarea de ganar un porvenir luminoso para Barinas.