lunes, 29 de octubre de 2012

¡A DEFENDER LAS REGIONES!
Gehard Cartay Ramírez
La próxima elección de gobernadores tiene una importancia vital para los venezolanos.
Puede que algunos le otorguen menos trascendencia que a las presidenciales. Sin embargo, seríamos ingenuos si no nos diéramos cuenta de que en tales comicios lo que está en juego es -nada más y nada menos- que la defensa de las regiones, la descentralización y el neo federalismo.
Si a esa gente que le resta importancia a la elección de gobernadores esta advertencia nada le dice, entonces habría que recordarles que lo más próximo a las comunidades son los gobiernos regionales y locales. El presidente de la República continuará allá, en su nicho del Palacio de Miraflores, hablando cada que pueda por televisión, en esa especie de gobierno virtual que todo lo reduce a un estudio televisivo, sin contacto real con el pueblo y sus necesidades.
Las comunidades, sin embargo, seguirán abajo, sin que las atienda el régimen, ocupado como siempre con sus estúpidas aspiraciones “de salvar al mundo”, mientras hunde a los venezolanos. Seguirá, por supuesto, regalando nuestros petrodólares a otros países, intentando comprar un liderazgo internacional para el führer de Sabaneta, mientras los pobres de este país continuarán empobreciéndose aún más, pues sólo así “le sirven a la revolución”, según el inefable ministro Giordani.
Para agravar aún más las cosas, el régimen pretende constituir un supuesto Poder Comunal que nada tiene de tal. Se trata de una copia exacta de los llamados Comités Pro Defensa de la Revolución Cubana, constituidos por comisarios políticos y sapos policiales, con el sólo objetivo de vigilar a los ciudadanos y denunciarlos a las autoridades en caso de que no apoyen al régimen.
(Esta versión cubana se inspiró, a su vez, en un pervertido “Poder Popular” -que nunca ha tenido nada de tal- inventado por el dictador Kim Il Sun, de Corea del Norte, fundador de una monarquía comunista -como la cubana- que desde hace 60 años maneja ese país como una finca personal, donde ahora, por cierto, su nieto ejerce como el nuevo sátrapa. ¡Y hablan del Poder Popular con el mayor cinismo en un país oprimido por otra familia real!)
En el caso de Venezuela, el régimen ha estado ofreciendo el tal Poder Popular -aparte de haberle antepuesto el mismo término a Ministerios y demás cargos, al igual que el castrocomunismo cubano- con unos cuantos caramelos envenenados: promete una relación directa entre el Presidente de la República y los Consejos Comunales que vienen creándose. Así, desde la Presidencia se bajarán los recursos presupuestarios a los tales consejos… siempre que estén cuadrados con el régimen.
La maniobra implica “desbaratar” gobernaciones y alcaldías, como dijo hace tiempo el “sofista” Aristóbulo Istúriz, a quien ya comisionaron para “desbaratar” la gobernación de Anzoátegui, si es que llega a ganarla. Y eso significa, ni más ni menos, acabar con Venezuela como el “Estado Federal descentralizado” que define la Constitución en su Artículo 4, arrebatándole así a los ciudadanos de cada entidad federal y municipal el derecho a elegir su gobernador y sus alcaldes.
Tal es el encargo que tienen los candidatos oficialistas a las gobernaciones. Por eso son, casi todos, paracaidistas sin vinculación con los estados donde van a competir, que no conocen sus comunidades y mucho menos sus problemas. El jefe del régimen los ha nombrado candidatos (a diferencia de los abanderados de las fuerzas democráticas, elegidos por el pueblo) con el mayor desprecio por los habitantes de esas entidades.
Lo peor de todo esto es que ha echado mano de ciertos sujetos de la peor calaña, algunos de ellos criminales y ladrones impresentables, sin faltar los ineptos que, por ejemplo, hemos sufrido en carne propia los barineses desde 1999.
Los que, en mala hora, sean elegidos gobernadores irán de inmediato a Miraflores a entregar sus estados como un trofeo al jefe del régimen, y no me extrañaría que hasta lleguen a renunciar de una vez, abriendo paso al “Estado Comunal” que pondría a esas regiones bajo el dominio directo de aquel y de sus comisarios políticos, al mejor estilo cubano y norcoreano.
No cuesta mucho entonces llegar a la conclusión de que el mal llamado “Poder Popular” es un envoltorio engañoso, detrás del cual esconden un Estado Comunal que no es otra cosa que una dictadura comunista, unipersonal, autocrática y totalitaria, como las que aún existen en Cuba y Corea del Norte. Ni más ni menos, amigo lector.
Y los candidatos oficialistas a gobernadores no son otra cosa que simples Caballos de Troya que cumplirán el ominoso encargo de sepultar al Estado Federal descentralizado que consagra la Carta Fundamental de los venezolanos.
Queda muy claro entonces por qué debemos salir a votar este 16 de diciembre por los candidatos democráticos a las gobernaciones y, en el caso concreto de Barinas, por Julio César Reyes, elegido en las elecciones primarias de febrero pasado por una amplia mayoría de electores, y quien, además, ha demostrado capacidad y visión de futuro como líder emergente de nuestra región.
Porque no se trata sólo de elegirlos gobernadores, sino de darles el mandato de que defiendan la Constitución Nacional y su Estado Federal descentralizado, lo cual no es otra cosa que luchar por los intereses de las regiones, sus presupuestos, sus obras y programas sociales y la atención a sus múltiples necesidades.
¿O es que, despechados por la derrota del pasado siete de octubre, ahora también le vamos a entregar al führer sabaneteño todas las gobernaciones, traicionando así nuestro compromiso de lucha por Venezuela?
Y aquí vale la pena finalizar citando una máxima histórica: “Peor que un crimen, sería una estupidez”.



LA PRENSA de Barinas - martes, 30 de octubre de 2012.

martes, 23 de octubre de 2012


EL CLIENTELISMO COMO ARMA ELECTORAL
Gehard Cartay Ramírez
Entre las varias causas del resultado electoral del pasado siete de octubre figura una principalísima: el clientelismo impuesto por el régimen para garantizarse el apoyo de ciertos sectores.
Tal circunstancia la cité en mi artículo del martes ocho de octubre (Una y otra Venezuela), dos días después de las elecciones. Entonces me referí a una “Venezuela clientelar”, contrapuesta a “otra Venezuela que apuesta por un país moderno, plural y civilizado”. Pero no pude entonces detenerme a profundizar sobre la primera, y eso es lo que intentaré hacer en estas líneas.
Esa Venezuela clientelar la integran millones de ciudadanos que reciben becas, ayudas, servicios o bienes del Estado venezolano (incluyendo promesas de viviendas y otros favores), pagados con recursos de los presupuestos nacionales que financia nuestro petróleo y de los impuestos que pagamos al Seniat, incluyendo el IVA, el más perverso de todos, pues lo cancelan pobres y ricos.
Se trata de una peculiar asignación de recursos absolutamente discrecional por parte del régimen. Miles de millones de bolívares que, a un mismo tiempo, le sirven como un mecanismo vil para presionar, amenazar y torcer la voluntad de muchos de ellos, especialmente en época de elecciones.
Un mecanismo perverso, insisto, no sólo porque no resuelve el problema de la pobreza, sino porque además le sirve a los intereses políticos y electorales del jefe del régimen y su cúpula podrida. Tiene allí varios millones de votos a su favor, aunque buena parte de ellos no lo sean espontáneamente, sino obligados por el miedo a perder esas ayudas, ante las amenazas oficiales de quitárselas si no sufragan a favor del oficialismo.
La anterior afirmación es tan cierta que el propio régimen desconfía de la verdadera intención de esos electores, al montar toda una metodología que le permite, incluso, votar por ellos. Por eso, precisamente, el voto asistido fue una práctica generalizada el siete de octubre, ante la cobardía de muchos testigos y miembros de mesas de las fuerzas democráticas, que estaban obligados por ley a impedirlo.
Como se sabe, el voto asistido sólo lo permite la ley en beneficio del elector y, por tanto, sólo él puede decidir su utilización. Se trata de un mecanismo excepcional, por lo general para personas discapacitadas o en avanzado estado de vejez. A tales efectos, pueden ser asistidos en el acto del sufragio por una persona que ellos escogen libremente, por lo general de su absoluta confianza.
Lamentablemente, y de manera contraria a su carácter de excepción, el régimen apeló a su utilización ilegal en las pasadas elecciones. Por eso mismo, los comisarios políticos del PSUV, lista en mano, presionaban a los favorecidos por esas ayudas y los acompañaban para asegurarse de que, en efecto, votaran por el candidato reeleccionista.
Por supuesto que la cosa no llega hasta allí. Opera también a favor del régimen el explicable temor de la mayoría de esas personas -dependientes de sus políticas clientelares- a perder tales beneficios, así como el de millones de empleados públicos. A ello contribuye también el mito, estimulado por el régimen y por no pocos opositores talibanes, de que el voto no es secreto y que aquél sabe por quien votamos, lo cual es sencillamente imposible. Y todo ello, a fin de cuentas, conduce a muchos a votar a favor del oficialismo, aún en contra de su conciencia.
Estamos, entonces, en un círculo vicioso, pues el régimen presiona a millones de beneficiarios de su política clientelar para que voten a su favor -porque de lo contrario los excluirá- con el cuento chino de que el voto no es secreto.
La debilidad de esos electores temerosos, como bien lo apuntó el padre Luis Ugalde en El Nacional del 18-10-2012, los hace fácil instrumento del chantaje oficialista y, por esto mismo, los mantiene atados a una política clientelar que nunca los sacará de la pobreza, sino todo lo contrario. Ya se sabe que el cerebro económico del régimen, el inefable ministro Giordani, ha dicho que “la revolución necesita de los pobres para mantenerse”. Lo cual explica porqué no hay una verdadera lucha por erradicar la pobreza, sino un denodado esfuerzo por hacerla crecer y, de esta manera, mantener a millones de venezolanos dependiendo del régimen.
Y he aquí que nos enfrentamos entonces a dos consecuencias trágicas, a las cuales hizo referencia el investigador Luis Pedro España en un artículo que títuló Clientelismo (El Nacional, 18-10-2012). Por una parte, la actitud de un contingente de venezolanos a quienes les interesa obtener esas ayudas y favores, sin detenerse a pensar que de la pobreza sólo se sale creando riqueza, a través de empleos estables y bien remunerados, producidos a su vez por la inversión privada, la productividad, la industrialización y el fortalecimiento de la producción agropecuaria. Pero nunca a través de las migajas que el régimen reparte para asegurarse su respaldo político, lo que lamentablemente ahora ocurre. 
Por la otra, la imposibilidad a corto plazo de que el régimen pueda seguir financiando esta costosa operación de clientelismo político. Y es que “la masa no está para bollos”: un endeudamiento que sobrepasa los 120.000 millones de dólares, un déficit financiero de 19%, una explotación petrolera en declive, una política masiva de importación de bienes y alimentos imposible de mantener, unas reservas internacionales mermadas y una devaluación criminal en puertas, impedirán que el régimen pueda continuar con esas prácticas clientelares en un futuro muy próximo.
Conclusión: “pan para hoy, hambre para mañana”, por decirlo con un refrán conocido. Y lo ignominiosamente criminal es que el actual régimen desperdició una oportunidad única en estos 14 años  para sacar a millones de la pobreza, como sucede hoy en Chile, Brasil o Colombia.
Prefirió privilegiar su proyecto perverso de poder vitalicio, en lugar de mejorar la situación de los venezolanos en general y de los pobres en particular.
 LA PRENSA de Barinas - Martes, 23 de octubre de 2012.

lunes, 15 de octubre de 2012

Verdades
LA VICTORIA NO TIENE SUSTITUTO
 Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

Esta frase se le atribuye al general Douglas MacCarthur y hoy más que nunca tiene plena vigencia.
¡Si lo sabremos quienes hemos ganado y perdido elecciones! Porque, ciertamente, una victoria electoral cuesta mucho y una derrota nunca deja de ser dolorosa. Por eso, un triunfo siempre se celebra. Lo que no tiene sentido es “celebrar” una derrota, como en algún momento pareció estar en el ambiente la semana pasada.
Por lo tanto, insisto, en política, como en cualquier otra competencia, ciertamente “la victoria no tiene sustituto”. En consecuencia, la derrota hay que admitirla y asimilarla como tal. Nunca banalizarla. Sacar lecciones de ella para poder triunfar en la siguiente lucha. Aprender de los errores y causas que la originaron y nunca desentenderse de su amarga experiencia.
Porque de la derrota también hay que extraer lecciones para luego convertirla en victoria. Pero se la debe analizar con ánimo autocrítico, buscando a fondo sus causas y haciendo todo cuanto sea posible para que de su análisis surja la estrategia que pueda revertirla en un triunfo.
Esa es una deuda que la MUD tiene con los seis millones y medio de electores que votaron por Capriles y que, en su mayoría, guardan sentimientos encontrados frente al resultado electoral del pasado siete de octubre. Por cierto que, en esta materia, he leído todo tipo de análisis y múltiples teorías, incluso las más descabelladas. Y se me ocurre que tal vez cada una tenga algo de certidumbre, vista dentro de su conjunto analítico.
Porque en esta materia, desde luego, no se puede pecar de simplista. Pretender una única causa sería absurdo. Son varias, sin duda, y en ellas existe un entresijo de razones, algunas de las cuales todavía no podemos conocer por su complejidad.
Me cuento entre quienes creían en las posibilidades de triunfo de Capriles. Cuando sostuve tal opinión, me apoyé siempre en lo que sentía en el ambiente y en los resultados de encuestas serias. Percibía (y percibo) un innegable malestar colectivo frente al régimen y particularmente con respecto a su jefe único, candidato a la reelección, hoy lamentablemente ratificado.
Este descontento no se limita sólo a quienes adversamos el régimen. Va mucho más allá y está presente en amplios sectores populares, incluyendo las bases chavistas. No puede ser de otra manera, desde luego. El país marcha hacia el despeñadero y cada vez con mayor velocidad. Los problemas se han agravado peligrosamente sin que el régimen los solucione, y ello a pesar de que nunca como ahora un gobierno había manejado miles de millones de bolívares, gracias a los cuantiosos ingresos por concepto del petróleo, cuyos precios jamás habían alcanzado niveles tan altos como los de hoy.
En este contexto, la inconformidad es algo lógico y natural. Lo que no resulta lógico ni natural es que la mayoría de los electores, que la sufren, terminen votando a favor de quien es el principal culpable de la catastrófica crisis que vive hoy Venezuela. Por eso, justamente, cabía esperar otros resultados este siete de octubre pasado.
Y de pronto nos sale el CNE anunciando unos escrutinios francamente increíbles. Fue la misma película de procesos anteriores, el mismo guión y el mismo elenco. Luego de un día de fiesta electoral, con millones de electores esperanzados haciendo largas colas, vino la oscuridad de la noche y con ella, la misma espera y su incertidumbre. Y luego el desvanecimiento de la esperanza de un cambio abrió paso a un resultado electoral que no parecía compadecerse con lo que habíamos visto en la campaña electoral, pocos días y horas antes.
Por supuesto que también habíamos comprobado -y denunciado- la falta de escrúpulos de un régimen corrupto y ventajista como pocos, que utilizó todos los dineros de los presupuestos oficiales para financiar su milmillonaria campaña y echó mano a los demás recursos del Estado para favorecer a su candidato reeleccionista.
Tampoco podemos obviar la grotesca actuación del CNE, que no sólo avaló el ventajismo vergonzoso del régimen, sino que además lo auspició al cubrirlo con el manto de la impunidad y del más abyecto celestinaje. Y si esa fue su actitud pública, como todos pudimos darnos cuenta, entonces también hay derecho a suponer cuántas otras tropelías y fraudes todavía ocultos fueron capaces de ejecutar a favor del candidato reeleccionista, su jefe político innegable.
No menos cierto tampoco es que el régimen tiene una poderosa y bien financiada maquinaria electoral y que aún goza de un importante respaldo popular. Nadie puede negarlo. Pero de allí a obtener tan contundente votación, realmente hay razones para dudarlo.
Habría que analizar, por otra parte, las fallas de la campaña electoral de Capriles, que las hubo, qué duda cabe. ¿O alguien puede decir que fue perfecta, a juzgar por sus resultados? Quizá faltó más contundencia en el ataque al candidato oficialista y su nefasto régimen y mayor amplitud puertas adentro, incorporando a todos sin distingos. Tal vez el discurso mostró en algunos casos cierto parecido al del candidato oficialista, lo cual no resultaba conveniente.
También resulta obvio que no le llegó a los sectores más pobres, donde todavía hay un apoyo importante al régimen -que no se pudo neutralizar a pesar de lo alcanzado en este segmento-, y todo ello a pesar del amplio respaldo obtenido por el candidato de las fuerzas democráticas, especialmente entre los jóvenes y las mujeres.
En todo caso, el país parecía ganado para un cambio de presidente y de gobierno. De modo que algo pasó para que no fuera así, y es allí donde hay que detenerse en el análisis. Por supuesto que razones estratégicas aconsejan no bajar la guardia de cara a las elecciones de gobernadores, cuya naturaleza es distinta a las presidenciales. Pero, posteriormente, habrá que hundir el bisturí del análisis autocrítico para revisar lo ocurrido el siete de octubre.
Por ahora, no está demás insistir en que “la victoria no tiene sustituto”, y que en política no aplica el axioma deportivo según el cual “lo importante es competir”. En política, por el contrario, “necesario es vencer”, como también lo advirtió Simón Bolívar en algún momento.

 LA PRENSA de Barinas - Martes, 16 de octubre de 2012

lunes, 8 de octubre de 2012

Verdades
UNA Y OTRA VENEZUELA
 Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

Eso fue lo quedó claro, una vez más, este domingo siete de Octubre.
Hay una Venezuela que inexplicablemente apoya un régimen anacrónico y destructor del país, y otra que apuesta por un país moderno, plural y civilizado. Hay una Venezuela atada a un proyecto autoritario y caudillista, propio de nuestro peor pasado, y otra que viene luchando por incorporar al país a la modernidad plena.
Este domingo se impuso la primera, de acuerdo con los resultados oficiales del CNE. Una mayoría de electores han preferido continuar con lo que ha sido hasta ahora un régimen nefasto desde todo punto de vista, en lugar de haberse decidido por el cambio que requerimos para alcanzar el progreso y el bienestar para todos, algo que nos ha negado sistemáticamente durante largos 14 años el régimen del presidente reelecto el siete de octubre pasado.
Por desgracia, se ha impuesto -una vez más- la Venezuela clientelar, esa que vive de las ubres del Estado venezolano sin reparar el descomunal daño que le viene ocasionando al país del futuro, es decir, a sus propios hijos. Por desgracia, es la misma Venezuela clientelar que no aspira mejorar su calidad de vida en general, sino que se conforma con recibir las migajas que caen de la mesa donde se harta la cúpula corrupta del régimen, mientras destruye nuestro futuro.
Gracias a esa Venezuela absurda, el país continuará hundiéndose en los próximos años. Por eso, hoy nadie, ni siquiera esa Venezuela masoquista que votó por el continuismo, puede tener esperanza alguna en que el régimen reelecto pueda cambiar las cosas para bien de todos. Ya hay señales de que el presidente reelecto no va a rectificar en lo más mínimo, sino que -todo lo contrario- se siente ahora autorizado para continuar su tarea de destrucción nacional.
Por eso, nadie en su sano juicio puede creer seriamente ni siquiera en las promesas de última hora que hizo el candidato reelecto (la de que iba ser un “mejor” presidente y que su régimen sería más “eficiente”, etc., etcétera) para atraerse algunos votos de su periferia electoral. Lo que dijo la noche del domingo, una vez conocidos los resultados, fue el mismo discurso de confrontación y polarización, la misma cháchara violenta y altanera, el mismo aire de exclusión y autoritarismo. Vienen, por lo visto, seis años más de lo mismo, lo cual no significa otra cosa sino que continuaremos rodando por el barranco, tal como sucede desde 1999.
Nadie entonces puede esperar cambios positivos. Quienes apoyaron el continuismo han decidido que nada cambie y que todo siga igual, aunque la mayoría de ellos, a la postre, sean los más perjudicados, al convertirse en “instrumentos ciegos de su propia destrucción”, como lo advirtiera en su momento la palabra profética del Libertador.
Nadie puede esperar que el régimen rectifique. Ya su jefe anunció también que su proyecto cuenta con el aval de las mayorías y que, por tanto, lo profundizará. Y esto es muy grave, porque tampoco nadie podrá acusarlo de haber usurpado la voluntad popular para imponer sus propósitos neo totalitarios y autoritarios.
Lo mismo pasó -guardando las distancias del caso- con Mussolini y Hitler cuando tuvieron apoyo popular. Se sintieron entonces “guapos y apoyados” y, por esto mismo, llevaron a sus países a la destrucción y el odio. Años después, algunos historiadores, si bien no los exoneraron por sus crímenes de lesa humanidad, advirtieron sin embargo que no sólo ellos fueron los culpables, sino también quienes los apoyaron electoralmente.
Algo parecido ocurrió también con Perón en Argentina. Aquel caudillo populista y demagogo tuvo un fuerte respaldo popular y prevalido de ello puso a una Argentina entonces desarrollada y próspera en el camino de la destrucción. Casi setenta años después, los argentinos siguen sumidos en una irreversible crisis, profundizada por su recurrente adicción al populismo y la demagogia de sus líderes mediocres y corruptos.
Venezuela parece haberse embarcado en una aventura similar. Lo digo con pesar, aunque quede a salvo nuestra responsabilidad personal y la de millones de compatriotas que hemos combatido desde el primer momento a este régimen de destrucción nacional. Lamentablemente, ni siquiera podemos decir “allá ellos con su responsabilidad histórica” por lo que respecta quienes reeligieron al actual presidente. Y lo afirmo porque, a fin de cuentas, las consecuencias negativas de su actitud nos van a perjudicar a todos por igual.
Pero no se trata en modo alguno de renunciar a la lucha por una Venezuela mejor. Todo lo contrario. Ahora es cuando debemos renovar nuestro compromiso al respecto, sin pesimismos de ninguna naturaleza, aunque con más realismo y trabajo que antes.
Lo último que podríamos hacer, y no nos lo perdonarían las generaciones futuras, es entregarnos ahora y no combatir por el país que queremos y merecemos. Vamos a seguir en esa lucha, donde todos somos importantes -aunque nadie imprescindible-, donde todos cabemos, no importa la generación a la que se pertenezca, porque esta no es una empresa de ningún sector en particular, sino de todos aquellos que se sientan llamados a adelantarla.

LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de octubre de 2012

lunes, 1 de octubre de 2012

Verdades
¡EL CAMBIO VA!
Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

Nadie mejor que el candidato oficialista pudo explicar con mayor claridad por qué debemos derrotarlo este próximo domingo.
Fue en un discurso suyo en Maturín el pasado viernes. Al reconocer tardíamente -luego de 14 años, ¡nada menos!- los múltiples fracasos de su régimen, y apelando a su acostumbrada soberbia, agregó que nada de eso importaba ahora.
Dijo entonces: “El 7 de octubre no se trata de cualquier cosa lo que está en juego. Puede haber gente nuestra que pudiera estar inconforme por fallas de nuestro Gobierno, que no le arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se le fue el agua, que no conseguí empleo, que no me han dado mi casa. Eso podrá ser cierto en muchos casos y yo asumo la autocrítica (…) y uno de mis compromisos para el próximo período es mayor eficiencia en el gobierno” (El Universal, 29-09-2012).
En tan pocas palabras -cosa curiosa en él-, el Gran Hablador hizo una exacta autopsia de su régimen ya cadáver, pero (“la burra siempre coge pal monte”, dice el refrán popular), con el mayor cinismo y caradurismo ofreció que en los próximos seis años -supuesto negado- su régimen “sí iba a ser eficiente”. ¡Y tiene los riñones de hacer tal promesa cuando en 14 largos años ha presidido una de las gestiones más ineptas, corruptas e ineficientes que conozca la historia venezolana!
Lo que vino después fue la apoteosis de su vanidad personal y su egolatría enfermiza. Fue cuando insistió en que hay muchos problemas no resueltos por su régimen, algo que hace años sabemos los venezolanos, pero que eso, en su opinión,  “no tenía importancia”. Lo importante, agregó, son los comicios del siete de octubre, y frente a estos “no está en juego si asfaltaron o no la calle, si me han dado la casa o no, o si peleamos o estoy bravo con los dirigentes regionales. ¡No! Lo que está en juego es mucho más que eso, camaradas: Nos estamos jugando la vida de la patria”.
Y aquí fue cuando su paranoia explotó. Porque si él se cree “el corazón de la patria”, según la cursilería de su principal consigna electoral, entonces él mismo es “la patria”…  y los demás al carajo.
Al carajo los inmensos y numerosos problemas de los venezolanos, porque lo único importante es el candidato reeleccionista.
Al carajo los 200.000 venezolanos asesinados desde que asumió el poder.
Al carajo los millones de venezolanos que se acuestan sin comer.
Al carajo los millones de desempleados a lo largo y ancho del país.
Al carajo los millones de venezolanos que viven en la pobreza creciente.
Al carajo los millones de compatriotas que no tiene vivienda.
Al carajo los millones de venezolanos que carecen de servicios eficientes de salud.
Al carajo los millones de venezolanos que sufren los apagones frecuentes.
Al carajo los millones de compatriotas que carecen de servicios públicos eficientes.
Al carajo los millones de venezolanos que viven cada vez peor.
Al carajo todo el mundo… menos él, que se cree el imprescindible, el único que puede ser presidente, el ungido para estar en el poder hasta que se muera, mientras destruye a Venezuela, sin importarle más nadie sino su criminal ambición de poder.
¿Quién, en su sano juicio y pensando en el país, podría votar por un energúmeno como este?
¿Quién, que esté en sus cabales y le duela Venezuela, podría reelegir a alguien como este sujeto, que luego de 14 años desaprovechó una oportunidad histórica, dilapidó miles de millones de nuestros petrodólares y ha destruido al país en todo sentido?
 ¿Quién, que no esté obnubilado por el fanatismo o la estupidez, podría llegar al colmo del masoquismo para votar otra vez por alguien que ha tenido ya demasiado tiempo en el poder y todos los recursos para resolver nuestros problemas, y, sin embargo, ha hecho precisamente todo lo contrario?
¿Quién, en verdad, que no esté cegado por la idiotez, podría ser tan pendejo para creer en las promesas refritas de alguien que como el candidato oficialista va a cumplir 14 años en la presidencia, y no ha resuelto uno sólo de los problemas del país, creado nuevos problemas y agravado todos los que consiguió en 1999?
Habrá gente, por supuesto, que todavía le creerá sus mentiras al führer de Sabaneta, sobre todo su cúpula podrida caraqueña y en estados y municipios. Habrá gente que cuida sus intereses económicos, quienes han aprovechado este régimen para enriquecerse. Y habrá gente ingenua y candorosa todavía que no se han quitado la venda de los ojos.
Pero la gran mayoría de los venezolanos quiere cambio y está dispuesta este domingo a votar por Henrique Capriles Radonski para lograrlo. Las multitudinarias concentraciones en su apoyo, realizadas en todo el país, pero especialmente las de Barinas y Caracas, son evidencia irrebatible al respecto.
Son millones de venezolanos que quieren a su país, millones de jóvenes esperanzados, millones de mujeres que aspiran una Venezuela mejor, millones de trabajadores y campesinos que desean superar su nivel de calidad de vida actual y salir de la crisis que sufren, millones de compatriotas que piensan y creen en un país de oportunidades y de progreso.
¡Por eso, el cambio va! Que nadie lo dude. Esta Venezuela de futuro se ha levantado ya definitivamente y nadie la podrá detener el próximo domingo siete de octubre cuando una aplastante mayoría elegirá a Capriles Radonski para transitar el camino del progreso y la paz para todos.
¡El cambio va! Que nadie lo dude.
La siembra del odio
El reiterado discurso del odio y la violencia que ha sembrado el actual régimen y su jefe único produjo dos muertes más este sábado anterior en Barinitas: Jaison Valero, hijo de nuestro amigo Ramón Chucho Valero, valioso luchador social, y de Omar Barazarte, en un acto de barbarie inaceptable.
Ambos crímenes no pueden quedar impunes. Y si el régimen cree que puede amilanar a este pueblo con violencia y terror tendrá su respuesta este próximo domingo, cuando lo derrotaremos por amplia mayoría. Será una forma de honrar la memoria de los caídos en Barinitas y en el país desde hace 14 años, a manos de la violencia oficialista.


LA PRENSA de Barinas - martes. 02 de octubre de 2012.