domingo, 15 de enero de 2017

LA CONSTITUCIÓN Y LOS MILITARES



LA CONSTITUCIÓN Y LOS MILITARES
                           Gehard Cartay Ramírez                                  
No se justifica la reacción destemplada de la cúpula militar frente al correcto planteamiento del nuevo presidente de la Asamblea Nacional instándolos a cumplir sus deberes constitucionales.
Entre otras cosas, porque esa es una exigencia nacional a estas alturas. Y nadie les está pidiendo que den un golpe de Estado, como el de Chávez y sus golpistas en 1992. En absoluto: lo que se les reclama es que garanticen el cumplimiento de la Constitución, violada todos los días desde el mismo momento en que la aprobaron en 2000.
Porque, además -por si no se han dado cuenta-, aquí nadie quiere continuar bajo un régimen militarista. Esa experiencia siempre ha sido nefasta y hay que desterrarla por completo, como sucede en todo país moderno y civilizado, donde los militares se mantienen en los cuarteles, alejados del partidismo político.
Cuando se le exige a la Fuerza Armada Nacional (FAN) que garantice la vigencia de la Carta Magna, ella misma debe comenzar cumpliendo con el artículo 328, que la regula como institución castrense, y que su cúpula viola a cada rato. La Constitución le ordena ser “una institución esencialmente profesional, sin militancia política”, que “en el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Más claro no canta un gallo. Entonces, sobra eso de “Chávez vive” o lo de “patria socialista”. Comiencen, pues, por cumplir el artículo 328.
Desde luego que por estas mismas razones -por estar “al servicio exclusivo de la Nación”- la FAN debería exigirle al régimen que cumpla también con la Constitución y las leyes, respete el Estado de Derecho, garantice la comida y la paz de los venezolanos, deje de violar los derechos humanos, libere a los presos políticos y no impida la celebración de elecciones. ¿Es mucho pedir? Por supuesto que no: todo eso está en las normas constitucionales, especialmente en el artículo 2 que define a Venezuela “como un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”, que obviamente ahora no lo es.
Hay que recordarle a la cúpula militar de hoy que desde 1958 hasta 1998 las FAN fueron -por expreso mandato de la Constitución de 1961- “apolíticas, no deliberantes y sometidas al poder civil”. Se les inculcó entonces una profunda raigambre constitucional y se las mantuvo alejadas del debate político-partidista. Se respetó -en lo posible- la meritocracia en materia de ascensos, revisados por el Senado, antes de ser aprobados por el Presidente de la República. Y se actualizó entonces a la alta oficialidad en temas de interés nacional, a través del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional durante el gobierno del presidente Rafael Caldera.
Entre 1958 y 1999 las FAN como institución tuvieron un comportamiento institucional, con apego a las normas constitucionales. En su momento, respaldaron la democracia republicana frente la subversión guerrillera de la extrema izquierda, patrocinada por el dictador cubano Fidel Castro, y la derrotaron militarmente.
La llegada al poder del actual régimen en 1999 cambió intempestivamente el papel de las FAN. No hay que olvidar, por cierto, que luego de la derrota de las guerrillas en los años sesenta, continuó la infiltración marxista de los cuadros medios de la institución armada (Véase mi libro Los orígenes ocultos del chavismo, Editorial Libros Marcados, 2006). Después siguieron la preparación sigilosa de una logia militar conspiradora y las intentonas golpistas de febrero y noviembre de 1992.
Estos lamentables hechos y la gigantesca crisis nacional creada por el actual desgobierno convierten a la institución militar en un factor decisivo en el desenlace de la actual situación. De allí que los venezolanos le reclamen a la Fuerza Armada Nacional que actúe en función de los principios constitucionales y sea garante efectivo de la institucionalidad democrática, y no el soporte armado de un proyecto político que ha destruido las instituciones, dividido al país y sembrado el odio, aparte de conducirnos a la más severa crisis económica que este país haya podido sufrir nunca antes.
La resolución de la presente crisis de gobernabilidad debe ser democrática e institucional. Está en la voluntad del pueblo decidir si este nefasto proceso chavomadurista continúa destruyendo al país o si le damos un parao a la tragedia que sufrimos hoy, mediante una salida democrática y electoral a tales efectos.  
 Y cualquiera que sea la decisión de la inmensa mayoría será de obligatorio cumplimiento para todos, y la Fuerza Armada Nacional tiene que ser su garante, pues ella es el custodio de las armas propiedad del pueblo venezolano y del monopolio de la violencia.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 10 de enero de 2017.