lunes, 1 de agosto de 2016

BOVES, CARUJO Y PÉREZ JIMÉNEZ



BOVES, CARUJO Y PÉREZ JIMÉNEZ

(El verdadero “árbol de las tres raíces”)

Gehard Cartay Ramírez

Buscando un supuesto piso ideológico para justificar su fracasada intentona golpista del 4 de febrero de 1992, la logia militar del MBR-200 apeló al llamado “árbol de las tres raíces”, pretendidamente integrado por el pensamiento de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez.
Esto no es más que una simple superchería, es decir, una treta, una trampa. No hay, en verdad, absolutamente ningún pensamiento de Bolívar que se corresponda con esto que sus inventores llaman “la revolución bolivariana”. Todo lo contrario. Se diría que tal proceso está colocado absolutamente de espaldas a los idearios del Libertador y a sus principios fundamentales: la democracia como instrumento de convivencia y de orden; respeto a los tres poderes públicos; condena de la tiranía; primacía del poder civil sobre el militarismo; eliminación del caudillismo autoritario, son -entre muchas otras- sus ideas fundamentales. Basta, a este respecto, estudiar los documentos, proclamas, discursos y cartas de Simón Bolívar para seguir el curso de su auténtico ideario.
Por lo que se refiere a Zamora habría que preguntarse si existe algún compendio de sus ideas, pues nunca escribió nada orgánico y se distinguió fundamentalmente como brillante guerrero y estratega. Apenas algunas breves proclamas y uno que otro parte de guerra figuran como obras suyas. Pero, realmente, el caudillo federal no nos dejó plasmada coherentemente su forma de pensar y sus ideas de gobierno, salvo algunas consignas (Tierra y hombres libres; Horror a la oligarquía, etc.), producto de la determinante influencia que ejerció sobre él la prédica del jefe liberal Antonio Leocadio Guzmán. Han sido otros, autoproclamados posteriormente como sus exégetas, quienes vienen construyendo una especie de versión libre del “pensamiento zamorano”. En esta materia -y en la primera mitad del siglo pasado- algunos intelectuales marxistas y otros vinculados a AD, hicieron un porfiado intento por presentarnos un Ezequiel Zamora a la medida de sus programas ideológicos, interpolando audazmente algunas banderas de la revolución agraria mejicana de principios de 1900, todo lo cual devino en un auténtico menestrón ideológico. Pero las fuentes directas de su pensamiento, sin embargo, no existen, al contrario de Bolívar y Rodríguez.
En cuanto a Simón Rodríguez, el maestro del Libertador, sus escritos sí reflejan a fondo su filosofía y sus ideas educativas, políticas y sociales. Sin embargo, lo fundamental en Rodríguez es un consistente discurso porque América consiga el camino de la originalidad en sus instituciones, sus gobiernos y sus políticas, es decir, la búsqueda de soluciones propias y no copiadas de esquemas foráneos, ni siquiera ancladas a una mentalidad particular, Bolívar en este caso, por ejemplo. Pero la obra escrita de Simón Rodríguez se refiere particularmente al aspecto educativo, al cual dedicó la mayor parte de su vida trashumante por Europa, Asia y América. Muy poco de sus ideas, en consecuencia, pueden encontrarse en esa mezcla indigerida que nadie conoce y que llaman “el árbol de las tres raíces”.
Pienso que el entreverado “ideológico” del régimen debería sustentarse en otras concepciones sostenidas -en diversas épocas, pero con un mismo hilo conductor- por personajes históricos como José Tomás Boves, Pedro Carujo y Marcos Pérez Jiménez, por ejemplo. Los tres están estrechamente imbricados por sus actuaciones, profundamente influidas por el resentimiento social y la demagogia atávica y primitiva, el militarismo caudillista y anticivil y la utilización de las Fuerzas Armadas como partido político y sostén básico del gobierno, respectivamente. Este es, en verdad, el auténtico “árbol de las tres raíces”, y no el que ellos dicen que les “inspiraron” Bolívar, Zamora y Rodríguez.
El actual gobierno -como ya lo hemos anotado en oportunidades anteriores- se caracteriza primordialmente por su carácter anacrónico y obsoleto (algo muy propio del fascismo), su antihistoricismo y su confusión de espacio y tiempo con relación a Venezuela y el mundo. Y allí encajan, como anillo al dedo, las visiones retrógradas y reaccionarias de Boves, Carujo y Pérez Jiménez.
 Boves (1782-1814), como bien se sabe, ha sido uno de los más funestos personajes de la historia venezolana. Siendo español logró, sin embargo, liderizar inicialmente a los llaneros en apoyo de los realistas. Basó su acción militar y política en la explotación de los resentimientos sociales acumulados por años y en una demagogia inescrupulosa que ofrecía a sus soldados el pillaje, el saqueo y la lujuria por todo botín. No dejó, desde luego, un compendio de sus ideas, pero todos los historiadores -sin excepción- lo condenan como una figura que representó una rémora en nuestra historia como nación.
Le sigue el inefable Pedro Carujo (1801-1836). Al contrario de Boves, este personaje recibió una esmerada educación. Luchó en la guerra de Independencia al lado de la causa patriota. Pero en 1828 -y a pesar de contar con su protección y apoyo- participa en un intento de asesinato contra el Libertador. Desde entonces fue un conspirador incansable -lo que llamarían ahora un golpista- y en 1835 intentó derrocar al presidente civil José María Vargas, al frente de un grupo de militares ambiciosos y resentidos. De allí que su significación histórica esté atada a su militarismo fanático y a su desprecio por los civiles; a creer que el país debía ser gobernado exclusivamente por los jefes militares que lucharon contra España, con total prescindencia de los demás sectores.
Finalmente está la influencia de Pérez Jiménez, la figura más conocida por su cercanía histórica. La devoción que el actual oficialismo le profesa ha sido reconocida públicamente, lo que me ahorra mayores comentarios. En todo caso, su aporte al verdadero “árbol de las tres raíces”, tal vez sea el más significativo: convertir a la Fuerza Armada en un partido político y en el sostén básico del gobierno, con ausencia casi absoluta de los civiles y total de los auténticos partidos políticos. Aquí la coincidencia con los actuales gobernantes es absoluta, precisamente porque estos copian al carbón la gestión de Pérez Jiménez. Sólo faltaría saber si el actual régimen logra este objetivo, tal como lo consiguió -en su momento- el militar tachirense.
Boves, Carujo y Pérez Jiménez: he allí el verdadero “árbol de las tres raíces”.

LA PRENSA de Barinas (Venezuela) / 16-01-2001