LOS MIL CALABOZOS DE
MADURO
Gehard Cartay
Ramírez
Fiel a
su naturaleza autoritaria, Maduro amenazó hace poco con “mil calabozos
nuevecitos” a los opositores “que se pongan cómicos” (¿?) el seis de diciembre.
A
pesar de su tono cantinflérico, se trata de una amenaza que retrata al régimen
en toda su dimensión y que revela, una vez más, su desesperación ante una
derrota a todas luces inminente. Lo grave es que implica también una
combinación sumamente peligrosa: represión y judicialización contra el
adversario que le está ganando las elecciones parlamentarias, junto a la
siembra de temor entre los electores opositores intentando convertirlos en
abstencionistas, sin descartar la tentación siempre presente del fraude como
último recurso para evitar el seguro descalabro oficialista el seis de
diciembre.
Vengo insistiendo al respecto desde este
espacio de opinión. Pienso que la MUD debe prepararse para enfrentar cualquiera
de las maniobras que pueda intentar el régimen frente a la indudable derrota
que le espera, si se cuentan bien los votos y se evita cualquier tentativa
fraudulenta. Porque, a estas alturas, resulta demasiado obvio que la única
manera como podría ganar esta elección sería mediante un fraude, porque votos
mayoritarios no tiene.
Justamente
por eso, la oposición democrática (MUD) no puede dormirse en los laureles. No
puede solazarse ante lo que parece una victoria cantada. Tiene que asegurarla,
impidiendo que se la desconozca y haciendo respetar la voluntad mayoritaria de
cambio que hoy inspira a los venezolanos.
En
este sentido, no está de más recordarles en primer término a los candidatos a
diputados por la MUD que esta es una elección local. Esa circunstancia hace más
difícil un fraude, porque tendría que haber tantos chanchullos como circuitos y
listas a elegirse. Por lo tanto, cada uno de esos candidatos tiene que
disponerse directa y personalmente a defender su elección, lo que supone
acreditar sus testigos de mesa, movilizar a sus votantes y una especial
voluntad para garantizar que no le sean escamoteados los votos.
En cuanto a esto último, no hay que olvidar tampoco
que los escrutinios son públicos, una disposición legal que algunas veces se
viola para mantener alejada a la gente que quiere presenciarlos. Ha sido una
práctica generalizada de algunos funcionarios del CNE y del Plan República
pretender que los escrutinios son una función casi secreta de las mesas
electorales, alegando razones de orden público. En el fondo, lo que se pretende
es que la gente no vaya en ese momento a tan importante acto electoral.
Lo
segundo que deben recordar los candidatos opositores es que tienen dos obligaciones
fundamentales: ganar y cobrar. Porque no basta ganar. Hay que ganar, sí, pero
debe honrarse esa victoria que el pueblo otorga haciendo posible su
reconocimiento por encima de todo. No hay nada más cobarde que ganar una
elección y dejarse arrebatar el triunfo. El candidato que permite tal crimen se
irrespeta a sí mismo y, lo que resulta peor, irrespeta la confianza que
depositaron en él sus electores. Está obligado, junto a estos, a hacer valer su
triunfo, en caso de obtenerlo efectivamente.
La historia recuerda algunos casos de
candidatos que ganaron y no cobraron. Y una victoria que no se haga respetar
constituye una deslealtad con el pueblo que la hizo posible. Quien permite tal desconocimiento
a la voluntad popular es indigno de volver a ser candidato y de pedirle otra
vez la confianza a la gente.
Para
ganar y cobrar los candidatos opositores no pueden bajar la guardia, ni dejarse
atemorizar por las amenazas permanentes del régimen. No pueden asustarse con la
jaquetonería madurista de que ellos van “a ganar como sea” las elecciones del
seis de diciembre próximo.
Tampoco
pueden asustarse con el cuento de que si la oposición gana, el régimen va “a
sacar el pueblo a la calle”. Aquí, como es obvio, el que gana es el que tiene
al pueblo a su lado. Lo otro es que el oficialismo apele a sus bandas armadas,
pero eso sería “soltar los demonios”, con imprevisibles consecuencias. Y ellos
lo saben.
Menos
aún pueden temerle a “los mil calabozos” de Maduro, la última treta para
asustar a los candidatos opositores. Por aquello de que “el que no la debe no
la teme”, esa amenaza resulta inaceptable, ya que es obligante para cualquier
candidato defender su victoria, si esta le ha sido otorgada por la voluntad
popular.
Ganar
y cobrar es obligación de todo candidato y debe honrar ambas circunstancias.
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 27 de octubre de 2015.