LA
DICTADURA EN SU LABERINTO
Gehard
Cartay Ramírez
Son muy
pocas las alternativas que tiene la dictadura venezolana para salir airosa de
la crisis que ella misma ha creado en 18 años de desgobierno.
Por
primera vez, el régimen de Maduro está acorralado por casi todas partes. Tanto,
que lo único que lo sostiene es el alto mando militar. Ya no tiene pueblo que
lo apoye y son evidentes las fisuras surgidas entre algunos de sus dirigentes,
para no hablar del inconformismo inocultable de sus menguadas bases populares,
que también sufren la terrible crisis que atormenta a los venezolanos.
Lo más
importante de todo es que su cúpula podrida sabe que la inmensa mayoría del
pueblo quiere su salida del poder. Hay una arrechera
generalizada contra Maduro y su claque y ya no existe ningún lugar, a lo largo
y ancho de Venezuela, donde la gente no esté harta de su incapacidad,
corrupción e insensibilidad. El país se hunde por todos lados, mientras el
autócrata hace chistes malos y repite sus barbaridades ya antológicas, para
disimular su difícil situación.
Resulta
evidente que la mayoría de los venezolanos quiere que se vayan. Lo demuestra la
incesante movilización que en todas partes viene registrándose para evidenciar
una protesta popular y pacífica, cada vez más multitudinaria, frente a la cual
el régimen no tiene otra respuesta que la represión indiscriminada.
(Ya se sabe, por cierto, que esa es la respuesta de
toda dictadura agónica. En nuestro caso, la represión contra el derecho
constitucional a manifestar se ejerce como nunca antes se había visto, al
utilizar armas de guerra y gases tóxicos, prohibidos por la Constitución
Nacional y los organismos internacionales de derechos humanos, al considerarlos
crímenes de lesa humanidad. Si esos represores creen que nunca serán
condenados, tendrán que cavar cuevas en el desierto del Sahara para esconderse.
Lo que no podrán, desde luego, es evitarles a sus hijos y nietos la vergüenza
de que sus antecesores dispararan y reprimieran a unos compatriotas indefensos que
sólo luchaban por la libertad y la democracia.)
Si tal es
la insostenible situación de la dictadura, quienes se le oponen y luchan contra
ella no pueden darle respiro ni descanso. Ninguno de sus adversarios puede
contentarse con victorias pírricas y volver a cometer el error -en que varias
veces se ha incurrido- de permitirle recuperarse creyéndole sus ofertas
engañosas.
Como la
que este domingo, por cierto, asomó Maduro al “ofrecer” elecciones regionales
para “darle una pela a la oposición” (¡!). Al respecto, no se puede olvidar que
las exigencias de esta lucha no son sólo electorales, sino que van más allá:
sacar a Venezuela del tremedal en que la ha hundido el chavomadurismo, lo cual
sólo es posible mediante su salida del poder; el reestablecimiento de las
instituciones democráticas y la independencia entre los Poderes Públicos; el
respeto a la Asamblea Nacional, como expresión soberana de la voluntad popular;
libertad para los presos políticos, nombramiento de nuevos TSJ y CNE y -como
no- convocatoria a elecciones generales, tanto nacionales como regionales.
Lo que no
podemos aceptar es el “caramelo envenenado” de unas simples elecciones
regionales. Porque ese no es el problema, ni el anhelo de la gran mayoría de
los venezolanos. El problema no es cambiar gobernadores o alcaldes. No. El
objetivo esencial de esta lucha es cambiar al régimen por la vía constitucional
y democrática, por supuesto.
Hay que rechazar el gradualismo en cuanto a estas
exigencias. Tienen que ser planteadas todas en conjunto, y no por partes. Y
esto no es un radicalismo estúpido o algo parecido. Es, por el contrario, lo
que aconseja la experiencia frente al chavomadurismo.
¿O habrá que recordar que cuando Ledezma ganó la
Alcaldía Metropolitana de Caracas lo primero que hicieron fue despojarlo de la
sede y sus recursos, y crear inmediata e ilegalmente una “jefatura de gobierno”
paralela, sin olvidar que hoy lo tienen preso? ¿O que a cada gobernador electo
por la oposición le nombraron un supuesto “protector” que maneja los recursos que
se le niegan a aquellos? ¿O, más recientemente, el caso de la Asamblea Nacional
electa abrumadoramente por los venezolanos en diciembre de 2015, cuando la
oposición democrática obtuvo las dos terceras partes, todo lo cual no impidió
que el régimen la desconociera desde el principio, a través de su inconstitucional
TSJ, y hasta intentaran disolverla hace poco, como bien se sabe?
La
insurrección civil en marcha está por encima de las pequeñas apetencias de
algunos; y, si se viene dando con tanta fuerza, es para torcer el rumbo de esta
Venezuela arruinada y reconvertirla en el país de progreso que todos queremos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 11 de abril de 2017