EL CENTENARIO DE
CALDERA
Gehard
Cartay Ramírez
El
próximo 24 de enero se cumple el centenario del natalicio de Rafael Caldera, un
venezolano -dicho sea con todas sus letras- excepcional, como pocos en nuestra
historia.
La
suya fue una figura polifacética: estadista, político, jurista, sociólogo,
laboralista, profesor universitario, académico, poliglota, escritor,
constitucionalista y parlamentario, fueron algunas de sus múltiples actividades.
En todas y cada una de ellas se destacó de manera brillante.
Sin embargo, su dimensión
más conocida ha sido la de líder político y estadista. Ya habrá tiempo para que
los historiadores futuros destaquen los otros campos donde también trascendió y
brilló el intelecto, la voluntad y el carácter de Caldera. Ya llegará también
el momento en que la historia lo juzgue en la distancia del tiempo, más allá de
apasionamientos y enconos.
Por
supuesto que la brevedad de un artículo de opinión impide analizar a
profundidad cada uno de los lados del inmenso poliedro que constituye su legado.
Destaquemos entonces, por ahora, al líder político, estadista y pacificador que
fue Caldera desde 1936 hasta 1999, cuando entregó su segunda presidencia,
obtenida, al igual que la primera, en libérrimos comicios populares.
Como fundador del
Partido Social Cristiano Copei en enero de 1946, Caldera introdujo en nuestro
país el pensamiento demócrata cristiano, al tiempo que liderizó un formidable
instrumento de lucha popular y política. Pero no sólo eso: convirtió a su
partido en una moderna organización de masas y en una de las columnas que
sostuvieron el sistema democrático entre 1958 y 1998.
Su primer período como presidente de la
República (1969 -1974) es uno de los mejores en la historia venezolana -si no
el mejor- pues su obra fue realmente admirable. Por una parte, pacificó el
país, luego de la lucha guerrillera castrocomunista, mediante una audaz
política de convencimiento de los guerrilleros derrotados que terminó
incorporándolos -a casi todos- a la vida democrática e institucional. Por la
otra, aquél fue un gobierno progresista y honesto, con trascendentes logros en
materia de obras públicas, en la economía y en lo social.
Su
segunda gestión (1994-1999) también tuvo importantes resultados, especialmente
su firme decisión de haber mantenido una política de paz, convivencia y
estabilidad institucional, luego de las secuelas del Caracazo en 1989 y de los violentos golpes de Estado de 1992. Con
la nueva elección de Caldera, la institución presidencial recuperó autoridad y
prestigio. No se repitieron intentonas golpistas y se restauró la unidad de las
Fuerzas Armadas Nacionales. No hubo desordenes violentos, ni muertos o heridos
en manifestaciones públicas, ni violaciones a los derechos humanos, como lo
confirmaron organismos internacionales especializados.
Las instituciones democráticas recuperaron
su normal desenvolvimiento. Hubo también, al igual que en su primera gestión,
paz social y paz laboral, a pesar de que al final de su gobierno se produjo una
gravísima caída de los precios del petróleo. Y contra lo que muchos pensaron,
Caldera terminó su período presidencial y entregó el poder a quien una mayoría
de venezolanos eligió para sucederlo en diciembre de 1998.
Por cierto que su decisión de haber sobreseído
a los golpistas de 1992 ha sido considerada por algunos como un error
inexcusable, que trajo como consecuencia automática la llegada al poder del
régimen que hoy padecemos. A mi juicio, constituye una equivocación atribuirle
a esa medida la posterior elección de teniente coronel Hugo Chávez Frías en
diciembre de 1998. Se olvida que aquella decisión de 1994 tuvo un importante apoyo
en la opinión pública y respondió al planteamiento mayoritario de los líderes
opositores y los principales candidatos presidenciales en 1993.
Pero
no fue, insisto, la causa básica para que el militar golpista ganara las elecciones
de 1998, pues su aceptación electoral -luego de su sobreseimiento- fue
insignificante. Sólo sería en aquel mismo año cuando, apoyado por grandes
medios de comunicación, empezó a repuntar hasta alcanzar la victoria. De tal
manera que si hay que culpar a alguien porque Chávez haya sido elegido
presidente sería a quienes votaron por él.
Además, todas las medidas en beneficio de
los militares golpistas se habían iniciado antes. El propio presidente Pérez
dictó los primeros sobreseimientos a un numeroso grupo de oficiales que intentaron
derrocarlo, lo que demuestra también su talante democrático y conciliador. Posteriormente,
el presidente interino Ramón J. Velásquez decretó otros en 1993. Al tomar
Caldera posesión como presidente en marzo de 1994, ya habían sido sobreseídos
270 de los golpistas detenidos. Por cierto, poca gente conoce estos hechos.
No tengo duda alguna
de que el tiempo, juez implacable, reconocerá en su justa dimensión su obra
histórica como gobernante y líder político. Más allá de sus equivocaciones y
errores como ser humano que fue, sus virtudes y aciertos serán suficientes para
que ocupe un sitial de honor en nuestra historia republicana.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 19 de enero de 2016.