sábado, 8 de junio de 2019


Informan los escasos medios de comunicación social existentes que le han cambiado el nombre al estado Vargas. Era, por cierto y como lo ha recordado el escritor Rafael Arráiz Lucca, la única entidad federal venezolana que llevaba el nombre de un prócer civil.

Por esa razón y muchas más, se trata, sin duda, de otro atropello a la civilidad, dado que el sabio José María Vargas, aparte de haber sido presidente de la República (1835-1836), fue también rector de la Universidad Central de Venezuela entre 1827 y 1832 (UCV).

No debería extrañarnos, desde luego. Los venezolanos padecemos desde hace 20 largos años un régimen perverso y antipatriótico que ha pretendido eliminar la conciencia civil de nuestra gente e imponer, al costo de lo que sea, el más brutal militarismo que hayamos conocido, ¡y vaya que se trata de un récord, incluso en este país que ha soportado más 150 años de gobiernos militares desde 1830!

No resulta, por lo tanto, una casualidad que Vargas haya sido el primer presidente civil víctima de un golpe de Estado, comandado por el coronel Pedro Carujo, precursor del chavomadurismo y quien encabezó el atentado contra el Libertador en 1828. Por cierto que el general José Antonio Páez derrotó entonces a los golpistas y repuso en su cargo al sabio Vargas. Tal vez la decisión de quitarle su nombre al estado donde nació signifique también una reivindicación de aquella acción golpista. Así honrarían una vez más al golpismo que, como se sabe, inspiró el nacimiento del chavomadurismo.

Pero no debe extrañarnos, insisto. Un régimen tan funesto como el actual, que ha reducido la historia nacional a las figuras militares de Bolívar, Zamora y Chávez -y decretado el olvido de los héroes civiles, Vargas entre ellos-, se regodea con estas perversiones. No hay que olvidar que en el mismo Palacio de Miraflores hace años, después que arribó el chavismo al poder, fue sustituido un busto del escritor Rómulo Gallegos -primer presidente electo por el pueblo venezolano- y en su lugar colocado otro del general Cipriano Castro, quien ocupó ese mismo cargo por la puerta trasera del golpe de Estado entre 1899 y 1908. El presidente Gallegos, como se sabe, fue derrocado por los militares en 1948, nueve meses después de haber tomado posesión del cargo. Ese simple gesto habla por sí sólo del militarismo rampante que llegó al poder con Chávez y su cúpula podrida.

Por cierto, no creo, como afirman algunos, que tratar este tema sea un elemento de distracción sobre los graves problemas del país. Habría que ser muy estúpido para que un asunto como este nos haga olvidar el drama diario que vivimos los venezolanos en esta hora aciaga…

viernes, 7 de junio de 2019

Este es un libro sumamente interesante: trata sobre la tragedia política, económica y social de Zimbabue, un país africano dirigido por una dictadura militar. Para variar, su anterior tirano, Robert Mugabe, era admirado por Hugo Chávez, y hasta le entregó una réplica de la Espada de Bolívar, al igual que hizo con otros dictadores a que también lo embelesaban. El libro –escrito por Philip Haslam y Russel Lamberti– narra cómo aquel país, que fue uno de los más adelantados de África en los años ochenta, tocó fondo bajo una dictadura militar de más de 30 años. Lo asombroso es que el régimen chavomadurtista ha resultado una copia de la tragedia de aquel país, aunque peor en muchos aspectos, especialmente en cuanto a la híper inflación. Si la de Zimbabue llegó ser la más alta del mundo en su momento, la de Venezuela la ha superado con creces. Pero no sólo eso. El traductor del libro, el venezolano Federico González Daboín, le escribió a uno de los autores: “¿Conoces lo que ha sucedido en Venezuela durante los últimos 20 años? Si cambias las palabras Zimbabue por Venezuela y zimbabuenses por venezolanos, ¡tendrás otro libro! Pero sería una versión más aterradora, porque hay que agregar tecnología; supuestos carteles de la droga; corrupción en el manejo del petróleo, oro y recursos naturales; relaciones con Irán (uranio), Rusia (oro), China (recursos naturales) y Cuba (dinero y petróleo) También hay que mencionar la violencia promovida por “colectivos” afectos al Gobierno, que incluyen milicias impunes por asesinatos, robos y secuestros…” Philip Haslam, uno de los autores, menciona en el prólogo los desmanes que sufre Venezuela “en manos de un gobierno civil-militar corrupto”. Y menciona los millones de venezolanos que han abandonado su patria, huyendo de la tragedia que la asola; la ineficacia de las tres reconversiones monetarias hechas por el régimen; el hambre y la desnutrición generalizadas; la pobreza creciente que afecta a la clase media y empobrece aún más los más pobres; la descomunal crisis de los servicios públicos (los “apagones” prolongados, la falta de agua, de gas y de gasolina –en un país que hasta hace poco la exportaba, junto al petróleo y el gas, y que hasta vendía electricidad a sus vecinos); etc, etcétera). Vale la pena leerlo porque, aunque trata sobre la catástrofe de Zimbabue, allí se retrata también la que ahora sufrimos en Venezuela.