PROTESTA POPULAR vs.
TERRORISMO DE ESTADO
Gehard Cartay
Ramírez
Los sucesos de la
semana pasada en Barinas, al igual que en el resto del país, ratifican la
indignación popular y la represión y el terrorismo de Estado como su única
respuesta.
Pero,
ciertamente, pocas veces antes en la capital barinesa se había vivido una
situación de muertes, heridos, saqueos y represión indiscriminada, como la que
se produjo a comienzos de la semana pasada. Con excepción del incendio de la
ciudad y los saqueos de las tropas del realista Puy el 22 de enero de 1814, durante
la guerra de Independencia, y el posterior vandalismo que produjo nuevamente
quemas y saqueos durante la contienda federal de 1859, no se conocen otros
hechos similares a los sucedidos el 22 y 23 de mayo pasados en esta capital llanera.
No es poca cosa,
amigo lector. Si en aquellas dos ocasiones murieron numerosos barineses y fue
incendiada y arrasada la ciudad de Barinas –“verdadera perla del arte
colonial”, la llamó el historiador Domingo Alberto Rangel–, sumiéndola por casi
un siglo en el atraso y la miseria, los infaustos sucesos de la semana pasada
no son menos graves: varios muertos y cerca de 200 comercios y empresas
saqueados por colectivos terroristas armados al servicio del régimen.
En los días
anteriores había circulado una sospechosa convocatoria a un supuesto paro,
acompañada de amenazas inaceptables. Tal perversión se la intentó achacar a la
MUD, quien prontamente la desmintió. Pero la maniobra tenía el sello
indiscutible de los laboratorios de guerra sucia del régimen. Y así se comprobó
el lunes 22.
Ese día, desde
temprano, se produjeron protestas en varias zonas de la ciudad Barinas y otras
del interior, que fueron prontamente enfrentadas por policías y guardias
nacionales, con saldo de varios estudiantes muertos y heridos. La indignación,
como era de suponer, incrementó la protesta en la ciudad capital, se encendieron
fogatas y montaron barricadas. En Barinitas, Santa Bárbara y Socopó hubo
eventos similares. De inmediato, colectivos armados comenzaron a saquear
indiscriminadamente locales comerciales en Barinas y Barinitas, sin que se
produjera ninguna intervención de las autoridades y sus fuerzas de orden
público. Estas estaban ocupadas reprimiendo las manifestaciones de protesta,
sin enfrentar a los saqueadores, que actuaron impunemente y a sus anchas.
La maniobra estaba muy
clara: reprimir la protesta, pero no a los saqueadores. Seguramente se pretendió
achacar los saqueos a la MUD, así como la violencia ya generalizada a partir
del medio día del lunes y todo el martes siguiente. La gente, sin embargo, no
se tragó aquella mentira. Como por arte de magia, ese martes en la noche
reaparecieron el gobierno regional y las autoridades militares ofreciendo
restablecer el orden, después de casi 48 horas sin actuar al respecto. Pero ya
el mal estaba hecho: la impunidad de los saqueadores arrasó con cerca de 200
comercios y empresas, arruinando a buena parte de sus propietarios.
La
impunidad con que actuaron los saqueadores y la falta de respuesta de las
autoridades frente a sus desmanes durante dos días, mientras –por increíble que
parezca– que sólo se reprimía la protesta popular, dio lugar a diversas
interpretaciones. Algunos han hablado de un supuesto “laboratorio en ensayo”
montado en Barinas para ejercitar la fase dos de llamado Plan Zamora, mientras que otros han señalado lo absurdo de una
represión selectiva que sólo afectó a los opositores y no a los delincuentes
armados que saquearon sin que ninguna autoridad los enfrentara en el momento.
Mientras
tanto, como era natural, el temor se extendió aceleradamente. Ese lunes y martes
siguiente fueron de obligada vigilia en barrios y urbanizaciones, previendo
nuevos saqueos ante la condenable ausencia de las autoridades. En los días subsiguientes,
la ciudad capital y otras del interior mostraron una increíble desolación y los
terribles efectos de comercios destruidos y arrasados, mientras algunas
familias lloraban a sus muertos y otros trataban de comprar alimentos y
proveerse de insumos mínimos, aunque sin mayor éxito.
Terribles lecciones
las que nos dejan estos nefastos acontecimientos. Nos muestran, por una parte,
la infinita perversión del régimen en su afán de perpetuarse, objetivo que
pretenden lograr “a sangre y fuego”, sin importar la muerte de jóvenes
estudiantes, ni la vida y los bienes de los venezolanos. Y por la otra, que no
han vacilado en apoyarse en la delincuencia común para aterrorizar a sus
adversarios y así desmoralizarlos, si fuere el caso. Para esa cúpula podrida ya
es ley que “el fin justifica los medios”, lo que demuestra una vez más su
inmoralidad y falta de escrúpulos.
Tengamos clara, una
vez más, la catadura perversa del régimen que enfrentamos.
@gehardcartay
El Blog de
Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas - Martes, 30 de mayo de 2017.
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