VENEZUELA EN RUINAS
Gehard Cartay
Ramírez
La
crisis del país ya es inaguantable. Venezuela está en ruinas, literalmente
hablando.
Lo
insólito es que este es el mismo país que, hace apenas unas décadas atrás,
marchaba a la cabeza del continente, junto a otras dos economías poderosas como
México y Brasil. Éramos entonces un país con una eficiente empresa petrolera
estatal, ubicada entre las 20 primeras corporaciones del mundo. El país se
autoabastecía en ciertos rubros alimenticios e, incluso, exportaba algunos. La
agricultura y la cría superaban sus limitaciones y la industria se expandía,
aunque fuera de manera modesta. Éramos otro país, mejor que este, sin duda.
Claro
que existían problemas, pues no vivíamos en un paraíso. Pero esos problemas eran
pequeños al lado de los que sufrimos desde hace al menos una década. Así, por ejemplo, no
había que hacer colas gigantescas para comprar algo de comida, que la había
suficiente y variada en cualquier abasto o supermercado. La escasez no existía,
mucho menos el racionamiento de alimentos y bienes de primera necesidad, ni captahuellas para adquirirlos, ni turnos
por el número de la cédula, como hoy en día. No existían tampoco eso que ahora
llaman bachaqueros. Las medicinas
también se conseguían sin mayores problemas. Éramos otro país, mejor que este, sin duda.
Los
servicios públicos nunca fueron la panacea, pero funcionaban mejor. En materia de
energía eléctrica, por ejemplo, había normal suministro y hasta se pudo
exportar a Colombia. El agua potable estaba llegando a los caseríos más
recónditos y los acueductos se ampliaban en las principales ciudades del país.
La inseguridad existía, por supuesto, pero no padecíamos el monstruoso
genocidio que el hampa adelanta ahora contra los venezolanos y que suma ya 300.000
asesinatos. Éramos otro país, mejor que
este, sin duda.
Claro
que entonces había corrupción, como en toda sociedad humana. Pero nunca llegó a
los extremos del robo y saqueo descomunales que ahora sufre Venezuela a manos
de la cúpula podrida del actual régimen, cuyo monto algunos analistas estiman -conservadoramente-
en 250 mil millones de dólares. La maquinaria del gobierno funcionaba mucho
mejor, sin que fuera un paradigma de eficacia. Pero no era el monstruo corrupto
e incapaz en que la han convertido hoy en día. Éramos otro país, mejor que
este, sin duda.
Estas cosas
hay que decirlas por dos principales razones. En primer lugar, porque es
necesario contrastar aquel país con el desastre en que el régimen ha convertido
hoy a Venezuela. Y en segundo lugar, porque los jóvenes de ahora tienen derecho
a saber que ese otro país -mejor en todo sentido que este trágico que hoy
sufrimos- sí existió, antes de que el chavismo lo arruinara.
Pero como el actual régimen ha dicho tantas
mentiras sobre ese pasado resulta probable que quienes estaban pequeños o nacieron
después de 1999 puedan llegar a creer que ahora estamos mejor (¡!). Puede haber
tal vez quienes crean esas mentiras falaces de que los niños de los barrios antes
comían perrarina, por ejemplo, o que
los pobres no podían estudiar en liceos y universidades porque allí sólo iban
los ricos; o que la educación gratuita no existía entonces, sino desde 1999 (¡Guzmán
Blanco la decretó en 1870!); o que todos presidentes de la mal llamada Cuarta República eran lacayos del
imperialismo yanqui.
No se
trata, por supuesto, de ser nostálgicos ni nada parecido, sino de poner las
cosas en su lugar y derrotar esas repetidas falsedades sobre nuestro pasado.
Conste que en aquel tiempo nunca dejamos de levantar nuestra voz de protesta
contra las injusticias. Proclamábamos, por tanto, la necesidad de un país
superior, como era nuestro deber porque luchábamos por una Venezuela mejor.
Lo que
pasa es que nunca imaginamos que Venezuela iba a retroceder cien años desde la
llegada del actual régimen al poder. Entonces creíamos que el país no aceptaría
retrocesos en ningún sentido. No esperábamos que la historia nos tendiera una
trampa en 1999. Por desgracia, hoy constatamos que vivimos en una Venezuela en
ruinas.
La
cruda verdad es que ahora estamos peor en todo sentido. Nada ha mejorado y todo
ha empeorado, dicho sea sin incurrir en hipérbole alguna. ¿O habrá, amigo
lector, que agregar algo más sobre esta terrible realidad, si ella nos asalta
en todas partes; si nos agrede todos los días y ha convertido nuestra vida en
auténtico calvario?
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 29 de marzo de 2016