CUBA
Y VENEZUELA
Gehard
Cartay Ramírez
Mientras
Cuba pareciera estar de regreso de la pesadilla castrocomunista, luego de 50
años de dictadura y empobrecimiento brutales, Venezuela va en la dirección
contraria.
Mayor estupidez
resultaría inconcebible, si no fuera porque hoy la sufrimos los venezolanos.
Insistir en una vía socialista, cuando la historia ha demostrado que es un
rotundo fracaso, constituye, en verdad, una colosal estupidez.
Quienes han acudido a ella lo hacen por una
sóla razón: darle un barniz ideológico izquierdista a sus ambiciones
dictatoriales, sólo posibles en un sistema totalitario, antidemocrático, sin
consulta al pueblo, sin libertad de expresión y de información, sin partidos
políticos, ni sindicatos. Solo eso, amigo lector.
Porque ellos también saben que en lo
económico, político y social, el socialismo nunca ha funcionado. Ya eso está
suficientemente demostrado, luego de la extinción del “paraíso socialista
soviético” -que murió de inanición- y de la conversión de China Comunista y
Vietnam en sistemas económicos capitalistas de libre mercado, precisamente para
no extinguirse como aconteció a la difunta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Pues
bien, la dictadura cubana parece haber iniciado ese camino de regreso del
socialismo fracasado, obligada por el hambre, la pobreza y el atraso que ella
misma trajo a esa nación desde hace medio siglo. Han sido 50 años durante los
cuales la mentira de la Revolución Cubana y de su “hombre nuevo” sólo sirvió de
vulgar propaganda para tapar una de las estafas históricas más criminales que
haya conocido la humanidad.
En las palabras de Leonardo Padura, un
escritor cubano ex comunista que aún vive allá, la frustración por todo aquello
es sumamente elocuente: “A estas alturas no creo que haya mucha gente que se
atreva a negarme que la historia y la vida se ensañaron alevosamente con
nosotros, con mi generación, con nuestros sueños y voluntades individuales (…)
Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de
fe, romanticismo participativo y espíritu de sacrificio, se hicieron sal y agua
mientras nos asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones,
los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos
atravesado casi todas las etapas posibles de la pobreza…” (El hombre que amaba a los perros, TusQuets Editores, página 485).
Hoy
Cuba es un país en ruinas. La revolución acabó muy temprano con las industrias
y las fincas productivas -tal como aquí-, expropiándolas y arruinándolas. Cuba,
que siempre fue una potencia azucarera, hoy en día no produce ni azúcar. Desde
entonces, su pueblo sólo ha conocido el hambre, la pobreza y la miseria, aparte
de sufrir desde 1959 una feroz tiranía.
La cúpula de los Castro fue financiada
durante 30 años por el comunismo soviético, hasta que este quebró en 1990. Entonces
sobrevivieron -y sobreviven aún- gracias a las remesas en dólares que los
exiliados cubanos de Miami mandan a sus familiares en Cuba, aparte del turismo
sexual en la isla. Y desde hace 15 años nos chulean a los venezolanos por obra
y gracia del régimen chavista, que les ha venido regalando petróleo y
petrodólares para seguir sosteniendo la mentira de su revolución.
Como
eso no podrá seguir dada la actual quiebra económica de Venezuela, la cúpula
castrocomunista se abrió a un diálogo con Estados Unidos, echando por la borda
su rancio discurso antiimperialista y anti yanqui desde hace medio siglo. Ahora
van por el financiamiento de sus antiguos enemigos, y bien se sabe que nada les
importará a los Castro chuleárselos de ahora en adelante. Sólo que esa maroma
tiene sus riesgos para ellos.
El
régimen venezolano -en cambio- insiste en hundirse aún más en su colosal
fracaso, incapaz de intentar siquiera una rectificación. Venezuela está hoy
peor que antes. Sufrimos una gravísima crisis económica sin precedentes,
caracterizada por la pobreza, la miseria, el desabastecimiento, la
hiperinflación, el desempleo y la falta de productividad en todos los sentidos,
mientras crecen la corrupción voraz e insaciable de la cúpula podrida del
régimen, así como su ineptitud e incapacidad para enfrentar los problemas y
detener la marcha del país hacia una estrepitosa catástrofe política, económica
y social.
Y todo
ello en nombre de una maldita ambición de poder, a la que nada le importa el
presente y futuro de los venezolanos, al igual que a los Castro tampoco les
importó el destino de varias generaciones de cubanos.
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 24 de marzo de 2015.