martes, 31 de marzo de 2015

CUBA Y VENEZUELA



CUBA Y VENEZUELA

Gehard Cartay Ramírez
Mientras Cuba pareciera estar de regreso de la pesadilla castrocomunista, luego de 50 años de dictadura y empobrecimiento brutales, Venezuela va en la dirección contraria.
Mayor estupidez resultaría inconcebible, si no fuera porque hoy la sufrimos los venezolanos. Insistir en una vía socialista, cuando la historia ha demostrado que es un rotundo fracaso, constituye, en verdad, una colosal estupidez.
Quienes han acudido a ella lo hacen por una sóla razón: darle un barniz ideológico izquierdista a sus ambiciones dictatoriales, sólo posibles en un sistema totalitario, antidemocrático, sin consulta al pueblo, sin libertad de expresión y de información, sin partidos políticos, ni sindicatos. Solo eso, amigo lector.
Porque ellos también saben que en lo económico, político y social, el socialismo nunca ha funcionado. Ya eso está suficientemente demostrado, luego de la extinción del “paraíso socialista soviético” -que murió de inanición- y de la conversión de China Comunista y Vietnam en sistemas económicos capitalistas de libre mercado, precisamente para no extinguirse como aconteció a la difunta Unión de Repúblicas  Socialistas Soviéticas (URSS).
Pues bien, la dictadura cubana parece haber iniciado ese camino de regreso del socialismo fracasado, obligada por el hambre, la pobreza y el atraso que ella misma trajo a esa nación desde hace medio siglo. Han sido 50 años durante los cuales la mentira de la Revolución Cubana y de su “hombre nuevo” sólo sirvió de vulgar propaganda para tapar una de las estafas históricas más criminales que haya conocido la humanidad.
En las palabras de Leonardo Padura, un escritor cubano ex comunista que aún vive allá, la frustración por todo aquello es sumamente elocuente: “A estas alturas no creo que haya mucha gente que se atreva a negarme que la historia y la vida se ensañaron alevosamente con nosotros, con mi generación, con nuestros sueños y voluntades individuales (…) Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de fe, romanticismo participativo y espíritu de sacrificio, se hicieron sal y agua mientras nos asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones, los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos atravesado casi todas las etapas posibles de la pobreza…” (El hombre que amaba a los perros, TusQuets Editores, página 485).  
Hoy Cuba es un país en ruinas. La revolución acabó muy temprano con las industrias y las fincas productivas -tal como aquí-, expropiándolas y arruinándolas. Cuba, que siempre fue una potencia azucarera, hoy en día no produce ni azúcar. Desde entonces, su pueblo sólo ha conocido el hambre, la pobreza y la miseria, aparte de sufrir desde 1959 una feroz tiranía.
La cúpula de los Castro fue financiada durante 30 años por el comunismo soviético, hasta que este quebró en 1990. Entonces sobrevivieron -y sobreviven aún- gracias a las remesas en dólares que los exiliados cubanos de Miami mandan a sus familiares en Cuba, aparte del turismo sexual en la isla. Y desde hace 15 años nos chulean a los venezolanos por obra y gracia del régimen chavista, que les ha venido regalando petróleo y petrodólares para seguir sosteniendo la mentira de su revolución.
Como eso no podrá seguir dada la actual quiebra económica de Venezuela, la cúpula castrocomunista se abrió a un diálogo con Estados Unidos, echando por la borda su rancio discurso antiimperialista y anti yanqui desde hace medio siglo. Ahora van por el financiamiento de sus antiguos enemigos, y bien se sabe que nada les importará a los Castro chuleárselos de ahora en adelante. Sólo que esa maroma tiene sus riesgos para ellos.
El régimen venezolano -en cambio- insiste en hundirse aún más en su colosal fracaso, incapaz de intentar siquiera una rectificación. Venezuela está hoy peor que antes. Sufrimos una gravísima crisis económica sin precedentes, caracterizada por la pobreza, la miseria, el desabastecimiento, la hiperinflación, el desempleo y la falta de productividad en todos los sentidos, mientras crecen la corrupción voraz e insaciable de la cúpula podrida del régimen, así como su ineptitud e incapacidad para enfrentar los problemas y detener la marcha del país hacia una estrepitosa catástrofe política, económica y social.    
Y todo ello en nombre de una maldita ambición de poder, a la que nada le importa el presente y futuro de los venezolanos, al igual que a los Castro tampoco les importó el destino de varias generaciones de cubanos.   

@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 24 de marzo de 2015.

martes, 24 de marzo de 2015

CUANDO EL PODER ENVILECE



CUANDO EL PODER ENVILECE

   Gehard Cartay Ramírez
“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente” es una verdad dicha por el historiador y político inglés Lord Acton (1843-1902) que cada día se confirma.
Pero que el poder, por lo general, también envilece constituye otra verdad de siempre. Porque el poder desnuda a quienes lo ejercen. “¿Queréis conocer a un hombre? Investidle de gran poder”, frase atribuida al sabio griego Pitaco de Mitilene (640-568 A.C.), es otra máxima al respecto. Y como las ya citadas, hay muchas otras.
Por eso el poder sigue siendo una prueba a la inteligencia, la honestidad y la autenticidad de quien lo ejerce. Y son pocos, en verdad, los que salen bien parados de esa prueba, superando así  los retos malvados que supone.
No puede extrañarnos entonces que los dictadores -sin excepciones- sean siempre corrompidos y viles, pues su poder es absoluto. La historia, a este respecto, abunda en ejemplos y sobre todo en lecciones en torno a los juicios terribles que recaen sobre los dictadores. Juicios de la historia, casi siempre, y muchas veces juicios de sus semejantes.
Los más crueles tiranos han muerto de la peor manera. Hitler se suicidó para no responder por el holocausto que provocó. Mussolini fue fusilado y luego colgado por los pies y escupido por la gente en una plaza de Milán. El dominicano Chapita Trujillo ejercía una férrea dictadura cuando lo encontraron podrido en la maleta de su carro. Hubo un dictador boliviano a quien colgaron de un poste de luz del palacio presidencial. Más recientemente, Saddam Hussein fue ahorcado por un tribunal y a Gadafi una turba lo empaló y dio muerte, tras conseguirlo escondido en una alcantarilla.
Pero no son estos casos a los que me quiero referir. Cuando hablo del envilecimiento que produce el poder lo hago luego de las recientes declaraciones que diera en un programa de VTV el embajador Roy Chaderton Matos, y que han causado una oleada de indignación dentro y fuera del país.
Durante sus años de militancia copeyana -cuando lo conocimos-, Chaderton siempre se distinguió por sus modosos modales, los mismos que tal vez lo llevaron a optar por la carrera diplomática durante varios gobiernos de la mal llamada Cuarta República y que otros preferimos denominar la República Civil. Advenido el chavismo al poder en 1999, abandonó la Democracia Cristiana y se convirtió en uno de los adalidades del nuevo régimen, luego de haber encontrado en el él su “Camino de Damasco” particular. A partir de ese momento, oficia como uno de los más altos jefes de la actual política exterior venezolana.
Apartando sus posiciones desde entonces -suficientemente conocidas, por lo demás-, lo que no puede pasarse por alto, desde ningún punto de vista, son esas infelices declaraciones televisadas de la semana pasada, viles, es decir, despreciables por lo bajas y abominables.
Dijo en tal ocasión el citado embajador: “Los francotiradores apuntan a la cabeza, pero llega un momento en que una cabeza escuálida no se diferencia de la cabeza de un chavista, salvo en el contenido. El sonido que produce una cabeza escuálida es mucho menor, es como chasquido porque la bóveda craneana es hueca y pasa rápido. Pero eso se sabe después de que pasa el proyectil” (El Nacional, 14-03-2015).
Quiso luego aclarar lo dicho y lo atribuyó a un chiste. Observe usted, amigo lector, si tal vileza lo es en verdad. Olvidó el embajador las lecciones que -años atrás- debió oírle al maestro Arístides Calvani sobre la dignidad de la persona humana o, tal vez, sus lecturas sobre el humanismo integral que profesaba el filósofo cristiano Jacques Maritain.
Sus grotescas e infames declaraciones sobre “cabezas escuálidas y chavistas” y su cretina diferenciación cuando las atraviesa un disparo, revelan lo bajo en que ha caído el embajador luego de su traición a los postulados demócratas cristianos y su conversión al chavismo.
Por lo demás, no creo que haga falta poner de bulto la gravedad de sus dichos, sobre todo cuando estuvieron dirigidos a una audiencia fanatizada y violenta que es, por lo general, la que sintoniza el canal televisivo oficial, utilizado desde hace tres lustros para divulgar consignas y líneas a los colectivos armados del régimen.
Se demuestra así, una vez más, que el poder absoluto corrompe y envilece absolutamente.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 17 de marzo de 2015.

viernes, 13 de marzo de 2015

BARINAS NECESITA MEJOR REPRESENTACIÓN



BARINAS NECESITA MEJOR REPRESENTACIÓN

Gehard Cartay Ramírez
Desde hace algún tiempo, Barinas necesita mejores representantes ante la Asamblea Nacional.

Ha carecido de ellos en estos años recientes porque el régimen -particularmente- los ha secuestrado postulando personas que no representan la barinidad sino al partido de gobierno, y muy especialmente sus intereses políticos y económicos.

En cuanto a la oposición, como bien se sabe, apenas desde 2010 tiene representación, y la verdad es que no siempre ha estado a la altura de las circunstancias.

Lamentablemente, también desde hace tiempo atrás, en Venezuela se ha perdido el verdadero sentido del Parlamento Nacional como representación de la soberanía popular. Y nadie podría negar que desde el año 2000 el chavismo en el poder secuestró la Asamblea Nacional y terminó convirtiéndola en una casa de segundones, mudos, sordos y ciegos ante la tragedia que sufre el país.

Hoy el parlamento venezolano es todo lo contrario a lo que son en los países democráticos: foros de discusión abierta sobre los problemas de la gente; legisladores que procuran mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y optimizar la eficacia de las instituciones, mediante leyes al respecto; y auténticos contralores de la acción del gobierno y de sus diversas expresiones.

El actual parlamento, en cambio, no discute la problemática venezolana. Su reglamentación impide a los diputados intervenir como se debe y los limita de manera absurda en el tiempo, lo que contradice el principio universal que dio origen a los parlamentos democráticos. Por si fuera poco, su actual presidente es un militar activo, lo que viola la Constitución Nacional. Por supuesto, el sujeto dirige aquello como si fuera un cuartel.

El actual parlamento nacional no controla al régimen, sino que lo avala incondicionalmente hasta en sus peores errores. Tampoco le hace seguimiento a las acciones u omisiones oficiales. De allí que hoy sólo sea un parapeto que no cumple con sus atribuciones constitucionales, ni representa los intereses nacionales y mucho menos los de las regiones del país.

Ahora que, supuestamente, va a realizarse la elección de una nueva Asamblea Nacional debe plantearse la necesidad de contar entonces con un auténtico Parlamento, que cumpla las obligaciones que le dicta la Carta Fundamental y haga valer sus derechos como tal.

Por eso debemos elegir verdaderos parlamentarios que representen a su región, antes que a otros intereses políticos y partidistas. Ya se sabe que el régimen no lo hará, pues su proyecto autoritario requiere de un parlamento perrunamente obediente, y no de uno que discuta, legisle y controle conforme a los intereses de los venezolanos y no de la cúpula podrida que ejerce el poder.

Por desgracia, la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) parece no haber entendido esta situación al cometer el craso error de realizar primarias en algunos circuitos y no en todos, como resulta aconsejable.

Aclaro que no me identifico con quienes han criticado esta decisión de la MUD simplemente porque defienden sus ambiciones personales y, al quedar fuera en las listas “consensuadas” de candidatos, optan por criticarlas. Seguramente si los hubieran incluido, tal vez algunos de ellos ni chistarían. En mi caso, por no tener aspiraciones en este sentido, puedo dar mi opinión sin otro interés que el de contribuir a elegir verdaderos representantes de la barinidad.

Creo que las primarias son una buena experiencia de participación de la gente. Ojalá que -si la MUD rectificara y se hicieran en todos los circuitos- los candidatos participantes también tengan un buen nivel político, intelectual y de trabajo para optar a la Asamblea Nacional, pues a la legitimidad que otorgan las primarias hay que unir necesariamente la indispensable capacidad para ejercer de manera cabal una representación parlamentaria.   

En este sentido también debo señalar que la mayoría de los nombres que se han publicado al respecto no son los mejores. Y lo afirmo porque el parlamentarismo tiene sus exigencias: no  todo el mundo puede ser diputado, como ocurre con cualquier profesión u oficio. (No todos servimos para médicos, ingenieros o abogados, por citar las profesiones liberales tradicionales, o para ejercer oficios de mano de obra especializada.) Lo mismo ocurre con las funciones parlamentarias.

Por desgracia, hay dirigentes opositores que se creen imprescindibles para cualquier candidatura, sin tener las condiciones mínimas al respecto. Son los candidatos “talla única” en toda elección y a cualquier cargo (gobernador, alcalde, diputado, legislador, etc.). Esta es, obviamente, una perversión que hay que corregir. 

No tiene sentido entonces seguir eligiendo diputados incapaces de hilar un discurso coherente sobre asuntos legislativos, nacionales y regionales, ineptos para trabajar en las comisiones parlamentarias o de servir de verdaderos voceros de sus regiones en la solución de los problemas que sufren.

Ojalá que, al final, no tengamos los opositores que votar “con el pañuelo en la nariz” por gente que no lo merece.

@gehardcartay
 LA PRENSA de Barinas  (Venezuela) - Martes, 10 de marzo de 2015

viernes, 6 de marzo de 2015

LA OBSESIÓN GOLPISTA DEL CHAVISMO (III)



LA OBSESIÓN GOLPISTA DEL CHAVISMO (III)
Gehard Cartay Ramírez
Hay una verdad que pocos niegan hoy día: el chavismo en el poder agravó todos los males que encontró y creó nuevos problemas, sin resolver ninguno.
Lo cierto es que, a partir de su llegada al poder en 1999, aquel proceso histórico declinante se profundizó dramáticamente. Fue así como la institucionalidad democrática entró en su fase culminante.
El “remedio” chavista resultó peor que la enfermedad. La puesta en marcha de un proyecto autoritario y personalista, su accidentado régimen, el agravamiento de la debacle económica y social, la destrucción de la institucionalidad -facilitada con el absurdo concurso de quienes debieron entonces defenderla-, la politización de la Fuerza Armada, la corrupción galopante, han sido una constante en estos 16 años.
La verdad es que con Chávez primero y ahora con su sucesor, el chavismo multiplicó hasta la exageración todos los errores que le criticaron a los anteriores gobiernos, y que lo llevaron, incluso, a justificar su intentona de golpe de Estado de 1992. Contrariamente a sus ofertas electorales y a su discurso de entonces, han profundizado en todo sentido la crisis que el país arrastraba desde hace tiempo.
Todo cuanto reprochó a sus antecesores lo repitió su régimen de manera colosal, concretamente en materias como la política económica (en especial, el desatinado manejo de la espectacular riqueza petrolera que ha inundado su gestión, la perversión de sus manejos financieros, el colosal endeudamiento de la República y el sobredimensionamiento del Estado venezolano), así como la profundización de la corrupción administrativa generalizada y la incapacidad para mejorar la calidad de vida de sus compatriotas, a pesar de haber dispuesto de recursos suficientes para lograrlo.
Hoy está comprobado que la destrucción del país se ha acelerado vertiginosamente bajo el actual régimen, pues bien se sabe que Venezuela sufre desde 1999 un lamentable proceso de retroceso, destrucción y crispación.
Los ya 16 largos años del régimen actual han sido más que suficientes para que el país experimente un grave retroceso en materias que habían registrado indudables avances entre 1958 y 1998. No se trata de hechos aislados o de iniciativas hemipléjicas. Se trata, por el contrario, de una estrategia planificada de antemano para destruir la institucionalidad y la alternabilidad democráticas, y sustituirlas por un sistema político de carácter autocrático y autoritario, con pretensiones de eternizarse en el poder.  
Hoy presenciamos un retorno absurdo a conceptos anacrónicos, impropios de la modernidad que debería exhibir un país como el nuestro: rémoras escandalosas como la autocracia reinante a través del caudillismo presidencialista, el culto a la personalidad del comandante “eterno”, el sometimiento de los demás poderes a su mando omnímodo o a quien hoy hace sus veces, el estatismo exagerado y el militarismo rampante, la liquidación del federalismo, la conspiración permanente contra el sufragio confiable y efectivo, la conversión del régimen en una colonia castrista, la persecución y penalización de la disidencia, la violación de los derechos humanos, la tortura, estudiantes y disidentes asesinados, los presos políticos,  y los zarpazos constantes contra la libertad de expresión y de información, entre otras perversiones.
 Añádase a todo esto la destrucción de aparato productivo del sector privado, el crecimiento de la pobreza, la miseria y la desnutrición, la escasez y el desabastecimiento, el alto costo de la vida, el colapso de los servicios públicos, la falta de viviendas para los sectores populares y la clase media, la ausencia de oportunidades para nuestros jóvenes y el asesinato de más de 200 mil venezolanos a manos del hampa, son hoy problemas crecientes por culpa de una gestión que ha priorizado sus propósitos políticos e ideológicos hacia adentro y hacia afuera, olvidándose de atender las exigencias básicas de los venezolanos.      
No es cierto entonces que con la llegada del teniente coronel Chávez Frías al poder en 1999 se haya iniciado una nueva etapa histórica en Venezuela, que dejara atrás todos estos problemas y nos permitiera avanzar como nación progresista, con recursos humanos y materiales que así lo garantizaran. Todo lo contrario: con el chavismo debe terminar de morir el proceso decadente que afectó a la democracia a partir de 1974 y cuya peor expresión ha sido justamente su llegada al poder.
 Tamaño desafío exigirá de nuestro liderazgo actual y emergente un esfuerzo de cabal comprensión de lo que significa una democracia vigorosa, basada en el relevo a tiempo y en el compromiso para superar las odiosas diferencias sociales y económicas hoy aumentadas. Requerirá, desde luego, de una dirigencia preparada, estudiosa y profundamente solidaria y sensible con quienes menos tienen y continúan siendo excluidos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 03 de marzo de 2015.