GUERRA CONTRA EL PUEBLO
Gehard Cartay Ramírez
El actual régimen mantiene, casi desde sus inicios, una guerra
inaudita contra el pueblo venezolano.
Se trata de una guerra en todos los sentidos. Una guerra en la cual la
exclusión, el sectarismo y la división entre nosotros han alcanzado niveles
pocas veces vistos. Una guerra que ha
creado odios y enfrentamientos en muchas familias y que ha llegado al colmo de
distinguir entre venezolanos de primera y venezolanos de segunda. Aquellos son,
obviamente, los que disfrutan del poder, y los demás somos quienes nos oponemos
a un régimen hambreador, asesino, incapaz y corrupto, casi sin precedentes en
el devenir de Venezuela.
El régimen libra una guerra contra las instituciones democráticas que
venían funcionando regularmente desde 1958, luego de la caída de la dictadura
perezjimenista. Una guerra que nos
ha hecho retroceder al siglo XIX y que volvió a privilegiar el caudillismo, la
violencia armada desde el poder contra los ciudadanos, el desconocimiento de
los derechos humanos y la violación sistemática de la Constitución y las leyes,
mediante la instauración de una tiranía de ambiciosos e inmorales que se creen
dueños del país y su gente.
El régimen libra una guerra contra la clase media y los pobres,
empobreciendo a la primera y llevando a la miseria más deplorable a los
segundos. Una guerra que ha liquidado
las inversiones nacionales y extranjeras, cerrado miles de fábricas y fincas
agropecuarias productivas y acabado con millones de puestos de trabajo. Por eso
mismo hoy escasean la comida, las medicinas y los empleos, al punto de
convertirnos ya en un país africano marcado por el hambre y el desempleo.
El régimen libra una guerra contra el progreso alcanzado luego de
varios años por los venezolanos. Así, los logros fundamentales de la República Civil entre 1959 y 1998, que crearon una clase media en
ascenso y sacaron de la pobreza a centenares de miles de familias, han sido
destruidos por el empeño en establecer aquí un modelo calcado de la dictadura castrocomunista
cubana. Ahora campea la falta de oportunidades, sobre todo para los más
jóvenes, y se extiende sobre nosotros la tragedia del hambre y la miseria más
desoladora. Al igualarnos por debajo, nos han empobrecido a todos.
El régimen libra una guerra contra la juventud venezolana, es decir,
una guerra contra nuestro futuro. Una guerra que ha asesinado centenares de jóvenes, quienes sólo vienen
haciendo uso del derecho a vivir en un país mejor y exigir que se vayan los
que, por ahora, detentan el poder y desgobiernan a Venezuela. Una guerra que
mantiene como presos políticos a miles de compatriotas, a quienes se les viola
el debido proceso, muchos de los cuales han sido sometidos a torturas
infamantes y criminales, a la usanza de las peores dictaduras que ha padecido
la humanidad.
Se trata de una guerra que apela al uso de las armas ante la
imposibilidad del régimen de convencer a los venezolanos de que lo está
haciendo bien. Por esa razón, Maduro acaba de señalar “que lo que no han
logrado con los votos lo lograrían con las armas”, ratificando así la guerra
que vienen ejecutando desde hace tiempo contra los venezolanos.
Si tuvieran un ápice de vergüenza, la cúpula podrida del régimen
debería haber renunciado hace tiempo. En lugar de hacerlo, pretenden -a sangre,
fuego y muerte- acabar con la protesta de las grandes mayorías nacionales que
ya no los soportan y piden a gritos su salida del poder. Tal es el signo
característico de las dictaduras que entran en el túnel sin retorno de su caída
definitiva.
Se trata entonces de una
guerra fratricida de la cúpula envilecida que está en el poder, ejecutada con
perversidad y saña criminal contra sus propios conciudadanos, sin que fronteras
o límites de moralidad y humanismo los detengan en su carrera genocida.
Ya han perdido la más mínima vergüenza,
y por eso arrecian su guerra contra nuestro pueblo, masacrándolo diariamente
con sus cuerpos policiales, militares y paramilitares, conducidos como un
ejército que ocupa a Venezuela con el único propósito de eliminar a cualquier
precio la disidencia contra el régimen.
Bien lo acaba de declarar el Cardenal Jorge Urosa Savino: “El gobierno
tiene una guerra contra el pueblo”, al exigirle al régimen que renuncie a su
Constituyente fraudulenta y antipopular. “Que el gobierno desista –agregó– de
estar utilizando recursos legales para desmantelar al Estado, implantar un
sistema totalitario marxista y ahora también militar, militarista. Todo eso es
reprochable e intolerable y no es el camino que desea la mayoría del pueblo” (El Nacional, 01-07-2017).
Pero esa guerra asesina y criminal la perderán irremediablemente. No
podrán contra el pueblo venezolano y más temprano que tarde pagarán por sus
crímenes de lesa humanidad.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 04 de julio de 2017
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