EL PEOR RÉGIMEN DE NUESTRA HISTORIA
Gehard Cartay Ramírez
Termina este nefasto
2016 confirmando que padecemos el peor régimen de la historia venezolana.
Nunca antes hubo uno
tan incapaz, inepto, corrupto e insensible como el actual. Nunca tuvimos un
presidente peor evaluado que el actual, cuyo único mérito histórico será haber
superado en esa escala a Julián Castro, quien desgobernó Venezuela entre 1858 y
1859 y al que siempre se le tuvo como el más malo de todos los gobernantes en
nuestra historia republicana.
Culmina este año
mostrando los inocultables signos del cáncer terminal que afecta al país desde
hace 18 años. Y no pueden ser más terribles: una economía en ruinas, hambre,
miseria, desabastecimiento, escasez, alto costo de la vida, hiperinflación,
inseguridad como nunca y una desvergonzada corrupción en todas las escalas
oficiales (desde la más alta hasta la más baja) e incluso privadas.
Ciertamente, Venezuela nunca estuvo peor que ahora, lo cual ya es mucho decir.
La última estación de
este penoso viacrucis que sufrimos la
constituye el saqueo que se nos ha hecho a todos con motivo de la supuesta
sustitución de los billetes actuales. Lo que estamos presenciando en estos
tristes días es la demostración más escandalosa de que hoy en Venezuela no hay
gobierno, sino un régimen signado por la improvisación, la ineptitud y la
corrupción, y al que nada le importa el destino de nuestro pueblo, aquejado
como nunca por los peores problemas en muchas décadas.
No han faltado, por
supuesto, quienes señalan que, más allá de tan colosal improvisación y de este
vulgar despojo que el régimen nos ha hecho a todos, hay otras motivaciones
mucho más sombrías. Economistas serios y prestigiosos han llegado a afirmar,
incluso, que detrás de todo este desastre monetario hay una gigantesca
operación de lavado de dineros
sucios, provenientes de mafias oficialistas vinculadas a negocios ilícitos. Tal
vez tengan razón, porque con gente de esta ralea todo es posible.
Lo que si resulta muy claro es que el régimen ha procedido criminalmente
a incautar nuestros haberes monetarios con el argumento de que debía
desincorporar los billetes actuales por los nuevos, que estas alturas siguen
sin aparecer. Y mientras esto ocurre, millones de venezolanos se quedaron sin
efectivo en esta temporada pre navideña, sin poder comprar la poca comida que
se consigue, ni adquirir otro tipo de bienes, algo que nunca había pasado en
Venezuela. Si esto no es un atraco, no sé de qué otra forma podríamos
denominarlo.
Y es que hasta la
Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica Venezolana, con la autoridad moral
y la prudencia que todos le reconocemos, este fin de semana condenó duramente
estos hechos: “Poner fuera de circulación, en este
momento del año, el billete de más alta denominación (Cien bolívares) y la
manera apresurada de implementar la medida han causado graves molestias a toda
la población y han provocado indignación, rechazo y violencia. (…) Los pobres, como siempre suele
suceder, han sido los más perjudicados y los más indefensos con las decisiones
tomadas”.
Igualmente, la jerarquía
episcopal denunció que las grandes masas populares “de la noche a la mañana se
han quedado prácticamente sin recursos ni poder adquisitivo a fin de poder
conseguir los insumos necesarios para su alimentación, transporte, medicinas y
para cubrir los gastos necesarios de la cotidianidad”. Y no vaciló enseguida en
afirmar que “el Gobierno ha llevado a cabo medidas terribles y
precipitadas que perjudican a todos, sin tener en cuenta que son servidores de
un pueblo que de verdad está sufriendo el menosprecio de todos los dirigentes
políticos”.
Los obispos católicos, por cierto, también condenaron la falta de
pronunciamientos oportunos de la oposición frente a este desastre y enfatizaron
que muchos venezolanos “no dejan de expresar sus sentimientos de frustración y
de abandono por parte de quienes debían estar dando la cara y promoviendo
soluciones justas”. Por desgracia, algunos de esos dirigentes opositores estaban
más ocupados de sus precandidaturas y “hallacazos” que de acompañar a la gente
en un momento tan aciago. Resultan francamente condenables su derroche de
recursos, su frivolidad y sus ambiciones bastardas ante tanta desgracia
colectiva.
Por lo visto, necesitamos otro gobierno y también otra oposición. El país
no puede seguir hundiéndose con más dirigentes mediocres, ineptos e
insensibles. Necesitamos un liderazgo experimentado y firme a todos los
niveles, gente auténtica y honesta, que esté a la altura del desafío venezolano
de hoy.
Ojalá que
el actual sea el último de los peores regímenes que hemos sufrido en nuestra
historia.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 20 de diciembre de 2016.