sábado, 24 de diciembre de 2016

EL PEOR RÉGIMEN DE NUESTRA HISTORIA
Gehard Cartay Ramírez
Termina este nefasto 2016 confirmando que padecemos el peor régimen de la historia venezolana.
Nunca antes hubo uno tan incapaz, inepto, corrupto e insensible como el actual. Nunca tuvimos un presidente peor evaluado que el actual, cuyo único mérito histórico será haber superado en esa escala a Julián Castro, quien desgobernó Venezuela entre 1858 y 1859 y al que siempre se le tuvo como el más malo de todos los gobernantes en nuestra historia republicana.
Culmina este año mostrando los inocultables signos del cáncer terminal que afecta al país desde hace 18 años. Y no pueden ser más terribles: una economía en ruinas, hambre, miseria, desabastecimiento, escasez, alto costo de la vida, hiperinflación, inseguridad como nunca y una desvergonzada corrupción en todas las escalas oficiales (desde la más alta hasta la más baja) e incluso privadas. Ciertamente, Venezuela nunca estuvo peor que ahora, lo cual ya es mucho decir.
La última estación de este penoso viacrucis que sufrimos la constituye el saqueo que se nos ha hecho a todos con motivo de la supuesta sustitución de los billetes actuales. Lo que estamos presenciando en estos tristes días es la demostración más escandalosa de que hoy en Venezuela no hay gobierno, sino un régimen signado por la improvisación, la ineptitud y la corrupción, y al que nada le importa el destino de nuestro pueblo, aquejado como nunca por los peores problemas en muchas décadas.
No han faltado, por supuesto, quienes señalan que, más allá de tan colosal improvisación y de este vulgar despojo que el régimen nos ha hecho a todos, hay otras motivaciones mucho más sombrías. Economistas serios y prestigiosos han llegado a afirmar, incluso, que detrás de todo este desastre monetario hay una gigantesca operación de lavado de dineros sucios, provenientes de mafias oficialistas vinculadas a negocios ilícitos. Tal vez tengan razón, porque con gente de esta ralea todo es posible.
Lo que si resulta muy claro es que el régimen ha procedido criminalmente a incautar nuestros haberes monetarios con el argumento de que debía desincorporar los billetes actuales por los nuevos, que estas alturas siguen sin aparecer. Y mientras esto ocurre, millones de venezolanos se quedaron sin efectivo en esta temporada pre navideña, sin poder comprar la poca comida que se consigue, ni adquirir otro tipo de bienes, algo que nunca había pasado en Venezuela. Si esto no es un atraco, no sé de qué otra forma podríamos denominarlo.
Y es que hasta la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica Venezolana, con la autoridad moral y la prudencia que todos le reconocemos, este fin de semana condenó duramente estos hechos: “Poner fuera de circulación, en este momento del año, el billete de más alta denominación (Cien bolívares) y la manera apresurada de implementar la medida han causado graves molestias a toda la población y han provocado indignación, rechazo y violencia. (…) Los pobres, como siempre suele suceder, han sido los más perjudicados y los más indefensos con las decisiones tomadas”.
 Igualmente, la jerarquía episcopal denunció que las grandes masas populares “de la noche a la mañana se han quedado prácticamente sin recursos ni poder adquisitivo a fin de poder conseguir los insumos necesarios para su alimentación, transporte, medicinas y para cubrir los gastos necesarios de la cotidianidad”. Y no vaciló enseguida en afirmar que “el Gobierno ha llevado a cabo medidas terribles  y precipitadas que perjudican a todos, sin tener en cuenta que son servidores de un pueblo que de verdad está sufriendo el menosprecio de todos los dirigentes políticos”.
Los obispos católicos, por cierto, también condenaron la falta de pronunciamientos oportunos de la oposición frente a este desastre y enfatizaron que muchos venezolanos “no dejan de expresar sus sentimientos de frustración y de abandono por parte de quienes debían estar dando la cara y promoviendo soluciones justas”. Por desgracia, algunos de esos dirigentes opositores estaban más ocupados de sus precandidaturas y “hallacazos” que de acompañar a la gente en un momento tan aciago. Resultan francamente condenables su derroche de recursos, su frivolidad y sus ambiciones bastardas ante tanta desgracia colectiva.
Por lo visto, necesitamos otro gobierno y también otra oposición. El país no puede seguir hundiéndose con más dirigentes mediocres, ineptos e insensibles. Necesitamos un liderazgo experimentado y firme a todos los niveles, gente auténtica y honesta, que esté a la altura del desafío venezolano de hoy.
Ojalá que el actual sea el último de los peores regímenes que hemos sufrido en nuestra historia.

@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 20 de diciembre de 2016.