martes, 13 de marzo de 2012

Verdades: UN RÉGIMEN AGOTADO




 Por donde usted lo mire, amigo lector, el actual es un régimen agotado.  

  El primer agotado es precisamente su jefe único. Agotado política, mental y físicamente. Ya no da para más, y los hechos así lo confirman. Por supuesto que el suyo fue un proyecto político y personal agotado desde sus mismos inicios por inviable, anacrónico, antihistórico y -como se ha demostrado hasta la saciedad- por catastrófico para el país y su gente.  

  Pero también su discurso luce agotado. Hace tiempo que no se le oye una idea nueva, fresca, interesante. Por el contrario, se repite a sí mismo como un disco rayado. Y esto no es reciente, por cierto. Desde el principio, esos discursos han sido siempre básicamente esquemáticos, primarios, casi escolares. Se trata de unas pocas ideas raquíticas, nada originales, simples consignas, que sus acólitos repiten como si se tratara de nuevas «verdades reveladas».
 

 Agotado también está su papel como jefe del régimen. Y esto es muy grave para la subsistencia posterior del chavismo. Porque al haber convertido la República en una vulgar autocracia, dependiente única y exclusivamente de su jefe único, con las degeneraciones perversas que traen consigo el culto a la personalidad y el endiosamiento de su caudillo, el chavismo firmó su propia condena de muerte si aquel desaparece.   

 Nunca fueron capaces de enfrentar a su «comandante presidente» y advertirle lo fatal que resultaría encomendarse a un jefe único, sin sustituto ni relevos de ninguna especie. Y allí están hoy los resultados trágicos: no hay nadie a la vista para reemplazarlo, llegado el caso como parece, entre la fauna de enanos intelectuales y políticos que lo rodean, degradados a tales por su propio jefe, cuya infinita vanidad, narcisismo y megalomanía ahora condenan a la extinción al movimiento que lo ha venido apoyando.  

 El segundo factor también agotado sin remedio es su pésimo equipo humano, a todos los niveles. Un equipo integrado por sujetos profundamente corruptos, ineptos, irresponsables e insensibles, con las excepciones que puedan existir y que se desconocen.  

  Si se analizan, por ejemplo, sus diversos equipos ministeriales desde hace 13 años, notarán con facilidad que siempre ha estado integrado por las mismas caras. Los pocos cambios producidos conforman un círculo vicioso, producto de una permanente rotación entre ellos.
 

 Así, de repente, un mediocre ministro que ha fracasado en educación lo nombran en el despacho de energía eléctrica, y fracasa igualmente. Hay otros que están en un determinado ministerio, los sacan, lo prueban en otros y, finalmente, lo devuelven al anterior cargo. Al jefe único no le importa que sean burócratas incapaces y fracasados. Lo único que le importa es que le sean fieles y leales hasta la exageración.
 

 Por eso es que estos ministros han resultado ser los peores de toda nuestra historia republicana, lo cual es mucho decir, por cierto. Y es que a su penosa carencia de credenciales o aptitudes se une su obsecuencia perruna frente al jefe único. Son, por lo general, unos pobres diablos, sin criterio propio ni personalidad, sin ideas ni iniciativas descollantes. Hay que ver cómo han perdido miserablemente su tiempo sentados largas horas en los shows televisivos de su «comandante presidente», aplaudiendo como focas cualquier disparate que se diga, en lugar de estar en sus despachos trabajando o recorriendo el país, oyendo los graves problemas que vivimos y, sobre todo, aportando soluciones a los mismos.
 

 Y el tercer elemento, también agotado de manera dramática, es el movimiento político que ha venido sirviendo de plataforma de apoyo al régimen y su jefe único. De aquel movimiento popular arrollador y emotivo de años atrás, quedan muy pocas cosas que valgan la pena. Salvo algunos cuantos que aún creen en una supuesta «revolución socialista y bolivariana» -un auténtico injerto de gallo con morrocoy, insisto una vez más-, lo demás ha devenido en oportunismo, clientelismo y corrupción. Sus jefes y favoritos se han enriquecido groseramente y de simples «patas en el suelo» hasta hace pocos años, hoy son magnates con inmensas fortunas aquí y sobre todo en el extranjero.  

 Pero el pueblo llano que había venido siendo engañado por ellos, ya se ha dado cuenta de la estafa que se le hizo en todo este largo tiempo. Por esa poderosa razón, cada vez más los abandonan y se incorporan al cambio que se anuncia desde ya para el próximo siete de octubre, con la candidatura victoriosa de Henrique Capriles y la alternativa democrática.  

  El chavismo como proyecto político y movimiento popular ya se agotó. Su único destino inmediato será la atronadora derrota que les espera en las próximas elecciones.



Gehard Cartay Ramírez

 
La Prensa de Barinas, Martes, 13 de febrero de 2012.