domingo, 23 de abril de 2017

MENTIRAS, TERRORISMO Y REPRESIÓN



MENTIRAS, TERRORISMO Y REPRESIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Estos, por lo visto, son los últimos recursos que le quedan a la dictadura chavomadurista en su afán de aferrarse al poder.
Sin ningún apoyo popular, desprestigiado a nivel internacional y repudiado por la inmensa mayoría de los venezolanos, el régimen cuenta, al día de hoy, solamente con el apoyo de la cúpula militar. La pregunta es si ese apoyo les será suficiente para mantenerse.
La experiencia histórica, por cierto, afirma lo contrario. Y allí están casos harto significativos, como el de la todopoderosa dictadura comunista soviética, que cayó como un castillo de naipes, o el desenlace de tiranías como las del sur del continente y, aquí mismo, la de Pérez Jiménez, en 1958.
Pero quien haya oído a Maduro en su perorata del domingo anterior puede concluir en que el sujeto no sabe la historia de casos similares al suyo. Por eso incurre en los mismos errores anteriores. Porque amenazar con el ejército en la calle, luego de dos semanas con la Guardia Nacional y la Policía Nacional reprimiendo multitudes desarmadas y pacíficas como nunca lo había hecho gobierno alguno, no es sino un reconocimiento tácito de que el régimen se encuentra en sus estertores finales.
Pero Dios ciega a quienes quiere perder. Más fácil les hubiera sido permitir en 2016 la convocatoria del referendo revocatorio presidencial y las subsiguientes elecciones regionales, en lugar de ordenar su inconstitucional suspensión a un obsecuente como irresponsable CNE. Los costos hubieran sido infinitamente menores que los que tendrá que pagar ahora, con todas las consecuencias del caso, incluyendo su enjuiciamiento en el tribunal internacional de La Haya por  crímenes de lesa humanidad.
Y no sólo eso. Tal vez se hubieran salvado del tribunal más importante, el de la Historia, si luego de la muerte del jefe único hubieran tenido la inteligencia y el coraje de dar un gran viraje y llamar a la unidad nacional, con una amplia amnistía y profundas rectificaciones económicas y financieras para recuperar el aparato productivo del país.
Si hubieran tomado esas decisiones se habrían adelantado en algo para enfrentar la escasez, el hambre y la ruina que hoy asolan a la mayoría del país por culpa del legado del extinto jefe. Pero, como también dice el refrán popular, Dios no le da cachos a los burros. La cúpula podrida actual prefirió enterrarse con quien la dejó como heredera del desastre que sufrimos, en lugar de pasar a la historia tratando de salir del mismo. Allá ellos con sus responsabilidades.
Ahora la realidad, terca como siempre, los condena y de qué manera. Porque su estupidez ha sido tan colosal que ni siquiera fueron capaces de asociar su dictadura con un elemento que –salvo contadas excepciones– siempre le ha sido consustancial a los regímenes de fuerza: la de mejorar el nivel vida de sus ciudadanos, crear riqueza, enfrentar la delincuencia, etc.
Analícese, al respecto, la mejoría en el campo económico que trajeron consigo las dictaduras de Pérez Jiménez y Pinochet, por ejemplo. O las de Mussolini y Hitler, antes de que ambos enloquecieran con sus tesis guerreristas y expansionistas. Todas ellas en su momento crearon empleo, atrajeron inversiones, garantizaron seguridad frente a los delincuentes y construyeron importantes obras públicas. Pero estos de aquí, como decía CAP, “ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario…”
Porque la verdad es que, luego de 18 largos años perdidos (menor tiempo que Pérez Jiménez y Hitler, el mismo de Pinochet y cuatro años menos que Mussolini), el chavomadurismo militarista no deja nada bueno como legado, a pesar de casi dos décadas en el poder y de haber dilapidado y robado más de 950 mil millones de dólares, cantidad que, por cierto, no manejaron ninguna de las dictaduras citadas.
Por eso ahora sólo les queda como único recurso el manejo criminal de las mentiras, el terrorismo y la represión. Mentiras cínicas (no digo infantiles, por la perversidad que las caracteriza) y que pocos se tragan. Las que han utilizado recientemente para referirse a lo sucedido a Maduro en San Félix constituyen el peor irrespeto a los venezolanos, a quienes, por lo visto, la cúpula podrida cree descerebrados.
Lo del terrorismo está a la vista: mientras hay ya más de 400 presos de la oposición, no hay un sólo detenido de las bandas armadas terroristas del régimen, que vienen saqueando, matando y haciendo de la suyas con total libertad e impunidad.
Y lo de la represión –por lo obvia y porque la dictadura cree que es su salvavidas– está allí, afectando miles de venezolanos cuyo único “delito” es aspirar a vivir en democracia y en libertad.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 18 de abril de 2017.
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domingo, 16 de abril de 2017

LA DICTADURA EN SU LABERINTO



LA DICTADURA EN SU LABERINTO
Gehard Cartay Ramírez
Son muy pocas las alternativas que tiene la dictadura venezolana para salir airosa de la crisis que ella misma ha creado en 18 años de desgobierno.
Por primera vez, el régimen de Maduro está acorralado por casi todas partes. Tanto, que lo único que lo sostiene es el alto mando militar. Ya no tiene pueblo que lo apoye y son evidentes las fisuras surgidas entre algunos de sus dirigentes, para no hablar del inconformismo inocultable de sus menguadas bases populares, que también sufren la terrible crisis que atormenta a los venezolanos.
Lo más importante de todo es que su cúpula podrida sabe que la inmensa mayoría del pueblo quiere su salida del poder. Hay una arrechera generalizada contra Maduro y su claque y ya no existe ningún lugar, a lo largo y ancho de Venezuela, donde la gente no esté harta de su incapacidad, corrupción e insensibilidad. El país se hunde por todos lados, mientras el autócrata hace chistes malos y repite sus barbaridades ya antológicas, para disimular su difícil situación.
Resulta evidente que la mayoría de los venezolanos quiere que se vayan. Lo demuestra la incesante movilización que en todas partes viene registrándose para evidenciar una protesta popular y pacífica, cada vez más multitudinaria, frente a la cual el régimen no tiene otra respuesta que la represión indiscriminada.
(Ya se sabe, por cierto, que esa es la respuesta de toda dictadura agónica. En nuestro caso, la represión contra el derecho constitucional a manifestar se ejerce como nunca antes se había visto, al utilizar armas de guerra y gases tóxicos, prohibidos por la Constitución Nacional y los organismos internacionales de derechos humanos, al considerarlos crímenes de lesa humanidad. Si esos represores creen que nunca serán condenados, tendrán que cavar cuevas en el desierto del Sahara para esconderse. Lo que no podrán, desde luego, es evitarles a sus hijos y nietos la vergüenza de que sus antecesores dispararan y reprimieran a unos compatriotas indefensos que sólo luchaban por la libertad y la democracia.)
Si tal es la insostenible situación de la dictadura, quienes se le oponen y luchan contra ella no pueden darle respiro ni descanso. Ninguno de sus adversarios puede contentarse con victorias pírricas y volver a cometer el error -en que varias veces se ha incurrido- de permitirle recuperarse creyéndole sus ofertas engañosas.
Como la que este domingo, por cierto, asomó Maduro al “ofrecer” elecciones regionales para “darle una pela a la oposición” (¡!). Al respecto, no se puede olvidar que las exigencias de esta lucha no son sólo electorales, sino que van más allá: sacar a Venezuela del tremedal en que la ha hundido el chavomadurismo, lo cual sólo es posible mediante su salida del poder; el reestablecimiento de las instituciones democráticas y la independencia entre los Poderes Públicos; el respeto a la Asamblea Nacional, como expresión soberana de la voluntad popular; libertad para los presos políticos, nombramiento de nuevos TSJ y CNE y -como no- convocatoria a elecciones generales, tanto nacionales como regionales.
Lo que no podemos aceptar es el “caramelo envenenado” de unas simples elecciones regionales. Porque ese no es el problema, ni el anhelo de la gran mayoría de los venezolanos. El problema no es cambiar gobernadores o alcaldes. No. El objetivo esencial de esta lucha es cambiar al régimen por la vía constitucional y democrática, por supuesto.
Hay que rechazar el gradualismo en cuanto a estas exigencias. Tienen que ser planteadas todas en conjunto, y no por partes. Y esto no es un radicalismo estúpido o algo parecido. Es, por el contrario, lo que aconseja la experiencia frente al chavomadurismo.
¿O habrá que recordar que cuando Ledezma ganó la Alcaldía Metropolitana de Caracas lo primero que hicieron fue despojarlo de la sede y sus recursos, y crear inmediata e ilegalmente una “jefatura de gobierno” paralela, sin olvidar que hoy lo tienen preso? ¿O que a cada gobernador electo por la oposición le nombraron un supuesto “protector” que maneja los recursos que se le niegan a aquellos? ¿O, más recientemente, el caso de la Asamblea Nacional electa abrumadoramente por los venezolanos en diciembre de 2015, cuando la oposición democrática obtuvo las dos terceras partes, todo lo cual no impidió que el régimen la desconociera desde el principio, a través de su inconstitucional TSJ, y hasta intentaran disolverla hace poco, como bien se sabe?
La insurrección civil en marcha está por encima de las pequeñas apetencias de algunos; y, si se viene dando con tanta fuerza, es para torcer el rumbo de esta Venezuela arruinada y reconvertirla en el país de progreso que todos queremos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 11 de abril de 2017



domingo, 9 de abril de 2017

AHORA MÁS QUE NUNCA



AHORA MÁS QUE NUNCA
Gehard Cartay Ramírez
Si alguien tenía alguna duda de que Venezuela padece hoy un régimen dictatorial, la reciente sentencia golpista de la Sala “Constitucional” del TSJ la disipó.
Porque, sencillamente, la única verdad es que el TSJ no tiene potestad para despojar a la Asamblea Nacional de sus facultades. Tamaño abuso no aparece en ninguna de las atribuciones constitucionales que le señala el artículo 266, al igual que no aparece por ningún lado la figura del “desacato” que ellos han inventado para acabar con el parlamento venezolano. Todo es una simple superchería.
Lo peor es la manera como resolvieron el impasse, según Maduro: el Poder Ejecutivo le ordenó al TSJ revisar la sentencia y recular en todo lo actuado. Y lo hizo por TV, como para que no quedaran dudas de que aquí no hay división de poderes, sino un régimen totalitario.
Por eso mismo, intentaron acabar con el Poder Legislativo, lo que -aquí y en cualquier parte- constituye un vulgar golpe de Estado. Ya lo venían haciendo por partes. Desde el mismo momento en que los venezolanos elegimos la nueva Asamblea Nacional (AN) en diciembre de 2015, y le dimos la mayoría de sus dos terceras partes a la oposición democrática, el régimen madurista se propuso desconocerla, con la abierta obsecuencia del Tribunal Supremo.
Desde entonces, casi todas las leyes aprobadas por la AN fueron automáticamente declaradas nulas por el TSJ, sin otra razón como no sea la de desconocer al Poder Legislativo y suplantarlo. Por eso mismo cometieron la barbaridad de “recibirle” la Memoria y Cuenta a Maduro, aprobarle créditos presupuestarios y, en definitiva, asumir las competencias legislativas, todo ello en abierta violación de la Carta Magna.
Con estos antecedentes, ningún venezolano informado podía extrañarse de tan criminal acción. Lo digo porque desde hace varios años el país ha retrocedido en todos los órdenes y ya no somos la democracia que fuimos entre 1958 y 1998.
Ahora estamos sometidos a una dictadura postmoderna, si cabe el término, más propia de un mundo globalizado, sin que pueda sustraerse de la observación internacional y sus respectivas presiones. Y porque si bien es cierto que internamente existe la censura y autocensura en la mayoría de los medios de comunicación social, la internet y las redes sociales permiten todavía denunciarla aquí y afuera como lo que es. El mundo entero lo sabe, y el régimen chavomadurista ya no puede seguir ocultando su propia naturaleza dictatorial.
La oprobiosa decisión del tribunal de marras terminó de quitarles la careta de “demócratas” con la que han intentado ocultar su condición de golpistas genéticos. No hay que olvidar, a este respecto, que el chavismo nació de un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992, cuyos proyectos de decretos, si hubieran triunfado, configuraban una dictadura militarista y fasciocomunista. 
Ya se sabe que en 1998 aquel lobo se disfrazó de inocente oveja para ganar las elecciones. Por supuesto que quienes fueron engañados sabían que aquellos eran una cáfila de golpistas redomados. Pero la hipocresía del candidato felón (que negó entonces ser socialista; calificó a Cuba como una dictadura; y se comprometió a respetar la democracia, la propiedad privada y el pluralismo) llevó a muchos ingenuos a apoyarlo. Ya sabemos que aquellas promesas eran puras mentiras y que luego en el poder hizo todo lo contrario de lo que ofreció al país entonces.
Estamos, pues, ante un régimen de facto, que actúa al margen de la Constitución y del Estado de Derecho, ante lo cual el pueblo venezolano debería hacer uso del artículo 350 de la Constitución, que lo autoriza a desconocer “cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. Claro: esta es la letra, pero hay que ponerle música. “Y ahí está el detalle”, como decía Cantinflas.
Por de pronto, ahora que la dictadura está atorada, la señora Fiscal General de la República, una vez que hizo la denuncia “de la ruptura del hilo constitucional” por parte del TSJ, deberá adelantar el enjuiciamiento de sus miembros, a fin de condenarlos por su actuación violatoria de la Constitución.
Y la Asamblea Nacional deberá, ya, “declarar la nulidad de las designaciones de los magistrados express, exigir la liberación de los presos políticos, destituir a todos los miembros de la Sala Constitucional y desautorizar uno a uno los actos írritos que decretó el ejecutivo sin someterlos a su control”, tal como lo ha propuesto el constitucionalista Tulio Álvarez.
Ahora más que nunca.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 04 de abril de 2017.
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