sábado, 9 de abril de 2016

LA LEY DE AMNISTÍA: JUSTA Y NECESARIA



LA LEY DE AMNISTÍA: JUSTA Y NECESARIA
Gehard Cartay Ramírez
La gran mayoría de los venezolanos desea salir de esta pesadilla que nos acogota y que volvamos a ser una sóla familia.
La cúpula podrida del régimen está, en cambio, opuesta a esa necesaria unidad nacional. Desde el principio, ellos apostaron por la confrontación, la división y el odio entre nosotros. Ese fue el legado de su extinto jefe único y lo continúan ejecutando sus herederos, mediante una política de terrorismo, persecución y judicialización del adversario que, oportunamente, permitirá enjuiciarlos por crímenes de lesa humanidad.
Por eso han anunciado que no aceptan la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional que acaba de aprobar la Asamblea Nacional. Se alzan así contra la soberanía popular, la Constitución Nacional y el Estado de Derecho, lo cual no puede sorprender a nadie pues este régimen siempre ha sido genéticamente golpista. Nacieron gracias a la traición y la felonía de sus fundadores, quienes acudieron al golpe de Estado en 1992 para intentar imponer su credo fasciocomunista.
Pero su cinismo es desvergonzado al respecto. Su extinto jefe y los facciosos presos que lo acompañaban en Yare, imploraron a moco tendido una ley de amnistía que los liberara, a pesar de que su traición a la democracia produjo centenares de muertos. Hace poco, monseñor Ovidio Pérez Morales, Obispo de Los Teques, dio a conocer una carta de los golpistas implorando a la Iglesia que mediara al efecto.
Son tan cínicos que, por ejemplo, apoyan que en Colombia se apruebe una ley de amnistía para liberar a guerrilleros de las FARC y del ELN, que han asesinado, secuestrado y herido miles de personas, todos crímenes de lesa humanidad. En cambio, aquí se la niegan a presos políticos que no han matado ni secuestrado a nadie, sino que simplemente han hecho uso de sus derechos constitucionales a la protesta.
Por desgracia, esa cúpula siempre se ha mostrado mezquina, malagradecida y perversa. Luego de que intentaran derrocar mediante un cruento golpe de Estado al gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez en 1992, este tuvo la generosidad de sobreseer -junto a su sucesor, el presidente Ramón J. Velásquez- a 270 oficiales golpistas, quienes salieron en libertad escasos meses después de su indigna actuación. Y ya se sabe que el presidente Rafael Caldera hizo lo mismo en 1994 con los oficiales que encabezaron el golpe de Estado. Por cierto, muchos lo critican aún por esa decisión, pero olvidan que aquel fue un proceso iniciado entonces por el propio presidente Pérez, principal víctima del golpe de Estado de 1992.
La República Civil (1959-1998) demostró así su capacidad de perdón y reconciliación, movida -sin duda- por la buena fe y tal vez una dosis grande de ingenuidad frente a la pésima catadura moral de aquellos que perdonó en su momento. Esa pésima catadura moral, por cierto, la demuestran hoy nuevamente al negarse a apoyar este esfuerzo de conciliación y de paz que tanto está necesitando Venezuela en las amargas y desgraciadas circunstancias que sufrimos.
La mala fe de la cúpula podrida que manda la demuestran también sus “argumentos” para rechazar la Ley de Amnistía. Dicen que esa ley va a liberar “asesinos” y “criminales”. Y eso es una mentira descomunal: la ley sólo pondrá en libertad a detenidos por delitos políticos (los llamados presos de conciencia), nunca a criminales y asesinos. Bien se sabe que esos presos políticos son procesados sin que se hayan demostrado los delitos que se le imputan. Y hasta hay fiscales acusadores que renunciaron a sus cargos denunciando que todo lo actuado en contra de esos presos de conciencia -especialmente en el caso de Leopoldo López- forma parte de una tramoya montada por el régimen.
La Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional cumple con todos los extremos constitucionales y legales. Va a liberar solamente presos políticos que no han cometido crímenes de lesa humanidad. No son asesinos, insisto, sino luchadores por sus ideales.
Por lo demás, el presidente de la República no tiene facultades para desconocer esa ley. Y si no la promulga, la Asamblea Nacional lo hará, según el artículo 216 de la Constitución. Además, es función privativa de la Asamblea Nacional decretar amnistías (Art. 187, ordinal 5), por lo que el Tribunal Supremo tampoco puede objetar la citada ley, a menos que esta contemple amnistía por violación de los derechos humanos y delitos de lesa humanidad, que no es el caso, como queda demostrado. Por supuesto, al régimen nada de eso le importa y con seguridad su TSJ la declarará inconstitucional, a pesar de no serlo.
Pero la amnistía hoy es una necesidad y un sentimiento nacional, apoyada por la abrumadora mayoría de los venezolanos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 05 de abril de 2016.