domingo, 5 de enero de 2014

LA OPOSICIÓN: ACIERTOS Y ERRORES (III)
Gehard Cartay Ramírez
Analizados ya en mis dos anteriores columnas de opinión el papel de la oposición democrática y sus limitaciones estratégicas, culmino estas notas refiriéndome a su actual liderazgo y a algunas de sus equivocadas conductas.
Resulta obvio que hay que replantear el liderazgo opositor a todos sus niveles, analizando sus fracasos y aciertos a la luz de los resultados de las últimas elecciones, visto que esa ha sido la estrategia que la cúpula de la MUD ha privilegiado. Hay mucho dirigente opositor ya agotado electoralmente, cuyas repetidas candidaturas no han calado entre la gente. No digo que den un paso al costado, por cierto. Pero creo que tal vez podrían ser mucho más útiles si se dedicaran a la lucha social, a acompañar a la gente en sus problemas y a meterse en los sectores populares que aún son proclives al régimen.
La verdad es que no todos los dirigentes opositores sirven para ser candidatos triunfadores. Y quienes ya lo han sido y han fracasado en varias oportunidades deberían entenderlo así, con la mayor humildad y franqueza. La marca de las derrotas continuadas es muy costosa y, a veces, termina malogrando a algunos dirigentes, cuya fama de perdedores permanentes equivale a una especie de pava incurable.
Hay otros dirigentes que también están obligados a ceder su lugar. Me refiero a quienes han venido diseñando las estrategias, insistiendo sólo en lo electoral -como lo planteé en mi anterior artículo de prensa- pero desdeñando la lucha de calle, el combate social con la gente y sus problemas y la penetración de los sectores que son más resistentes a la prédica opositora democrática.
Deberían convencerse de que la sóla vía electoral no es suficiente, como nos lo vienen gritando los resultados electorales. Que hay que transitar otros caminos, como los ya señalados y algunos otros que puedan plantearse en el porvenir.
Me quiero referir ahora a lo que considero conductas equivocadas por parte de ciertos liderazgos opositores.
La primera tiene que ver con un asunto que no terminan de metabolizar algunos líderes opositores: su posición frente a la tan denostada República Civil (1959-1998), a la que el régimen ha demonizado y vituperado tan errónea como injustamente. Aquellos opositores que se jactan de ser nuevos (“más futuro que pasado” es su absurda consigna, como si el pasado no fuera un hecho concreto frente a un futuro que no existe aún)  han acabado compartiendo el discurso chavista, que reniega de los logros de la reciente democracia civil venezolana. Esta operación inmoral y cicatera los ha colocado en el limbo, pues alguna gente ha preferido “comprarle” la idea al chavismo y no a los opositores que la han hecho suya también.
La verdad es que la oposición democrática debe reivindicar los logros de la República Civil y la tradición democrática venezolana a partir de 1958, así como criticar sus fallas, si quiere ser auténtica y creíble ante los venezolanos. Debe, al propio tiempo, proponer al país su proyecto modernizador, progresista y libertario. Lo demás es continuar confundiéndose y confundiendo a los demás.
Por analogía, esos sectores también deben cesar en sus posiciones generacionales, que dividen a la disidencia en lugar de unirla. (Algunos de ellos, inclusive, caen en la tentación de la anti política, gravísimo error, por cierto.) Ufanarse de ser “nuevos” no le dice mayor cosa a la gente y excluye automáticamente a quienes no lo son. Ser “nuevo” no es garantía de honestidad y capacidad, como tampoco es lo contrario. En realidad, la única garantía al respecto es la honestidad y autenticidad de la persona, sea nueva o no.
Otra falla a corregir es su actual posición frente a las condiciones electorales impuestas por el CNE, dirigidas siempre a beneficiar al proyecto de poder perpetuo del régimen. Hay que adoptar una actitud más radical y menos estólida en este asunto. Porque si lo que se ha privilegiado es lo electoral, no se entiende esa pasividad y hasta resignación frente a un sistema eleccionario diseñado a favor de quienes ahora detentan el poder. 
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¿Quién ganó el 8-D, visto que ambos polos se atribuyen la victoria? Para mí está claro que fue la oposición democrática. Vea usted los resultados finales, que, por cierto, revirtieron los inicialmente dados por el inefable CNE: PSUV obtuvo 5.265.930; MUD sumó 4.410.238. Las otras fuerzas lograron 1.122.425. Hubo 412.977 votos nulos, algo extraño. Y la abstención fue del 41 por ciento. En este contexto el régimen es el perdedor, pues quienes no votaron por los candidatos oficialistas y los que se abstuvieron son la mayoría. Sume usted y saque sus conclusiones.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 31 de diciembre de 2013