miércoles, 12 de junio de 2013



LA DEGENERACIÓN DE LAS ETIQUETAS
Gehard Cartay Ramírez
En política, como también en otras áreas del quehacer humano, las etiquetas abundan y, por esto mismo, tienden a degenerarse.
Fíjese el amigo lector en el caso del chavismo. Su líder, luego de haber fracasado como golpista en febrero de 1992, por lo que estuvo detenido unos meses, siendo posteriormente sobreseído y puesto en libertad (hechos que lo hacen coincidir con la figura de Hitler, por cierto), consiguió en la utilización politiquera de la figura de Simón Bolívar un filón tan útil que lo llevó, inclusive, a la presidencia de Venezuela, contando para ello con la ingenuidad o la estupidez de unos cuantos que votaron por él en 1998.
Fue así como la etiqueta del “bolivarianismo” se transformó en una vulgar bandera política, detrás de la cual se escondía una enfermiza ambición de poder, inescrupulosa y delirante, por lo demás. Nunca antes la figura del Libertador fue tan manipulada y explotada, de manera calculada y rapaz, como lo hizo el teniente coronel Chávez, en función de golpista, de candidato y luego de presidente.
Fue tan obscena aquella manipulación que convirtió a Bolívar en “socialista”, cuando él mismo, por definición propia, dijo ser un hombre de pensamiento liberal: “Yo soy siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria”, escribió en 1812 en el Manifiesto de Cartagena. Y es que no podía ser de otra manera: todos, por no decir casi todos, quienes lucharon por la independencia latinoamericana, se inspiraron en el pensamiento liberal que animó a la Revolución Francesa, primero, y a la Revolución Estadounidense, después.
Por supuesto que no es ninguna novedad la utilización política de la figura de Simón Bolívar, hecho que él mismo advirtió en vida: “Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates" (Carta a Antonio Leocadio Guzmán, Popayán, 6 de diciembre de 1829).
Siempre hubo, desde 1830 hasta hoy, voces hipócritas que han asumido el pensamiento de Bolívar como bandera y se escudan detrás de la figura del Libertador para justificar crímenes y ambiciones bastardas, pretendiendo hablar por él cuando sólo las ideas bolivarianas pueden hacerlo. Prostituyen su mensaje y pretenden convertirlo en prisionero de sus concupiscencias, al utilizarlo para sus fines políticos rastreros.
Pero el chavismo ha sido tan impúdico en ese manejo utilitarista de la figura del Libertador que creó luego ese injerto de gallo con morrocoy que todavía sigue usando: el mal llamado “socialismo bolivariano”. Era, sin duda, una manera de identificar a Bolívar como “socialista”, lo que constituye una aberración histórica, y al propio tiempo, justificar al socialismo con las aguas lustrales del bolivarianismo. Mataban entonces dos pájaros de un tiro, al identificar al socialismo con la figura del Libertador, tan cara al imaginario político-religioso de los venezolanos.
Así fue como del “bolivarianismo” los propagandistas del régimen han ido deslizándose hacia otra etiqueta, igualmente manipulable por su carga romántica: “el socialismo”, con el agregado presuntuoso, además, “del siglo XXI”. Insisto, al respecto, que lo del socialismo “no pasa de ser una simple entelequia y una utopía inviable, en el mejor de los casos”. Y que “ha sido siempre una farsa histórica, incapaz de generar el acceso a una sociedad igualitaria, participativa y comunitaria, como la imaginaron algunos de sus teóricos más eminentes” (La farsa socialista, “La Prensa”, 04-06-2013).
La etiqueta, sin embargo, la usa el chavismo para “endulzar” su proyecto totalitario, aunque, en el fondo, no debemos olvidar que la mayoría de las dictaduras siempre se han arropado con el término “socialista”, como lo señalé la pasada semana en este mismo espacio.
Ahora viene la utilización de una nueva etiqueta, esta sí carente absolutamente de todo significado y sentido: la del “chavismo”, si se la quiere institucionalizar, como es la pretensión del régimen, al utilizarla para adjetivar instituciones del Estado. Ahora hasta en el saludo militar, por ejemplo, se usa el formalismo, ridículo, de “Chávez vive” (¿?), a lo que se responde “la lucha sigue” (¡!). Ya varias veces la cúpula de la Fuerza Armada, politizada y partidizada en abierta violación del artículo 328 de la Constitución que lo prohíbe expresamente, ha afirmado que aquella es “bolivariana y chavista”. Y hasta se ha visto algunos uniformados portando chalecos antibalas con la inscripción “Guardia Nacional Chavista”, sin faltar la imagen del extinto en las instalaciones militares, algo inconstitucional  e ilegal.
De seguro el próximo paso tal vez sea intentar sustituir al Libertador por el golpista de 1992 como figura representativa de la nacionalidad. Ojalá no caigan en semejante despropósito, porque harán otro ridículo más confundiendo la gimnasia con la magnesia.
Ya está bueno de etiquetamientos absurdos y vacíos. Lo que los venezolanos debemos ahora, y lo lograremos Dios mediante dentro de poco, es unirnos todos en la lucha por sacar a este país del foso en que lo han metido y regresarlo al camino de su engrandecimiento y progreso. Así será.

LA PRENSA de Barinas - Martes, 11 de junio de 2013.