AQUÍ Y AHORA
Gehard Cartay Ramírez
La actual situación nacional es de suma gravedad. Estamos en momento
crucial: o permitimos que aquí se consolide otra dictadura y se continúe
agravando aún más esta gigantesca crisis; o luchamos valerosamente por la democracia,
la soberanía nacional y una mejor calidad de vida para todos.
Está muy claro, a estas
alturas, que el régimen acelera su conversión en un modelo antidemocrático en
la medida en que siente que su final está cerca. Su permanente violación de la Constitución,
de las leyes y de la soberanía popular tiene como objetivo fundamental la
pretensión de mantenerse en el poder a toda costa.
Todo está al descubierto. Al
proceso de desmantelamiento de las
instituciones democráticas -iniciado en 1999- se agrega ahora desconocimiento
de la soberanía popular expresada en el voto. Y todo ello porque el pueblo les
ha dado la espalda y ahora los rechaza contundentemente. Por eso tienen cercada
a la Asamblea Nacional, la única institución legitimada por la gran mayoría de
los venezolanos. Por eso pretenden inutilizarla en beneficio de la peorrocracia
reinante, así como intentan continuar silenciando los pocos medios de
comunicación social independientes.
Por este
camino el régimen acosa y reprime a quienes disienten de su proyecto
totalitario, utilizando para tales efectos sus fiscales, sus tribunales de
justicia, ciertos componentes militares y sus policías represivas contra los
adversarios políticos. Mientras tanto, la delincuencia goza de total impunidad
y asesina todos los días venezolanos inocentes. Por contraste, cada día hay más
presos políticos, perseguidos y exiliados. En cambio, asesinos y delincuentes
andan libremente cometiendo crímenes de todo género.
En paralelo, el régimen ha sumido al país en una
gravísima crisis económica y social. Luego de largos años de borrachera
financiera, corrupción, despilfarro y robo generalizado de 950 mil millones de
dólares, el régimen continúa endeudando aún más a Venezuela, entregando como
garantía los recursos de la Faja Petrolífera del Orinoco y el llamado Arco Minero,
ambos de riqueza incalculable, en lo que constituye una condenable entrega de
nuestros recursos, algo expresamente prohibido por la Constitución Nacional.
Mientras tanto, los sectores populares se hunden en la miseria, la pobreza y la
falta de oportunidades
Nuestros
problemas son ciertamente dramáticos: no hay comida y sigue en aumento el hambre
y la desnutrición infantil. Crecen la miseria, la pobreza extrema, la corrupción
oficial, la delincuencia, el desempleo y la crisis generalizada de los
servicios públicos (especialmente en salud, agua, electricidad, etc.), el déficit
alarmante de viviendas para los sectores populares, las invasiones rurales y
urbanas de propiedades privadas, la quiebra del sector industrial agropecuario,
el abandono oficial de las comunidades de las ciudades y del campo, etc.,
etcétera.
La Toma de Caracas, prevista para este primero de septiembre, debe demostrar que la lucha
del pueblo venezolano contra la tiranía no ha cesado y que ahora más que nunca
debemos estar alertas para impedir que vuelva a repetirse ninguna otra. Pero,
además, ahora tenemos otro deber trascendente: impedir que Venezuela siga
hundiéndose, en medio de la infelicidad general, el hambre, la inseguridad y
los pésimos servicios públicos.
Venezuela
debe vivir en libertad y en democracia. Pero, precisamente porque ambos valores
están hoy en serio peligro de desaparecer, reiteramos nuestro llamado a
permanecer en pie de lucha contra el despropósito de instaurar en Venezuela un
régimen dictatorial.
A los
resignados y los temerosos no está de más recordarles que nos quedan aún dos
armas constitucionales y democráticas: la protesta popular y el voto. Si las
utilizamos con valentía y decisión, aquí no habrá más espacio para una nueva
dictadura.
A quienes en
su desesperación insistan en reprimir y atentar contra el pueblo debemos
recordarles que los crímenes de lesa humanidad no prescriben y que el largo
brazo de la justicia los buscará donde estén, así sea debajo de las piedras.
Cada uno, tarde o temprano, tendrá su Nüremberg. Y no sólo eso: también los
juzgará el infalible tribunal de la Historia, para vergüenza infinita de sus
descendientes.
Aquí y ahora, hagamos nuestra
aquella advertencia del Papa Juan Pablo II ante situaciones cruciales como la
actual: “Despierta y reacciona: es el momento…”
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 30 de agosto de 2016.