EL TÚNEL DICTATORIAL
Gehard Cartay Ramírez
Resulta evidente, a estas
alturas, que el régimen está decidido a consolidar su modelo totalitario y
antidemocrático. Todas sus decisiones han venido apuntando hacia ese objetivo.
Por ello, la actual situación
es de suma gravedad. Aquí nadie puede ya llamarse a engaño o pretender que nada
grave está ocurriendo. El país vive hoy un momento crucial: o permite que se
consolide una tiranía que termine de liquidar nuestro sistema de libertades y
continúe agravando aún más la crisis económica y social que nos afecta; o lucha
denodadamente por recuperar la democracia, la soberanía nacional y la mejoría
de la calidad de vida de su población.
El irrespeto sistemático de la
Constitución y las leyes, la violación permanente de los derechos humanos, el
desconocimiento de la voluntad popular -representada por la Asamblea Nacional
elegida en diciembre de 2015-, el golpe de Estado contra el referendo
revocatorio exigido por la mayoría, el aplazamiento inconstitucional de las
elecciones regionales y la represión y judicialización indiscriminada contra
sus adversarios, son elementos suficientes para quienes aún duden que entramos
en el túnel dictatorial.
Está muy
claro que lo que se persigue -ya de manera indisimulada y obscena- no es otra
cosa que el total desmantelamiento del sistema democrático y el desconocimiento
definitivo de la soberanía popular reflejada en el voto, así como la
liquidación del régimen de partidos, todo ello en beneficio de la autocracia
reinante, que se sabe rechazada por la mayoría del pueblo venezolano.
Por este
camino el régimen acosa y reprime a quienes disienten de su proyecto
totalitario, utilizando para tales efectos a sus organismos judiciales, a
ciertos componentes militares y a sus policías represivas, trayendo como
consecuencia el aumento considerable de presos políticos, perseguidos y
exiliados que hoy demuestran la indiscutible naturaleza autoritaria y
dictatorial del actual régimen.
En paralelo, como nos consta a
todos por sufrir sus efectos letales, el régimen sigue hundiendo al país en una
gravísima crisis económica y social. Luego de casi 15 años de borrachera
financiera, despilfarro y robo generalizado de más 950 mil millones de dólares,
Venezuela se encuentra hoy quebrada y arruinada. De allí que, ahora mismo, el
régimen ande pidiendo dinero prestado a otros países, dando como garantía los
recursos de la faja petrolífera del Orinoco y del arco minero de Guayana, en lo
que constituye una condenable entrega de nuestros recursos, algo expresamente
prohibido por la Constitución Nacional. Mientras tanto, los sectores populares
se hunden en la miseria, la pobreza y la falta de oportunidades
En el caso
específico de los barineses, hoy sufrimos como pocas veces en nuestra historia
una profunda crisis, pues a los problemas estructurales que nos acogotan -y que
son los mismos que martirizan al país entero-, hay sumar las dificultades
puntuales de la región.
Nuestros
problemas son ciertamente dramáticos: hambre, miseria, pobreza extrema, escasez
creciente, corrupción oficial, delincuencia, desempleo, crisis generalizada de
los servicios públicos (especialmente en salud, agua, electricidad, etc.),
asesinatos a mansalva, asaltos y secuestros a granel, inseguridad jurídica de
personas y bienes, déficit alarmante de viviendas para los sectores populares,
invasiones rurales y urbanas de propiedades privadas, quiebra del sector
agropecuario gracias a la agricultura de puertos adelantada por el régimen,
pésima vialidad urbana y rural, abandono oficial de las comunidades de las
ciudades y del campo, etc., etcétera.
La pregunta obligada, frente a
esta terrible situación, es si -a su vez- ciertos dirigentes opositores están
concientes del siniestro plan que ejecuta el régimen. Y la pregunta viene a
cuento porque algunos de ellos se comportan como si estuviéramos en una
democracia plena y efectiva. No faltan aquellos que están en campaña desde hace
tiempo para unas supuestas elecciones sin fecha todavía, gastando recursos
millonarios en estos tiempos de serias limitaciones para la mayoría, y
privilegiando sus intereses personales por encima de los del resto de los
ciudadanos.
Que nadie, insisto, se llame a
engaño: la libertad y la democracia están seriamente amenazadas. Por esa
poderosísima razón, nadie sensato puede ahora permanecer de brazos cruzados
mientras se cumple puntualmente el despropósito de consolidar en Venezuela un
régimen dictatorial.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 31 de enero de 2017.