DEL SOCIALISMO A LA TRAGEDIA
HUMANITARIA
Gehard Cartay Ramírez
Todos los
regímenes socialistas o comunistas, sin excepción, han terminado en grandes
fracasos, luego de producir tragedias humanitarias absurdas.
Lo grotesco es que esos mismos regímenes
prometieron algo que parecía lo más próximo al paraíso terrenal. Prometieron
más libertad, derechos humanos, bienestar y progreso. Pero cuando llegaron al
poder esos mismos partidos comunistas o socialistas degeneraron en
totalitarismos criminales y violadores de los derechos humanos, e hicieron
retroceder sus pueblos, condenándolos al atraso, el hambre y la pobreza.
Así fue en la extinta Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), que se constituyó con Rusia y sus vecinos, luego
en la China de Mao Tse Tung, los países de la Europa Comunista, la Cuba
castrocomunista, el Chile de Allende, Vietnam, Corea del Norte, Laos y la
Nicaragua sandinista.
El gran
error del socialismo o comunismo –ambos son lo mismo, como lo anotó alguna vez
Fidel Castro– estriba en que nunca quiso reconocer la primacía de la persona
humana sobre el Estado, a fin de que éste estuviera a su servicio. Hizo
exactamente todo lo contrario: someterla al poder omnímodo de aquél. Al convertir
al Estado en lo esencial y poner todo lo demás a su servicio, contrarió el
orden natural de las cosas, y allí está la clave su estruendoso fracaso como
sistema político, económico y social.
Porque lo
única verdad es que la persona humana es el alfa
y omega de todo. Y es a su
servicio que deben estar el Estado, la economía y todo cuanto le concierne como
centro de la creación. Desconocer esta realidad supone ir a contracorriente de
la naturaleza humana, lo que justifica entonces el derecho a la rebelión, como
lo proclamó en su momento Santo Tomás de Aquino (1225-1274).
De tal
manera que allí está el gran error conceptual del socialismo o comunismo. Lo
que sucede es que casi siempre se han presentado con un falso ropaje humanista,
en virtud de que son –insisto– una ideología colectivista en esencia, que
privilegia al Estado y no al ser humano en sus derechos y deberes. Por ello
siempre sacrifican la libertad, la propiedad privada y la iniciativa
particular, con lo cual derivan, indefectiblemente, en dictaduras y tiranías de
la peor especie.
Esa perversión ha traído como consecuencia grandes
tragedias humanitarias, que han costado centenares de millones de vidas
humanas, muchas más que las producidas por las guerras o por el genocidio nazi.
Desde los fusilamientos en masa de campesinos por órdenes de Lenin en los
inicios de la revolución soviética, pasando por las prácticas criminales estalinianas
posteriores, hasta las grandes hambrunas tanto en la Rusia como en la China
comunistas, sin dejar de lado el paredón castrista al mando del Ché Guevara o las matanzas colectivas del
dictador camboyano Pol Pot, el socialismo comunista siempre figurará entre los
grandes crímenes contra la humanidad.
Sin embargo, al final y por mandato de la historia,
invariablemente desaparecen, a veces de manera fulminante, como sucedió con la
URSS o la Europa comunista, y otras mutando hacia economías de mercado, con una
oligarquía comunista al frente del Estado como sucede hoy en China y Vietnam.
Ahora
mismo, Venezuela se adentra en una experiencia similar, a pesar de que vivimos
en pleno siglo XXI y de que nuestro destino superior debiera ser otro en virtud
de sus riquezas naturales y demás potencialidades, todas ellas capaces de
asegurarnos progreso y bienestar, si fueran otros los gobernantes. Por
desgracia, sufrimos ahora un serio retroceso en esa lucha histórica por nuestra
superación.
La
llegada al poder de unos militares golpistas y aventureros, acompañados por
seudointelectuales marxistas y comunistas, hoy convertidos casi todos en ladrones
y peculadores del tesoro público, ha significado la destrucción de la Venezuela
en ascenso que éramos hasta 1998. Hoy la han convertido, paradójicamente, en
una nación hambrienta y empobrecida, a pesar de ser una de las más ricas del
mundo en materia de recursos naturales, entregados a mafias rusas, chinas,
cubanas e iraníes, en conjunción con la cúpula podrida que manda.
Frente a
este cataclismo, dicho sea sin exagerar, hay todavía algunos compatriotas que
preguntan ¿qué va a pasar?, como si
fueran de otro país, en lugar de preguntarse (y responderse): ¿qué vamos a hacer?, algo que a todos
nos envuelve, y a la que Santo Tomás dio respuesta hace ya varios siglos…
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 28 de noviembre de 2017-
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