martes, 10 de julio de 2012


Verdades

CANSÓN, REPETITIVO Y FASTIDIOSO

Gehard Cartay Ramírez

@gehardcartay

Así lucen, luego de largos 14 años, el régimen y especialmente su jefe único.
Ambos están agotados desde todo punto de vista: carecen de fuerza, vigor y empuje, envejecidos en sus ideas anacrónicas y en sus promesas refritas. Llegan así al final de su experiencia histórica, vencidos por el peso muerto de una gestión de gobierno catastrófica, inmoral, corrupta e insensible, que ha destruido las instituciones democráticas y convertido la República de Venezuela en una autocracia dictatorial, pretendidamente bolivariana, para ofensa póstuma del Libertador.
Analícese, por ejemplo, la verborrea presidencial que padecemos desde 1999. Al principio, pudo tener algún impacto y mereció la atención de buena parte del país. Lo explicaba entonces la circunstancia de una lógica expectativa ante la llegada al poder de alguien que se auto presentaba como la personalización del cambio y la honestidad.
Muchos no caímos en esa trampa, entre otras razones porque no podíamos creer en la palabra de un felón golpista, armado además de una ignorancia delirante -como la calificaría luego Uslar Pietri-, y quien ya había hecho público su ideario fasciocomunista en los famosos decretos que tenía listos, si hubiera tenido la valentía y la inteligencia que se requerían para derrocar al gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992.
Pero millones de incautos sí le creyeron, a pesar de sus antecedentes golpistas, y en las elecciones de 1998 criminalmente lo eligieron presidente. Digo criminalmente, por las consecuencias posteriores de su régimen. Pero no sé si muchos lo hicieron de manera ingenua, aunque ya entonces sí sabían quién era el personaje golpista y traidor a su juramento como militar institucional. En todo caso, el mal ya estaba hecho al votar por el funesto personaje, y hoy la mayoría de quienes lo apoyaron se lamentan de aquel error.
Volvamos a lo del discurso ripioso y repetido del führer sabaneteño. Cualquier estudio semiológico y psiquiátrico lo revela como propio de un carácter paranoide y megalómano. Las mismas frases hechas, los mismos lugares comunes, la pose teatral, la catarata de cursilería que por lo general lo adornan, ya son de por sí claras razones para insistir en lo que ha terminado siendo una letanía repetitiva y fastidiosa.
Pero a todo ello hay que unir la liturgia castro comunista que lo caracteriza en la parte “conceptual”, aunque el término tal vez no sea exacto en este caso. Lo que hemos oído desde 1999 es una vulgar copia de los discursos de Fidel Castro, este sí orador portentoso y carismático en su tiempo. Pero su imitador ha tenido que conformarse con calcar todo ese lenguaje ñangaroso de los años sesenta (el imperialismo yanqui, la oligarquía, los cipayos y lacayos imperialistas, los traidores a la patria, los vendepatria, los pitiyanquis, y un largo etcétera de ripios fidelistas, cuyos derechos de autor por parte del copión de aquí nos han salido carísimos a los venezolanos por los miles de millones de dólares que nos ha cobrado la dictadura de los Castro desde hace una década).
El régimen luce igualmente cansado y fastidioso. Un régimen epiléptico, por lo general “con arrancadas de caballo y paradas de burro”. Un régimen que nunca concluye lo que inicia, que todos los día anuncia planes y misiones que no pasan del papel, y las pocas que logran ponerse en ejecución mueren de mengua al poco tiempo. Un régimen hablador de paja, inepto como pocos y sin gerencia que traduzca sus proyectos en obras y hechos tangibles. Un régimen sin una obra material importante, a pesar de los 950 mil millones de dólares dilapidados, robados y malgastados desde 1999.
(Valga, al respecto, una anotación que revela en toda su magnitud la falta de una magna obra de la que pueda ufanarse el actual régimen para convertirla en el ícono de eficacia y eficiencia: los escenarios escogidos por el Gran Hablador para sus peroratas y actos oficiales siempre son obras de gobiernos anteriores: el Teatro Teresa Carreño, la Sala Plenaria de Parque Central, la Plaza Diego Ibarra, la Avenida Bolívar, sin hablar del Metro de Caracas, a través del cual movilizan gratuitamente a sus seguidores cada vez que hace falta, etc., etcétera. Y aquí, la familia real usa el Gimnasio Cubierto, la Ciudad Deportiva, el Teatro Orlando Araujo o el de PDVSA, ninguno de los cuales es obra suya.)
¿Por qué entonces alguien puede extrañarse de que una cara nueva y fresca como la de Capriles Radonski, con un discurso breve y efectivo, respaldado por una obra de gobierno como alcalde y gobernador, se esté convirtiendo en un fenómeno electoral de cara al próximo siete de octubre?
Porque es obvio que ante el cansancio y fastidio que hoy sienten los venezolanos frente el actual presidente y su pésimo régimen, lo lógico es sustituirlo por una figura distinta, un verdadero relevo. Aquí, como en todas las cosas de la vida, se pone en práctica que “lo que no sirve se bota”, y por eso las grandes mayorías elegirán a Capriles Radonski como el nuevo Presidente de la República.   

LA PRENSA de Barinas, martes 10 de julio de 2012.