sábado, 28 de abril de 2018

LA OPOSICION: OBSTÁCULOS Y OPCIONES


LA OPOSICION: OBSTÁCULOS Y OPCIONES
Gehard Cartay Ramírez
La lamentable división de la oposición democrática ante los supuestos comicios de mayo próximo y la fuerte tendencia a no participar por parte de sectores mayoritarios contrarios al régimen, son francamente preocupantes.
Lo primero que debe destacarse es la falta de unidad opositora. Este es un tema que afecta el desarrollo de una táctica exitosa para salir del régimen, objetivo estratégico fundamental e inmediato. Por desgracia, distintos motivos –algunos de ellos ciertamente despreciables y ominosos– la han venido fomentando, y sobre ellos, en su momento, habrá que producir una seria discusión.
En este sentido, pudiera decirse que, además de la falta de unidad, existe también una escandalosa falta de claridad entre  alguna dirigencia opositora, donde existen sectores que no han terminado de entender la verdadera naturaleza totalitaria del régimen, al punto tal que se comportan –antes y ahora– como si viviéramos en una democracia funcional, lo cual no es cierto, desde luego.
Al parecer, todavía hay quienes no han entendido algo que sí ha comprendido la mayoría, aunque, por desgracia, para mal, al condenarse a la omisión frente al régimen. Me explico: el chavomadurismo ha convencido a mucha gente de que votar es irrelevante, o sea, “votas, pero no eliges”. Elegimos la Asamblea Nacional, pero inmediatamente el régimen y su tribunal supremo la inhabilitaron. Elegimos varios gobernadores, pero el régimen y su CNE los trampearon. Y aún así, hay quienes quieren participar en las próximas elecciones, sin garantía alguna y, lo que es más grave, sin atreverse a exigirlas, lo que además podría atraerles algunos abstencionistas.
Ha sido justamente esa falta de claridad opositora la que ha permitido la aceptación continuada del aparataje electoral del régimen, diseñado para cumplir sus siniestros propósitos. Y si bien es cierto que las oportunidades electorales nunca deben desaprovecharse para contactar la gente, la verdad es que, luego de 20 años en ese macán, lo sensato sería discutir si vale la pena insistir en esa vía sin exigir a cambio condiciones que garanticen que la voluntad de los venezolanos sea respetada, y no seguir como hasta ahora con una participación que vota pero no elige.
(Por cierto que no se entiende cómo una candidatura que pretende presentarse como alternativa frente al régimen no haya seguido insistiendo al respecto. Lo plantearon al principio, y hasta condicionaron su participación, pero luego olvidaron esa promesa. Hoy su mensaje de campaña parece más propio de los lejanos tiempos en que se respetaba la voluntad popular, y no el que debe plantearse en la situación excepcional que enfrentamos, y que no puede definirse de otra manera sino como lo que es: unas elecciones que no son competitivas, como gustan decir algunos politólogos y analistas.
Pero esa falta de claridad a veces resulta insólita. Por ejemplo, leí un tweet del 21 de abril, atribuido al candidato Falcón, donde afirma que el problema de Venezuela “es la economía y no la política”. Sorprendente diagnóstico porque ha sido el modelo politico castrochavista el que producido la tragedia que sufrimos desde hace tiempo. No creo que cueste mucho entender que la política condiciona todo lo demás, y muy especialmente la economía. Así, una democracia sólo se sostiene sobre una sólida economía social de mercado, y nunca en una economía comunista, estatizada y enemiga de la libre iniciativa.)
Otro motivo de preocupación en la difícil situación de la oposición lo constituye la falta de un liderazgo que nos una a todos. Hablo de liderazgo colectivo y, desde luego, de uno con rostro propio. Por ahora, carecemos de partidos fuertes y de líderes con arraigo popular que encausen el mayoritario descontento popular frente a la corrupcion, incapacidad e insensibilidad de actual régimen.
La situación, en este sentido, es tan dramática que la revela en toda su magnitud, como anotamos al inicio de estas cavilaciones, la existencia de dos sectores opositores, uno que no participará en los próximos comicios, y otro minoritario que sí lo hará, pero con una candidatura que, por cierto, presenta debilidades preocupantes, siendo la más grave su falta de credibilidad y de pegada opositora frente a un régimen que ha arruinado a los venezolanos.
Lo deseable sería que se continuara la lucha por las justas condiciones electorales que señalan la Constitucion, las leyes y la equidad. Que se lograra la convocatoria de las elecciones presidenciales para finales de 2018, conforme la Carta Magna. Y que, desde luego, la oposición unida y todos aquellos que rechazan el modelo chavomadurista puedan escoger una candidatura de consenso para enfrentar en condiciones justas y legales al empeño continuista del régimen.
Ojalá la dirigencia opositora en su totalidad pueda ver el bosque y no sólo los árboles, como reza un viejo adagio popular. No será fácil, pero hay que intentarlo.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 24 de abril de 2018.
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miércoles, 18 de abril de 2018

LA OPOSICIÓN EN SU LABERINTO


LA OPOSICIÓN EN SU LABERINTO
Gehard Cartay Ramírez
A pesar de ser mayoría entre los venezolanos, no la tiene fácil la oposición venezolana frente a las presuntas “elecciones” del mes que viene.
Para comenzar, sus fuerzas están divididas en este momento. Diversos motivos, que no voy a entrar a analizar en profundidad ahora, la han partido en dos toletes, de los cuales el más grande se muestra hoy reacio a participar en la convocatoria del tramposo CNE del régimen. Sus razones son valederas, sin duda, aunque su debilidad es haber adoptado una actitud omisiva, lo que nunca arroja frutos en la política y en cualquier actividad.
Pero su argumentación para no ser comparsa de la tramoya electoral del régimen de Maduro es impecable. Nadie en su sano juicio cree en la imparcialidad, decencia y pulcritud del “árbitro” electoral madurista. Nadie, insisto, ni siquiera los participacionistas opositores, quienes sólo apuestan al milagro de una avalancha de votos a su favor como única manera de “evitar” el fraude.
Lamentablemente para ellos, esa avalancha luce difícil ahora, mientras no convenzan a la mayoría opositora que no parece dispuesta a votar por evidentes razones. Pero, además, tienen en contra nada menos que la ausencia de casi cuatro millones de opositores que han abandonado el país en busca de lo que les niega aquí el chavomadurismo.  Y no hay manera de contar con esos votos, si acaso los convencieran, ya que el CNE se niega abrir el registro de electores en el extranjero, como está obligado a hacerlo, justamente porque al régimen no le conviene.
Si esto pareciera ser así, entonces se anula también el argumento de que “si todos votamos, gana Falcón”, o la falsedad de que este sólo perdería por culpa de quienes no voten. Así las cosas, la opción participacionista no parece viable, al menos en este momento. Y aunque todos sabemos que la política es muy dinámica, el tiempo es muy corto de aquí al 20 de mayo para cambiar las cosas, si es que se producen esas “elecciones”.
Por lo demás, la oposición participacionista tiene otra grave dificultad para atraer a la mayoría opositora negada a votar: el haber adoptado una posición unilateral en contra de la mayoría de la MUD y sectores de la sociedad civil, que anunciaron que no participarían, lo que rompe la unidad entre quienes adversamos al régimen. Y eso no es poca cosa, sumada a la debilidad de los grupos partidarios que apoyan su candidatura –a la que no voy a entrar a calificar, como tampoco a sus adherentes–, donde, por ejemplo, existe una fracción de mi partido Copei, y no su totalidad.
En abono de su tesis los participacionistas alegan que en 2015 la oposición ganó las elecciones de la Asamblea Nacional con el actual CNE y sus condiciones. Se trata de una media verdad, porque ciertamente ganó –ojo: en unidad total, no hay que olvidarlo tampoco, y ese no es el caso actual–, pero por un descuido del régimen y su CNE, quienes desde entonces se propusieron no volver a incurrir en aquel error y lo han demostrado con creces hasta el día de hoy.
Si alguien lo duda, allí está el recuerdo de las recientes elecciones de gobernadores, a las que también concurrió unida la oposición, y aún así “perdió” la mayoría de los estados, incluido Lara (cuyo gobernador derrotado es ahora el candidato participacionista), y las de alcaldes, donde sólo hubo participación de algunos sectores opositores. Tampoco debe olvidarse, por ejemplo, el fraude desvergonzado que se le hizo al candidato a gobernador de Bolívar, Andrés Velásquez, hecho que también se repitió en otras entidades, pero cuyos candidatos no tuvieron las gónadas para denunciarlo con pruebas ante el inefable CNE actual.
Y todo ello para no hablar de la “elección” de la constituyente madurista, parapeto con el que ahora justifican todas sus tropelías inconstitucionales y legales, incluyendo la convocatoria del 20 de mayo. No hablemos tampoco del desconocimiento sistemático que el régimen le ha hecho a la Asamblea Nacional como representación legítima de las dos terceras partes de los venezolanos. ¿O faltarán otros ejemplos para convencer a alguien de la vileza del madurismo y su organismo electoral?
¿Si todas estas canalladas las hicieron tratándose de la Asamblea Nacional, gobernadores y alcaldes, no cree usted, amigo lector, que con más razón lo harán cuando lo que está en juego es el “premio mayor”, es decir, la presidencia de la república?
En todo caso, no niego que tienen razón quienes reclaman una posición más proactiva por parte de la oposición que ha decidido no participar y, por lo visto, pareciera quedarse hasta ahora de brazos cruzados. Sobre este punto tratará mi columna de la semana próxima, si Dios quiere.
   @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 17 de abril de 2017.
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sábado, 14 de abril de 2018

UNA OPORTUNIDAD PERDIDA PARA BARINAS


UNA OPORTUNIDAD PERDIDA PARA BARINAS
Gehard Cartay Ramírez
Ya nadie duda hoy en día que la presencia de la familia Chávez en el poder durante dos décadas se convirtió en una extraordinaria oportunidad perdida para Barinas.
Por donde se le analice, medidos tanto por el largo tiempo en que han ejercido la Gobernación del estado como por los cuantiosos recursos que han manejado en estos casi 20 años -todo ello sin mencionar que durante la mayor parte de sus gestiones los gobernadores Chávez eran padre y hermano del entonces presidente de la República-, fácilmente se puede llegar a la conclusión de que sus gestiones han estado por debajo de las expectativas que crearon en su momento.                                                  
Cuando uno y otro fueron elegidos y reelegidos (el padre en 1998, 2000 y 2004; el hermano mayor en 2008 y 2012), la mayoría de quienes votaron por ellos lo hicieron pensando que “Barinas saldría ganando”, dados sus vínculos familiares con el barinés Hugo Chávez Frías, entonces todo poderoso presidente de la República en una época de bonanza financiera que nunca antes vivió Venezuela.
Porque era lógico suponer que la elección del padre y luego del hermano mayor como gobernadores de Barinas podía ser beneficiosa para la región. Eso no tiene discusión, sobre todo si se toma en cuenta que cada presidente, a su turno, ha hecho cosas importantes por su terruño natal.
Sin embargo, en el caso de los Chávez, su elección no resultó tan auspiciosa como lo esperaban sus paisanos. No puede olvidarse que Chávez fue el primer presidente barinés titular de la historia. Antes hubo algunos encargados provisionalmente, pero nunca un nativo de Barinas ocupó la primera magistratura nacional por tan largo tiempo y con tanto poder y recursos financieros. Apenas el general Juan Vicente Gómez lo supera como el presidente que más tiempo estuvo en el poder, veintisiete largos años.
De modo que, desde este punto de vista, los barineses tenían lógicas expectativas con la elección del teniente coronel Chávez Frías como presidente de la república. Lamentablemente, esas esperanzas se esfumaron, no sólo en Barinas, sino en toda Venezuela. Así se perdió una oportunidad extraordinaria, no sólo para trabajar en función de sus promesas electorales, sino también para haber iniciado una nueva era de progreso y desarrollo en nuestro devenir histórico y especialmente en su región.
El balance, a nivel regional en estos casi 20 años, es realmente pobre: lo más destacado en materia de obras tal vez sean el central azucarero de Sabaneta, nunca concluido, ni puesto en marcha; la terminación del hospital Materno Infantil, iniciado por mi gobierno en 1994; el nuevo estadio La Carolina (lamentablemente construido donde estaba el anterior, con lo que perdimos una instalación deportiva que aún tenía muchos años de utilidad en el futuro) y algunos programas de vivienda. De resto, no hay más nada importante que resaltar.
La verdad es que a pesar de todo este prolongado tiempo y de la cantidad de recursos mil millonarios que han manejado, se puede concluir que no existe, realmente, una obra de gobierno como la que esperaba el pueblo de Barinas con la familia Chávez al frente de la gobernación. Y es que no hay otra forma de explicar la eficacia o ineficacia de un gobierno, como no sea analizando su tiempo y los recursos de que dispuso.
Porque, desgraciadamente, esa ineficacia chavista ha multiplicado los graves problemas de Barinas entre 1999 y 2017. Hoy la región se encuentra azotada por la pobreza crítica, la marginalidad, el desempleo, la ruina de la producción agropecuaria, la pésima vialidad rural, la inseguridad, los ineficientes servicios públicos, la escasez de agua potable y de energía eléctrica, entre otros problemas que no fueron enfrentados ni resueltos desde 1999 hasta hoy.
La permanencia del maestro Chávez y su hijo Adán por 19 años, a la que ahora hay que sumar la actual gestión de otro de sus hijos, equivaldría a cuatro períodos constitucionales de la República Civil, por ejemplo, entre 1958 y 1978, durante los cuales Barinas tuvo doce gobernadores adecos, copeyanos e independientes y una obra que mostrar.
Al estilo de un feudo de la Edad Media, la familia Chávez ha gobernado casi 20 años y hoy Barinas está peor que antes. Por eso, mucha gente atribuye el reciente “triunfo” del Chávez de turno como gobernador a las conocidas maniobras del CNE, y no a la voluntad mayoritaria de los barineses, quienes no tienen ninguna razón para prorrogar el mandato de aquellos que los han arruinado en estos 20 años nefastos. 
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 10 de abril de 2018.
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jueves, 12 de abril de 2018

VOTAR PARA ELEGIR


VOTAR PARA ELEGIR
Gehard Cartay Ramírez
El problema no es votar o abstenerse. El problema es votar para elegir. Y eso exige garantías plenas de que, en efecto, será reconocida la voluntad popular.
En mi caso particular no he sido abstencionista. Por el contrario, he votado en todos los procesos electorales desde que me convertí en elector, salvo en 2005, cuando los partidos opositores acordaron abstenerse. Por lo demás, en mi caso personal, debo insistir en que los cargos políticos que he ejercido siempre han sido por elección popular.
De modo que creo en el voto. Pero creo en el voto efectivo. Lamentablemente, hay que admitir que, desde 1999, ese voto ya no tiene la efectividad que establecen la Constitución Nacional y las leyes electorales. Lo que ocurrió entonces es que la oposición democrática estaba obligada a participar en todas esas elecciones anteriores, aún sin garantías plenas, para convencer a la opinión pública internacional de que no era una oposición golpista, argumento que el régimen utilizó hasta el cansancio en su contra.
Hoy en día, esa misma opinión pública internacional –la ONU, la OEA y casi un centenar de gobiernos extranjeros– es la que ahora sostiene que el sistema electoral venezolano está viciado y no garantiza la voluntad del pueblo, dados su falta de transparencia, sus trampas y el apoyo incondicional del CNE al régimen de Maduro.
La pregunta, a estas alturas, es la de si continuaremos asistiendo a la farsa electoral del chavomadurismo o si, por el contrario, estamos obligados a seguir exigiendo garantías plenas para que nuestro voto elija realmente y que no se perderá por las marrullerías del actual organismo electoral.
Así de sencillo, amigo lector. Y por eso insisto en que el problema no es votar o abstenerse. De lo que se trata es de establecer mecanismos y políticas que garanticen a todos los venezolanos que las elecciones serán limpias y transparentes, y no como hasta ahora, convertidas en una especie de caja negra, cuyo contenido sólo conocen el régimen y su CNE.
Hay al menos tres cosas concretas que deben corregirse a este respecto. En primer lugar, un nuevo CNE, designado de acuerdo a los artículos 295 y 296 de la Carta Magna. Desde el año 2000 se han venido designando rectores adscritos al régimen, violando la Constitución Nacional. Ya es hora de acabar con estas prácticas ventajistas, y así hay que exigirlo.
Segundo: hay que auditar el actual registro electoral y abrir uno nuevo con participación de los venezolanos residentes en el exterior. El registro electoral actual está viciado en extremo para favorecer al régimen.
Tres: debe revisarse la automatización del proceso electoral, especialmente luego de las denuncias de la empresa Starmatic sobre vicios e irregularidades al respecto. Tal vez debería pensarse en volver al proceso manual, utilizado hoy en la mayoría de las democracias avanzadas del mundo, visto que todo proceso automatizado es susceptible de ser programado para que produzca determinados resultados.
(Sobre las múltiples irregularidades y vicios de CNE y los procesos electorales convocados desde 1999 recomiendo el libro ¿Elecciones auténticas en Venezuela? Un análisis sobre la imparcialidad, el registro y el sistema automatizado, escrito por Antonio Canova González, Rosa E. Rodríguez Ortega y Tomás Arias Castillo, profesores universitarios y especialistas en temas electorales y administrativos)
Hay tiempo para plantear y resolver estos tres aspectos, pues las elecciones auténticas deben ser convocadas para diciembre de 2018, de acuerdo con lo señalado por la Constitución Nacional. Y ello se explica suficientemente por cuanto se pretende convocar el proceso electoral presidencial ahora en mayo, nueve meses antes de la fecha en que debe posesionarse el nuevo presidente de la República.
Por eso insisto en que debemos continuar la lucha por lograr plenas garantías electorales en Venezuela. Es nuestro derecho y nuestro deber. Y si yo estuviera en el lugar del candidato  Henry Falcón estaría planteando tales exigencias como absolutamente indispensables para participar en un nuevo proceso electoral para elegir al presidente de la República.
Ciertamente lo menos que podemos exigir como electores es que se respete nuestro voto, es decir, el voto de todos. Y por eso hay que insistir ahora en este asunto vital, antes de cualquier otro proceso electoral.
   @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 03 de abril de 2018.
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