martes, 19 de marzo de 2013

UN LEGADO NEFASTO (II)
Gehard Cartay Ramírez

Junto al caudillismo, autoritarismo, militarismo, centralismo y la siembra del odio y persecución a sus adversarios, el legado del régimen de Hugo Chávez también deja otros resultados ominosos.
En el plano institucional, como en cualquier dictadura, su palabra era la ley. Lamentablemente, el extinto presidente siempre se consideró por encima de la Constitución, del Estado de Derecho y del orden jurídico, desconocidos por él cada vez que pudo. A ese despropósito contribuyeron la existencia de una Asamblea Nacional perruna que le entregó sus facultades legislativas y el incondicionalismo vergonzoso del Poder Judicial, siempre presto a avalar sus arbitrariedades y justificar su compulsión a violar las normas jurídicas.
En el plano electoral, el régimen de Chávez contó con un Consejo Nacional Electoral hecho a su medida. A menudo se ha dicho que ganó la mayoría de las elecciones desde 1998. Seguramente fue así en ciertos casos y en otros no. Pero lo que nadie puede dudar es que, a partir del año 2000, esos comicios estuvieron viciados por el fraude, el ventajismo y el uso corrupto y corruptor de los dineros y recursos del Estado para favorecer al régimen. Sus adversarios, en cambio, compitieron siempre en un plano de absoluta desigualdad frente a Chávez y su partido. Fue así como logró potenciar su apoyo popular, echando mano a los recursos de uno de los Estados petroleros más ricos del mundo, como lo es Venezuela.
 Los costos sociales del régimen chavista también son colosales. Aparte de la división y el odio que inoculó a los suyos, están también otros perjuicios. Uno de ellos, trascendente por sus consecuencias, es haberle hecho perder la fe en su país a los jóvenes. Y ello derivó en que la gran mayoría de ellos no creyeran en él y lo combatieran, a pesar de que eran unos niños cuando asumió el poder y no conocieron otro presidente. Otros miles de jóvenes se han ido de Venezuela pensando en que, por ahora, aquí no hay oportunidades de superación, a menos que se identifiquen con el régimen.
Un mito esparcido por la propaganda oficial -y repetido por ciertos opositores ingenuos- atribuye a Chávez haber “colocado a los pobres en la agenda”. Si por tal se entiende su uso demagógico con fines electorales, entonces es verdad que los puso en su agenda personal. Porque lo cierto es que su régimen no ejecutó políticas económicas para sacar a millones de compatriotas de la pobreza, lo que significaba proporcionarles empleo, calidad de vida, seguridad social y oportunidades de superación. Esta es la única manera de acabar con la pobreza, como lo vienen haciendo los gobiernos de Brasil, Chile y Colombia en los últimos años. Pero aquí nada de eso se hizo. Se aplicó una política clientelar de dádivas de migajas, sin crear riqueza y empleo, ni  mejorar la calidad de vida del pueblo.
La inseguridad generalizada es otra herencia nefasta del difunto presidente. Inseguridad personal, inseguridad jurídica, inseguridad de los bienes, etc. Desde 1999 hubo cerca de 200.000 asesinatos en Venezuela. El hampa y la delincuencia campearon en todas partes, sin enfrentarlos a fin de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos. Otros miles murieron a manos de cuerpos policiales, militares y paramilitares del régimen, creándose así un infierno en materia de violación de los derechos humanos.
Tampoco hubo seguridad para los bienes, ni respeto al derecho de propiedad privada establecido en la Carta Magna. Confiscaciones e invasiones, la mayoría estimuladas o consentidas por las autoridades, afectaron a muchos venezolanos, sobre todo en el campo.
Chávez deja una economía en ruinas, a pesar de haber manejado 900.000 millones de dólares, gracias a los altos precios internacionales del petróleo. Nada de eso se tradujo en desarrollo y fortalecimiento económico del país. Por si fuera poco, la deuda externa también la deja en niveles alarmantes. Se volvió a repetir el Efecto Venezuela de CAP I: el país obtuvo miles de millones de dólares petroleros y al mismo tiempo se endeudó como nunca, algo insólito. Y eso para no referirnos aquí a los miles de millones de dólares regalados a otros países, en  perjuicio del pueblo venezolano.
Deja también a Venezuela con la más elevada inflación del continente; el costo de la vida en altos niveles; más de 10.000 empresas cerradas; la producción agropecuaria en ruinas, gracias a las multimillonarias importaciones de otros países; PDVSA en quiebra; desabastecimiento y escasez; altos niveles de desempleo, etc., etcétera.
Un aspecto particularmente vergonzoso es el crecimiento de la corrupción desde 1999. El de Chávez es el régimen más corrupto y corruptor que ha tenido este país. Un régimen que manejó miles de millones sin control, una verdadera caja negra. Sólo basta ver a los nuevos ricos del régimen para comprobar cómo creció la corrupción en estos últimos años.
Chávez, por haber sido presidente, entra en la historia y su legado también. Por tanto, este último está expuesto al análisis crítico. Y desde el respeto a su persona, deteniéndonos sólo en su gestión como gobernante, hice siempre y hago ahora estas observaciones, sobre las cuales -valga anotarlo- ya antes escribí dos libros: Orígenes ocultos del chavismo (2006) y Cómo se destruye un país (2009).
El tiempo, juez implacable, dirá mucho más sobre su nefasto legado. 

   (LA PRENSA de Barinas - Martes, 19 de marzo de 2013)