jueves, 20 de marzo de 2014

ORGÍA DE MUERTE Y REPRESIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Como nunca antes, el régimen chavista usa criminalmente componentes de la Fuerza Armada Nacional para reprimir a la población civil, inerme y desarmada.
Usa también su fuerza policial y sus colectivos terroristas, para masacrar a los manifestantes y demás ciudadanos, con saña y armas de fuego, con odio y violencia pocas veces vistos en un régimen que se autodenomina democrático.
Porque su despropósito ni siquiera puede justificarlo con la presencia de un enemigo interno, armado en igualdad de condiciones, o cosa parecida. No está enfrentando -como el gobierno de Rómulo Betancourt a principios de los años sesenta del siglo pasado- una guerra de guerrillas, armada y financiada por el castrocomunismo cubano. Ni enfrenta tampoco, como CAP en 1989, la irrupción del Caracazo, con saqueos incluidos y enfrentamientos armados, ni mucho menos el golpe de Estado que intentaron Chávez y sus felones en 1992.
 Todo lo contrario: el actual régimen reprime violenta e inconstitucionalmente, de manera desproporcionada, a estudiantes desarmados y ciudadanos inermes, que sólo hacen uso de su derecho legítimo a protestar ante tantos problemas y calamidades acumuladas desde 1999. Frente a las poderosas armas de guerra que exhiben militares, policías y paramilitares con saña asesina, las miles de bombas lacrimógenas -con “gas del bueno”, como decía el occiso, incluyendo el ilegal gas pimienta-, estudiantes y ciudadanos acosados apenas responden devolviendo aquellas o utilizando el modesto recurso de una piedra.
 Pero es obvio que la desproporción de la represión contra las manifestaciones pacíficas es absoluta. Y ello deberían saberlo los jefes militares y policiales comprometidos en estos delitos violatorios del artículo 68 de la Constitución, que prohíbe expresamente “el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas”. Deberían saber, además, que ni siquiera podrán alegar luego en su defensa el cínico argumento de que “que cumplían órdenes”.     
Un régimen que actúa con tanta vileza y desprecio por los derechos humanos tiene que sentirse entonces muy débil, o creerse dueño de la vida y derechos de aquellos, contra quienes utiliza las armas de la República, con el despropósito de imponer su modelo autoritario y neototalitario. Quienes no compartimos ese objetivo estamos entonces en el deber y la obligación de combatirlo, apelando al ejercicio democrático de nuestros derechos ciudadanos.
No podemos olvidar, al respecto, que en poco más de un mes la represión oficial contabiliza 25 muertos -estudiantes en su mayoría-, cientos de heridos, miles de detenidos sin juicio, numerosos casos de salvajes torturas, violación indiscriminada de hogares y de la autonomía de varias universidades, y algo gravísimo como la sospecha de que usan mercenarios cubanos castrocomunistas, disfrazados de guardias nacionales o policías, para reprimir las manifestaciones. Si tal cosa fuera cierta, entonces revelaría en grado sumo el grado de perversión que se ha apoderado de la cúpula podrida del régimen.
Por cierto que el sábado pasado, en un acto vergonzoso, el régimen volvió a presentar nuevamente a la Fuerza Armada Nacional como el brazo armado de su revolución y del PSUV, en otra violación flagrante del artículo 328 de la Constitución, que define a aquella como “una institución esencialmente profesional, sin militancia política (…) al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Maduro y su claque militar volvieron, pues, a meterse la Carta Magna “por el bolsillo de atrás”, como decía el extinto jefe único del proceso.
Pero esta vez fueron más allá. Algunos llegaron al colmo de proferir abiertas amenazas contra la población civil, en un vano como estúpido intento de amedrentarla. Ellos deberían saber que esa no es su función, ni les está permitido politiquear prevalidos de las armas de la República, que son propiedad de todos nosotros. No deberían olvidar entonces que la FAN es una institución no deliberante y apolítica, al servicio de la República y no de un régimen en particular.   
Por si fuera poco, el cinismo del régimen no tiene límites. Mientras reprime a sangre y fuego, matando y atropellando gente, tiene el tupé de llamar a “dialogar”. Todo un acto de hipocresía monstruosa que revela el caradurismo descomunal de Maduro y su claque.
Sin embargo, esa ofensiva inconstitucional, criminal, y represora no ha logrado hacer retroceder la entusiasta protesta pacífica en las calles. Este domingo volvió a reunirse una gigantesca multitud en Caracas y en varias ciudades del interior para protestar contra la injerencia del castrocomunismo cubano en los asuntos de Venezuela, gracias a la actitud antipatriótica de la cúpula podrida del régimen.
Y no podrán detener la rebelión ciudadana en marcha contra estos quince años de un poder envilecido, que desconoce a quienes se le oponen y los persigue y pretende aniquilar en un ejercicio fascista, como pocas veces lo hubo en Venezuela.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 18 de marzo de 2014.