LA CONSTITUCIÓN COMO PAPEL SANITARIO
Gehard Cartay Ramírez
El régimen, luego de ensalzarla y presentarla “como
la mejor del mundo”, ha terminado usando la Constitución como su particular
papel sanitario.
Ya pasaron los tiempos de la machacona consigna del
extinto jefe supremo, según la cual “dentro de la Constitución, todo; fuera de
la Constitución, nada”. Eran aquellos días, ya idos, en que el chavismo contaba
con amplio apoyo popular y, por tanto, necesitaba realizar a cada rato
elecciones para ratificar ese respaldo, presentándose, además, como defensores
impecables de la Carta Magna de 1999 que ellos mismos aprobaron en aquel año.
Ahora las cosas han cambiado de manera radical.
Ahora son una minoría y le tienen terror a las elecciones. Ahora huyen
escaldados de cualquier consulta popular. Ahora hasta amenazan con que no habrá
más elecciones. Ahora desconocen aquella Constitución y violan todos los días
cada uno de sus artículos. Ahora sólo la usan como papel sanitario, insisto.
Todo ha sido una farsa,
al igual que el chavismo como movimiento político. A sus promotores -antes y
ahora- sólo les interesa el poder por el poder mismo. Usan el poder como un fin
en sí mismo, y no como un instrumento al servicio de los demás. Lo han usado
también, desde el primer día, como instrumento oprobioso de dominación y
exclusión de quienes se le oponen. Y lo han usado, fundamentalmente, como un
instrumento para que su cúpula podrida se haya enriquecido como nunca antes lo
hizo una oligarquía plutocrática en el poder.
Ahora se creen por encima de la Constitución. Ahora
se creen con derecho a desconocerla y violarla como les viene en gana. Son,
además -y están jugando con fuego, por cierto-, una minoría corrupta e incapaz
alzada contra la voluntad popular. Y por ser unos enfermos con el poder llegan
a estos extremos -tarde o temprano lo lamentarán con creces- de pisotear la
Constitución Nacional y desconocer la mayoritaria voluntad de los venezolanos.
En su aberrada práctica del ejercicio del poder ya
se han convertido en una dictadura. La violación sistemática de la Constitución
Nacional demuestra, una vez más, el continuo desconocimiento de los derechos
humanos en Venezuela. Aparte de los opositores asesinados, ahora suman cientos
de heridos y torturados, más de un centenar de presos políticos, miles de
exiliados y de padres y madres que sufren la represión y la violencia oficiales
contra quienes solo han ejercido el derecho constitucional de adversar al
presente régimen.
Como lo señaláramos la semana pasada, el
régimen también viola la Constitución al
bloquear el referendo revocatorio contra quien ocupa el cargo de presidente e
impedir las elecciones de gobernadores de diciembre próximo, aparte de las
amenazas abiertas según las cuales no habrá nuevos comicios democráticos.
El perverso empeño en desconocer la Asamblea
Nacional electa por el pueblo en diciembre pasado desnuda también su naturaleza
dictatorial. Usan para tales fines una supuesta “sala constitucional” de
tribunal supremo, cáfila de incondicionales que con el mayor cinismo sólo ha
tomado decisiones inconstitucionales, en su perruna misión de justificar el ejercicio
totalitario de la cúpula podrida que manda. (Se comenta, por cierto, que hoy
martes anularán el proceso constituyente en marcha “por fraudulento”, disparate
con el cual continuarían echándole más gasolina a la candela…)
No contentos con tales
absurdos, Maduro y su combo ahora pretenden aprobar el presupuesto nacional con
prescindencia de la clarísima atribución constitucional que tiene la Asamblea
Nacional al respecto. Atribución, por cierto, que poseen todos los parlamentos
democráticos del mundo, con lo que el régimen venezolano se anotará otros
puntos más para ser declarado como una dictadura por gobiernos y organismos
internacionales.
Están ya lejanos los días
de 1992 cuando de manera hipócrita Chávez y sus felones justificaban su golpe
de Estado contra el gobierno constitucional del presidente Carlos Andrés Pérez
alegando -¡vaya ironía!- “que
había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del
Estado” y “viola de manera diaria y sistemática la Constitución y las Leyes que
juraron cumplir y hacer cumplir”, por lo cual era necesario “asegurar la
estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y
las Leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra
obligación”. (Comunicado publicado en la prensa nacional el 24 de junio de
1992.)
Uno lee y relee estas afirmaciones y
comprueba, una vez más, con cuánto cinismo actuaba esta gente. Porque
justificar un golpe de Estado apelando al argumento de que se viola la
Constitución es el más espectacular ejemplo de desvergüenza. Y peor resulta aún
cuando esos mismos golpistas que ahora mandan terminaron convirtiéndose en los
principales violadores de una Constitución que ellos mismos aprobaron en 1999.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 11 de octubre de 2016.