lunes, 9 de febrero de 2015

¿LICENCIA PARA MATAR?



¿LICENCIA PARA MATAR?

Gehard Cartay Ramírez
En lugar de enfrentar el desastre económico y social que creó en estos 16 años, el régimen -por el contrario- apela a la represión criminal para combatir las protestas populares.
Así, como se sabe, mete presos a los dueños de comercios culpándolos por la escasez y el desabastecimiento producto de las erráticas políticas económicas oficiales desde 1999. O si no, detiene a quien tome fotos a los anaqueles vacíos o a los que osen protestar en las interminables colas para intentar comprar alimentos, medicinas o artículos de consumo personal, hoy escasos y caros.
La semana pasada -ante el previsible aumento de las protestas en curso- el régimen llegó al colmo de autorizar el uso de armas mortales para enfrentar las manifestaciones populares en protesta por la carestía y la falta de alimentos, medicinas y otros artículos. Y lo ha hecho mediante una resolución del Ministerio de la Defensa que, por una parte, viola abiertamente el artículo 68 de la Constitución (que prohíbe el uso de armas de fuego y de sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas) y, por la otra, militariza la represión, lo cual es sumamente grave.
Porque, amigos lectores, esta es una medida que implica nefastas consecuencias de todo orden. En primer lugar, se continúa criminalizando la protesta, algo que se viene haciendo desde los inicios mismos del régimen, en abierta violación a un derecho humano por excelencia. Convertir a la protesta en un crimen y, por tanto, perseguirla y enfrentarla con armas potencialmente mortales equivale a crear un estado de excepción y una suspensión de algunas garantías constitucionales, sin motivos para ello.
En segundo lugar, insistir en militarizar la represión contra manifestaciones pacíficas sólo traerá como consecuencia el crecimiento exponencial de la violencia mortal contra civiles desarmados y, por tanto, el aumento indiscriminado de víctimas fatales, sin que estemos ante un enfrentamiento armado. Normalmente ningún país democrático utiliza sus fuerzas militares para enfrentar manifestaciones civiles, como lo pretende el régimen de Maduro a través de la infeliz resolución oficial que venimos comentando.
Y en tercer lugar, al asumir este tipo de decisiones desafortunadas, el régimen continúa violando los derechos humanos y desconociendo, no sólo la Constitución Nacional que ellos mismos aprobaron en 1999, sino también la Carta Internacional de Derechos Humanos y los mandatos de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Y es que, al consagrar la protesta pacífica y democrática como un derecho humano fundamental, sus defensores insisten que -en caso de perturbaciones del orden público- los organismos policiales “sólo deben emplear los medios que sean indispensables para controlar la situación, siempre de manera racional y proporcionada, respetando el derecho a la vida y la integridad personal”.
Sin duda que la Resolución 8610 es la más clara demostración de la desesperación del régimen ante un país que comienza a mostrar signos de molestia e indignación ante la incapacidad, la irresponsabilidad y negligencia oficiales para buscarle soluciones a la descomunal crisis que sufrimos. Lamentablemente, insisto, en lugar de trabajar por resolverla, se apela a la represión del descontento, con lo cual, por otra parte, agrava aún más la ya de por sí caótica situación que hoy acogota a los venezolanos.
Sin duda que también es catastrófico que a la violencia criminal armada de la delincuencia que azota al país y que ha producido desde 1999 más de 200.000 asesinatos, se le pueda unir ahora la violencia armada del régimen, que también ha ocasionado varias muertes entre estudiantes y opositores en el pasado. Por este camino, si no hay rectificaciones oficiales a tiempo, podríamos entrar en una tragedia humanitaria de impredecibles proporciones, lo cual ya es mucho decir.
Este hecho resultaría sumamente dramático, pues, como bien se sabe, el régimen no se ha ocupado de combatir a la delincuencia desbordada. Por el contrario, la ha convertido en su aliada, y muchos de sus colectivos armados forman parte de la red de malandros que hoy controla pueblos y ciudades venezolanas. Si a esto se agregara, repito, la violencia armada del régimen contra la oposición democrática, hay que imaginar el cuadro desolador que nos espera a los venezolanos.
No deberían olvidar quienes firman la mencionada resolución y quienes la vayan a ejecutar que los crímenes de lesa humanidad son perseguidos mundialmente y no prescriben. Tampoco deberían olvidar que, en tal caso, no podrán alegar la “obediencia debida”, pues son crímenes por los cuales tendrán que responder personalmente.
En Venezuela no existe la pena de muerte y la Constitución prohíbe, sin excepciones, “el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas”. Esta prohibición no puede derogarla una simple resolución del Ministerio de la Defensa. Y aquí nadie puede conceder licencia para matar.
    @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 03 de febrero de 2015.