martes, 25 de noviembre de 2014

VENEZUELA ES UNA LARGA COLA




VENEZUELA ES UN LARGA COLA
Gehard Cartay Ramírez
Bajo el régimen chavista, Venezuela se ha convertido en una larga cola humana.

Pocas veces, en verdad, los venezolanos habían presenciado esta humillación que hoy sufrimos. Las excepciones se dieron durante las primeras elecciones populares de 1946 y 1947, y luego en las décadas iniciales de la República Civil instaurada en 1958 cuando las colas más nutridas sólo se veían el día de las votaciones.

Pero nunca esta grotesca situación que hoy sufrimos en nuestro atribulado país. Nunca antes -hay que decirlo e insistir al respecto-, los venezolanos fuimos obligados a hacer esas largas y humillantes colas para comprar los artículos de la dieta diaria, hoy en su mayoría desaparecidos y caros. Nunca antes hicimos tan largas colas para adquirir medicamentos escasos y costosos. Nunca antes estuvimos perdiendo el tiempo en largas colas persiguiendo pañales desechables, jabones, champú, papel sanitario y detergentes de uso doméstico.

Nunca antes tampoco se vieron estas dolorosas colas de familiares frente a las morgues del país reclamando los cuerpos de sus muertos por la violencia y la inseguridad. Nunca antes hubo estas colas escandalosas de hombres, mujeres, ancianos y niños enfermos en los hospitales buscando ser atendidos infructuosamente.

Nunca antes -salvo durante el paro petrolero de 2002- tuvimos que hacer colas para ponerle gasolina a los automóviles. Nunca antes tuvimos que hacer colas para comprar aceites de motor y otros derivados del petróleo, hoy escasos y caros, a pesar de que en el pasado reciente fuimos un país autoabastecido en esta materia. Hoy la gasolina y otros derivados petroleros escasean porque ya no somos el país productor y exportador de petróleo que fuimos durante un siglo, sino que, por obra y gracia de otro “milagro” del chavismo en el poder, ahora pasamos a ser importadores de petróleo, gasolina y demás subproductos petroleros.

Nunca antes hubo colas para adquirir unos cuantos sacos de cemento a precios astronómicamente costosos, que exceden varias veces su costo real. Hoy es sólo un recuerdo cuando su importe era barato porque teníamos entonces en producción varias fábricas, que luego expropió y arruinó el régimen chavista. Nunca antes presenciamos estas colas para comprar unas pocas cabillas, cuando antes fuimos un país que las producía en grandes cantidades, incluso para exportarlas a los mercados internacionales. Entonces -y eso también es ahora sólo un recuerdo- la industria siderúrgica venezolana estaba entre las primeras del continente. Hoy nuestra industria pesada también está arruinada, luego de haber sido intervenida por el Estado chavista.

Nunca antes, amigo lector, se hacían estas colas interminables intentando comprar neveras, aparatos de aire acondicionado, ventiladores y cualquier otro tipo de electrodomésticos, la mayoría desaparecidos del mercado. Nunca antes tuvimos que hacer cola para comprar cauchos para vehículos, hoy desaparecidos y sumamente onerosos. Nunca antes vimos humillantes colas de personas intentando adquirir baterías para carros, ahora escasas y carísimas. Nunca antes tuvimos que hacer colas para buscar repuestos de cualquier tipo, hoy también desaparecidos y costosos.

Nunca antes hubo tantas colas ante los organismos públicos para tramitar cualquier solicitud de una ciudadanía desatendida y humillada por la corrupta burocracia del chavismo, más ocupada de sus asuntos políticos y personales que de atender a la gente.

Por eso, Venezuela es hoy una larga cola humana. Esa es la característica fundamental que ahora nos define como país. Porque las colas lo que indican es que ahora somos víctimas de la escasez, el desabastecimiento, la desatención y la insensibilidad del Estado chavista frente a sus indefensos y olvidados ciudadanos. Por eso mismo, la gran mayoría de los venezolanos tienen que perder muchas horas de su tiempo en largas colas buscando afanosamente algo de comida, medicinas y otros bienes de consumo para poder subsistir y atender necesidades primarias.

Las colas son la más evidente demostración del imperdonable fracaso del chavismo en el poder. Son la evidencia escandalosa e irrebatible de estos quince años de políticas económicas fracasadas. Son la manifestación vergonzosa de un país quebrado, arruinado y esquilmado como nunca antes por una cúpula podrida que sólo se ha aprovecha del poder para hacerse cada vez más rica, mientras los venezolanos son cada vez más pobres.

Hay colas porque hay escasez. Hay escasez porque acabaron con el aparato productivo privado y porque también liquidaron nuestras empresas públicas, como PDVSA y las industrias básicas de Guayana. Hay escasez porque arruinaron a nuestros productores agropecuarios y cerraron miles de grandes, medianas y pequeñas industrias venezolanas.

La escasez trae consigo la carestía y la especulación. Y ambas también traen aparejadas las colas interminables en que hoy han convertido este sufrido país.    

    @gehardcartay
 LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 18 de noviembre de 2014.

lunes, 17 de noviembre de 2014

EN LA PRESENTACIÓN DE LA "CANTATA CRIOLLA"

Los 90 años del natalicio del poeta Alberto Arvelo Torrealba, celebrados en septiembre de 1995 durante la gestión del gobernador Cartay Ramírez, contaron con una amplia programación, iniciada con el montaje -por primera vez en su ciudad natal- de la "Cantata Criolla" de Antonio Estevez, basada a su vez en la obra "Florentino y el Diablo" del gran barinés. La pieza la ejecutó brillantemente (en la recién inaugurada Ciudad Deportiva) la Orquesta Sinfónica de los Llanos, la Schola Cantorum de Caracas y otros grupos vocales. Fue un momento histórico en la cultura de la región.


EN LA PRESENTACION DE LA
 “CANTATA CRIOLLA”
 DEL MAESTRO ANTONIO ESTÉVEZ

PALABRAS  DEL GOBERNADOR DEL ESTADO BARINAS
GEHARD CARTAY RAMÍREZ


(Ciudad Deportiva “Sucre, Mariscal de Juventudes” de Barinas, 20 de agosto de 1995, en ocasión de los 90 años del natalicio del poeta Alberto Arvelo Torrealba.)

Doctor Oscar Sambrano Urdaneta, Presidente del Consejo Nacional de la Cultura, y Señora de Sambrano.
Mariela y Alberto Arvelo Ramos, apreciados hijos del poeta:
Señores miembros de la Comisión Organizadora de los 90 años del poeta Alberto Arvelo Torrealba.
Autoridades presentes:
Distinguidas amigas y amigos:

Por primera vez se estrena aquí, en la tierra natal del poeta Alberto Arvelo Torrealba, la versión musicalizada de su obra fundamental, Florentino y el Diablo, que compusiera el gran maestro de nuestra música, Antonio Estévez.
Parece increíble -pero así ha sido- que nunca antes se hubiera escuchado en Barinas esta magnífica Cantata Criolla, como bien la bautizara su autor. Desde su estreno en Caracas, hace ya 41 años, los paisanos de Arvelo Torrealba no tuvieron la oportunidad -hasta el día de hoy- de escuchar esta portentosa obra musical, que, como se lo confesara el propio poeta en carta al maestro Estévez en 1961, luego de oírla por vez primera en Maracay, fue para él “como una clarinada, como un alerta de gallos madrugueros, (que) reactivó el espíritu combativo de mis personajes”.
Dijo entonces aún más el poeta al músico: “Al estrenar usted su obra, la música rebalsó la poesía. Por el cauce estrecho de mi Apure coplero, usted puso a correr el Orinoco de su fantástica imaginación musical. A los versos del contrapunteo se asociaron, despertando sugestiones insospechadas, los austeros contornos de las melodías. A cada lado de las estrofas, y por ende a la vera de todo el poema, quedaron, por magia de la música, cual en la vecindad de los ríos después de las crecidas, inmensos charcos luminosos, grávidos de imágenes inéditas”.
   
La calificó luego como “estupenda” en la voz de los solistas Antonio Lauro y Teodoro Capriles, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Venezuela y varios grupos corales.
A pesar de sufrir por aquellos días algunos quebrantos de salud, el poeta le confesó a Estévez en aquella carta, que “cuando resonaron los cascos del caballo, heraldos del vaquero sombrío; cuando el solo de Lauro, trágico y desafiante, hondo de llanería diablesca, encarnó la presencia del espanto, y los coros la tremoliaron hasta desvanecerla; y, sobre todo, cuando la voz de Capriles, inmensa y solitaria, estiró aquel “sabana, sabana, tierra que hace sudar y querer”, como enrumbada hacia las señeras soledades “sin jorobas”, entonces aspiré una saludable sensación de patio familiar tranquilo. Entré en mi mundo. Me di cuenta de que aquella era la misma gente mía, mis propios hijos mayores, a quienes puse una vez a pelear por prepotencias ideales, y que ahora tornan a mí, vestidos de gala, ricos y enaltecidos, pero con el mismo amor y el mismo dolor de la patria con que de mí se fueron”.

Como lo han apuntado sus estudiosos y críticos -entre quienes se cuenta nuestro paisano Alexis Márquez Rodríguez, quien nos acompaña en esta oportunidad tan singular-, la primera parte de esta obra musical fue escogida por el maestro Estévez para componer la Cantata Criolla, en tanto que la segunda parte la extrajo de la versión de 1940. Esta portentosa obra musical, por cierto, fue estrenada en el Teatro Municipal de Caracas el 25 de julio de 1954, en ausencia del poeta, quien se encontraba cumpliendo funciones de embajador en Italia.
Pero fue en cierto modo gracias a la Cantata Criolla que luego, en 1957, el poeta escribiría la tercera y última versión de Florentino y el Diablo. Así se lo comunicaría él mismo al maestro Estévez en la carta que venimos citando:

“Por eso en los últimos toques que di a mi obra al forjar en 1957 la versión definitiva, tuvo que haber algo, acaso mucho de interpretación a esos ecos de su interpretación”.

Para agregar luego: “Y sucedió lo que tenía que suceder: en la nueva planificación de la obra los copleros rivales, en contumacia casi anárquica, se prevalieron de mi entusiasmo, para desbocarse en el desahogo ilimitado de sus argumentos reprimidos. Así nació, con posterioridad a la Cantata Criolla, la versión última de mi poema. La última, digo, porque me propongo no ceder ni un palmo ante el influjo de los personajes: Están otra vez en trance de viva reyerta, pidiéndome que siga la porfía. Categóricamente enfatizo que no lo lograrán”.

De allí la extraordinaria significación de la obra musical que vamos a escuchar a continuación. No puedo lamentablemente extenderme al respecto por cuanto soy también “un perfecto profano” -para decirlo con las palabras que el poeta usó hablando de sí mismo- en la materia, aunque no dejo de ser de ser también, en cierto modo, un melómano aficionado.
Y a pesar de lo dicho por el poeta sobre su “profano” oído musical, tampoco podría dejar de citar su juicio crítico sobre la Cantata Criolla, expresada al maestro Estévez al final de la misiva que hemos venido comentando: “Armonizando antítesis, como en dialéctica de embrujo, su Cantata se nos revela sosegadora e inquietante, llana y profunda, universal y criolla, popular y erudita, real y fantasmagórica. Su fondo permanente es rebeldía. Su fuerza humana, la virtualidad de conmover muchedumbres y pasmar maestros. Su proeza artística, hacernos oír, bajo el cielo de América, con virgen voz americana, el ronco son de remos con que aún golpean a los siglos los trágicos barqueros de la Estigia y el Aqueronte. Dentro de lo musical, la concurrencia de esos rasgos tipifica el signo demoníaco. Lo cual da a usted sitio de honor entre los grandes músicos de inspiración diabólica que patrullea Paganini. Por todo eso, empiezo a sospechar, dilecto amigo, que entre los dos copleros, fraternos en el arte, antagónicos en el rumbo y en la meta de la esperanza, usted ha tenido también su poquito de preferencia por el Diablo”.

Quería, pues, amigas y amigos, traer ante ustedes -en mis breves palabras- estos textos del poeta Arvelo Torrealba en su carta al maestro Estévez, para enmarcar la presentación que estamos haciendo en esta mañana memorable, aquí en los alegres espacios que conforman nuestra Ciudad Deportiva “Sucre, Mariscal de Juventudes”, y que constituyen un escenario extraordinario para que escuchemos en plenitud la poesía del primero y la música del segundo, unidas ambas en esta pieza maravillosa que es la Cantata Criolla, obra, por lo demás, y vaya qué feliz coincidencia, donde se unen el genio de un llanero de Barinas y el de un llanero de Calabozo.
Finalmente, agradecemos los auspicios del CONAC y la participación de los coros de la Cantoría Alberto Grau, la Fundación Vinicio Adames, del Orfeón Simón Bolívar, de la Schola Cantorum, del Coro de Opera Teresa Carreño y de la Coral Barinas, así como de los solistas Idwern Álvarez y Juan Tomás Martínez, todos bajo la dirección del maestro Henry Zambrano. 
Igualmente queremos agradecer el esfuerzo y la dedicación de la Comisión Organizadora de los Noventa Años del poeta Alberto Arvelo Torrealba, integrada por Humberto Febres Rodríguez, José León Tapia, Marisela Febres de Cartay, Elio Vitriago, Hugo Fonseca, Edison Pérez Cantor y Guillermo Jiménez Leal, para hacer posible, por primera vez en la tierra del autor de Florentino y el Diablo, esta presentación de la Cantata Criolla.
Muchas gracias.    

 

sábado, 15 de noviembre de 2014

EL IMPERIO DE LA CORRUPCIÓN



EL IMPERIO DE LA CORRUPCIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Sin temor a equivocarse puede decirse que el actual es el régimen más corrupto en nuestra historia.

Y ello es doblemente significativo. Por una parte, porque la corrupción ha sido una constante -con sus lógicas excepciones- en el ejercicio histórico del poder en Venezuela. Pero, ciertamente, nunca como hasta ahora, la corrupción administrativa se había convertido en un desbordante río crecido que lo inundara todo, como hoy acontece. Los corruptos de antes son insignificantes al lado de los ladrones chavistas, cuyas fechorías han superado todos los latrocinios anteriores contra el Patrimonio Público.

Por la otra, porque los corruptos que gobiernan desde 1999 han manejado recursos públicos como nunca antes los tuvo la República. En 15 años han recibido los más altos precios por la venta del petróleo, unos 100 dólares por barril, aproximadamente. En cambio, el gobierno del presidente Caldera -que lo antecedió-  apenas percibió nueve dólares por barril entre 1994 y 1998. Por lógica conclusión, los corruptos de ahora han disfrutado de miles de millones de dólares como nunca antes los tuvieron otros gobiernos, lo que implica un espectacular crecimiento exponencial de la corrupción desde 1999.

Un solo caso, entre miles, resulta sumamente grotesco al respecto: el robo de 25 mil millones de dólares a la República -y solamente en el año 2012- a través de las operaciones fraudulentas realizadas por CADIVI en beneficio de empresas de maletín propiedad de gente del régimen o vinculada con su cúpula podrida. Esta es la más grande estafa que se ha hecho a la nación venezolana, y una de las más colosales en todo el mundo, por las magnitudes del dinero robado a los venezolanos.

Esta gravísima denuncia, como se recordará, la hicieron en su momento Edmée Betancourt, siendo presidenta del Banco Central de Venezuela, y el entonces ministro de Finanzas Jorge Giordani, altísimos funcionarios de régimen iniciado por Chávez en 1999. De modo que quienes pretenden desmentirla no pueden alegar que tal denuncia fue hecha por la oposición, el imperialismo o los marcianos. Y algo que hay que agregar: a esos dos funcionarios chavistas los sacaron de sus cargos, luego de denunciar este robo milmillonario contra todos los venezolanos.

Hay otras prácticas corruptas, de menor cuantía, pero también demostrativas de la inmoralidad -y lo que resulta más grave aún- de la impunidad con que actúa la cúpula del actual régimen. Una de ellas, por ejemplo, es la utilización de la Residencia Presidencial La Casona por personas sin entidad para vivir allí, a costa del presupuesto público. O la también abusiva utilización de centenares de policías y soldados por parte de familiares de la cúpula gobernante, mientras los venezolanos comunes y corrientes sufren los atentados diarios de la inseguridad.

Un caso particularmente emblemático del abuso e impunidad con que actúan los altos jerarcas del chavismo se puso al descubierto con la detención de una niñera al servicio de la familia del ministro Jaua, detenida en Brasil al descender de un avión de PDVSA que la trasladó a ella y a la suegra de aquel, según todas las informaciones de prensa procedentes de la vecina nación.

Y pensar que en 1999, pocos días después de asumir el poder, Chávez condenó las llamadas “colitas” en los aviones de PDVSA y ordenó la venta de buena parte de la flota de la estatal petrolera. Sin embargo, desde entonces y según medios informativos, las “colitas” se multiplicaron y altos funcionarios con sus familias, son alegres viajeros que turistean por el mundo a bordo de los aviones de PDVSA. Incluso se ha informado que algunos presidentes suramericanos, como Evo Morales, los usan en sus desplazamientos oficiales, lo que -de ser cierto- constituiría un presunto peculado de uso. Se ha informado también que esa flota aérea ha crecido en todos estos años.

Junto a la abierta corrupción oficial lo que indigna igualmente es la impunidad que la protege y deja actuar a sus anchas. Así, por ejemplo, no hay, hasta ahora, un solo preso por el robo de los 25 mil millones de dólares de CADIVI que denunciaron Giordani y Betancourt. El régimen, por supuesto, sabe quiénes son los culpables, pero se niega a publicar sus nombres, salvo algunos pocos que aparecieron para aplacar la molestia en aquel momento, pero los “peces gordos” siguen protegidos por el silencio oficial.

 En el caso Jaua ni siquiera se han molestado en ofrecer una disculpa o una aclaratoria, mucho menos una investigación y menos aún el establecimiento de las responsabilidades a que haya lugar. Total: la impunidad absoluta, que ubica a unos cuantos privilegiados por encima de la Constitución y las leyes.

Mientras tanto, Leopoldo López, Scarano y Ceballos, al igual que unos cuantos estudiantes, siguen presos sin fórmula de juicio. 

   @gehardcartay LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 11 de noviembre de 2014.

lunes, 10 de noviembre de 2014


MILITARISMO Y EXCLUSIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Desde sus inicios hemos sostenido que el régimen chavista es militarista y no civilista.
Al militarismo podemos definirlo como aquel sistema de gobierno en que el estamento militar, en cuanto institución, ejerce de hecho su influencia y poder fundamental sobre todas las demás, independientemente de la ideología política. Por esto mismo, el militarismo puede ser de derecha o de izquierda. Lo que nunca puede ser es democrático ni, obviamente, civilista.
El extinto jefe único del chavismo dijo hasta el cansancio que su movimiento “había nacido en los cuarteles”. Su pecado original, como bien se sabe, fue la utilización del golpismo como vía inicial de acceso al poder. Y en estos 15 años, toda la simbología del régimen ha sido militar: desde aquel vergonzoso “Ordene, comandante, que nosotros obedecemos”, gritado a voz en cuello en sus asambleas partidarias, pasando por las fulanas “patrullas” o las “unidades de batalla” del PSUV, hasta la expresión “rodilla en tierra”, sin que dejar de lado su concepción militar según la cual la política es un combate donde hay que eliminar (“pulverizar”, “convertir en polvo cósmico”, etc.) al adversario.
Pues bien, como resulta obvio, un régimen militarista siempre privilegia a los mandos militares. Es así entonces como se van estableciendo odiosos mecanismos de exclusión y marginamiento de aquellos que no lo son, quienes pasan a ser ciudadanos de segunda. Se crea, por supuesto, una casta oligárquica, a la que se le otorgan privilegios absurdos, mientras el resto de la población debe conformarse con migajas.
En el caso del presente régimen, ya se sabe que altos militares ocupan los principales cargos públicos, incluyendo la mayoría de las gobernaciones e importantes alcaldías, así como curules de la Asamblea Nacional. Por si fuera poco, manejan significativas áreas de las finanzas oficiales, así como redes públicas de distribución y venta de bienes y servicios. Pudiera decirse que controlan los sectores más importantes y estratégicos del Estado venezolano, algo que no sucedía desde la dictadura perezjimenista.
La semana pasada se confirmó ese carácter militarista del régimen. Como se sabe, Maduro anunció un aumento de 45 por ciento en los sueldos de los altos oficiales militares, aparte del aumento del 30% de mayo pasado. Esto, por supuesto, no sería criticable si también se hubiera extendido a los demás servidores públicos. La difícil situación del país, la inflación, el alto costo de la vida, el colapso de los servicios públicos y, en fin, la pesadilla que sufrimos los venezolanos bajo este régimen han hecho que los sueldos y salarios no alcancen para nada, con lo cual nuestra calidad de vida se ha deteriorado gravemente.
Y esa es la razón para que el aumento a la alta oficialidad castrense haya recibido una repulsa generalizada. Porque mientras a ellos se les incrementan sus ingresos de manera tan significativa, los demás empleados públicos siguen cobrando sueldos miserables. Así, por ejemplo, mientras un general cobra treinta mil bolívares (Bs. 30.000,oo), un profesor universitario a dedicación exclusiva gana la mitad, es decir, quince mil bolívares (Bs. 15.000,oo), el director de un hospital cobra siete mil ochocientos cuarenta y cinco (Bs. 7.845,oo) y un profesional universitario de la administración pública percibe apenas cinco mil doscientos cincuenta y un bolívares (Bs. 7.251,oo)(El Nacional, 29-10-2014).
Pero también hay otro hecho discriminatorio: los aumentos sólo privilegian a altos oficiales (Rocío Sanmiguel, La Razón, 02 al 09-11-2014), y aún así un sargento gana más que un médico rural. Mientras tanto, la corrupción, al igual que en el resto del tejido del Estado venezolano, sigue creciendo puertas adentro de la institución militar.
Lo grave parece ser que estos aumentos han sido una constante desde 1999. Un estudio publicado en el periodicolibertario.blogspot.com (30-10-2014) sobre la materia llegó a la conclusión de que en todo este tiempo los altos jefes militares “han gozado 505 por ciento de aumentos salariales”. Así, por ejemplo, entre 1999 y 2003 recibieron aumentos por el orden del 30% cada año. En 2003, 50% y 60%. De 2005 a 2009, 30%. Entre 2010 y 2011 el aumento fue del 90%. Y en 2012, 40%.
Mientras tanto, la vida es cada día más difícil para los venezolanos de menores recursos. El sueldo mínimo es de Bs. 4.251 y la canasta básica ya llegó a Bs. 25.385,96, mientras que hace un año costaba Bs. 11.631,87, según cifras del Cendas (El Nacional, 29-10-2014). Quiere decir que hoy se requieren seis sueldos mínimos para adquirirla, porque la inflación en alimentos llegó al 90 % hace rato, mientras que la escasez se acentúa cada día.
Sin embargo, en medio de esta descomunal crisis económica y social, el régimen no toma correctivos eficaces, no cambia su modelo económico e insiste en medidas odiosas y excluyentes, mientras el resto de los venezolanos hace milagros para satisfacer sus necesidades elementales.       
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 04 de noviembre d 2014.