EL SOCIALISMO COMO FRACASO
Gehard Cartay Ramírez
El actual régimen se cataloga como “socialismo del siglo
XXI, justamente luego de que esa etiqueta ideológica resultara uno de los fraudes
históricos más notables de la historia.
No tiene nada de
raro, entonces, que esta tragedia que vivimos los venezolanos desde hace varios
años también se defina como socialista.
Cualquiera que haya leído un poco de historia sabe que el socialismo ha
fracasado en todas partes porque fue incapaz de desarrollar un modelo económico
que permitiera distribuir la riqueza, promover la iniciativa personal de cada
quien y respetar el derecho de propiedad como una conquista humana lograda por
el trabajo de hombres y mujeres.
El socialismo fracasó estruendosamente en todas partes, al igual que ha
fracasado en Venezuela. Esa es la gran verdad. Primero fue la caída del Muro de
Berlín y la liquidación de la Alemania Comunista por haber llevado al hambre,
la miseria y al atraso aquella parte del pueblo alemán. Luego vino el derrumbe
de la Unión Soviética,
la gran mentira del siglo XX, considerada por sus seguidores como el paraíso
socialista del mundo. Pero se acabó porque su fracaso económico fue de tal
magnitud que, sin que nadie disparara un tiro en su contra, los propios rusos
decidieron liquidarla. El efecto dominó no se hizo esperar: como si fueran un
castillo de naipes también se acabaron las Repúblicas Socialistas satélites de
la Unión Soviética.
Desde la década de los 90, China también abandonó el socialismo como
sistema económico, si bien se mantiene, por ahora, un régimen comunista en lo
político. Algo parecido ocurre con Vietnam, reconvertido también al
capitalismo, luego de 20 años de sistema socialista marxista. A estas alturas,
apenas Corea del Norte y Cuba mantienen esquemas socialistas, lo que ha
significado su fracaso, tanto en el plano político, como en el campo económico
y social. Ambos países son víctimas de férreas dictaduras, donde se irrespetan
los derechos humanos, no hay libertades de ningún género y sus pueblos están
condenados a ser eternamente pobres y miserables.
La mejor demostración del fracaso socialista lo constituye el hecho
indiscutible de que en hoy en Cuba, por ejemplo, la gente huye o trata de huir
hacia los Estados Unidos, aún a riesgo de que los devoren los tiburones. Nunca
se ha visto que los estadounidenses huyan hacia “el mar de la felicidad”
cubana. Todo lo contrario. Lo mismo pasaba entre 1946 y 1989 con la gente de
Alemania Comunista que escapaba hacia la Alemania Demócrata
Cristiana, pero nunca ocurría al revés. La explicación está en que el
socialismo es contrario a las aspiraciones de progreso y superación del ser
humano, y por eso siempre estará condenado al fracaso.
En nuestro caso, el socialismo que ofrece el régimen
que padecemos desde 1999 está fundado en las mismas limitantes e ingredientes
por los cuales ha fracasado en otras partes. Uno de ellos es la conversión de
nuestra gente en pedigüeños de dádivas oficiales, a través de las fulanas Misiones.
Se anula entonces su capacidad para ser autónomos económicamente, susceptibles,
por tanto, de ceder a la presión del régimen cada vez que sea necesario. Lo
mismo pasa con los Mercal y los servicios y bienes que oferta el sector
público, siguiendo el esquema de racionamiento cubano, capaz de controlar así a
la gente para sus fines políticos y clientelares.
No hay en estos mecanismos socialistas ningún incentivo a la superación
de la persona, a su crecimiento económico y social, a su capacidad para tener
su propia empresa o actividad de lucro. Sólo se busca que todos sean empleados
al servicio del Estado, y no de la sociedad, de sus familias y de sí mismos.
No se persigue crear una sociedad de propietarios -como debe ser-, sino
de obreros asalariados en función de las metas del régimen y su cúpula
corrupta. Por eso mismo, el régimen destruyó la industria nacional y quebró al
sector agropecuario. De esta forma se ha producido un empobrecimiento general,
estrangulada la iniciativa personal, impedida la creación y distribución de la
riqueza y casi liquidado el derecho de propiedad como uno de los derechos
humanos fundamentales en toda sociedad auténticamente participativa.
¿Será esto lo que desean los venezolanos? Yo estoy seguro que no. Este
es un pueblo libertario, con capacidades creadoras, sentido de progreso y
espíritu de superación. Por eso mismo, no podemos a aceptar que se nos siga
convirtiendo en un país más empobrecido, sumido en la miseria, la tristeza y el
desamparo como ahora le ocurre al hermano pueblo cubano.
Esto tiene que acabarse pronto, como se acabó en otras latitudes del
planeta que también sufrieron la maldición del socialismo.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 16 de febrero de 2016