miércoles, 10 de julio de 2013

“LA CAJA NEGRA”
Gehard Cartay Ramírez
La falta de transparencia, claridad y sinceridad del actual régimen es una constante desde 1999.
A partir de entonces, se volvió a la característica central de los gobiernos del siglo XIX y buena parte del XX: la oscuridad en los manejos de los recursos presupuestarios, la desinformación en todo sentido y la manía de actuar en la oscuridad -“entre gallos y medianoche”-, con un desprecio absoluto por la opinión de los ciudadanos.
Esta conducta no es gratuita. Obedece a un objetivo asociado a las tendencias neo autoritarias o totalitarias del régimen que las practique: ocultar la realidad a la opinión pública, la misma que en las auténticas democracias tiene un peso fundamental en la toma de decisiones.
Por lo que se refiere a esta nefasta experiencia de poder -para no llamarla gobierno, pues no merece tal nombre-, ya sabemos que nació en las oscuridades de la conspiración, la traición a la Constitución de 1961 y del golpe de Estado. Fue aquel grupo de conspiradores, felones y facinerosos del 4 de febrero de 1992, nacidos como una logia militarista perversa, el que en su paranoia sicopática se propuso asaltar el poder por la vía armada para imponernos un régimen fascio comunista a los venezolanos en pleno siglo XX.
Por eso esta experiencia oscura y criminal tiene una explicación tan “lógica” como siniestra. No se le puede pedir, en consecuencia, otra actitud a quienes hicieron de las tinieblas y la hipocresía su método ideal para conspirar contra la democracia y asaltar el poder en función de un proyecto hegemónico, como el que ahora padecemos en este país.
Por eso, el actual régimen -militarista y autoritario- procede como lo viene haciendo desde hace casi 15 años, convertido en una auténtica “caja negra”, a la que no es posible acceder desde afuera ni ver su contenido ninguna manera. Si alguien duda lo que afirmo le señalo apenas un dato, pero muy esclarecedor: se vienen ejecutando desde hace al menos una década tres presupuestos públicos paralelos: el “oficial”, aprobado por la Asamblea Nacional y supuestamente publicado en la Gaceta Oficial, conocido por muy pocos; el que maneja directamente el presidente de la República, secreto y de uso reservado; y el que ejecuta PDVSA, igualmente confidencial e ignorado por la mayoría.
Es obvio que esta circunstancia, gravísima y atentatoria contra los intereses de los venezolanos, se ha convertido en un gigantesco caldo de cultivo para que el actual sea el régimen más corrupto y corruptor de la historia venezolana y latinoamericana, para no hablar del mundo.
Así han utilizado los cuantiosos petrodólares que ingresan al Fisco Nacional para tres objetivos fundamentales. El primero y más importante lo constituye el enriquecimiento desaforado de su cúpula podrida y, en paralelo, la creación de una nueva plutocracia, socia y financiadora de sus proyectos personales y políticos (la reciente compra de una cadena de periódicos y de varios canales de televisión es muestra palpable al respecto).
El segundo objetivo es haber convertido al Estado y sus recursos en un instrumento financiero al servicio de sus propósitos de permanencia larga en el poder. Hoy en día, el régimen financia a su partido político como si fuera el partido del Estado. No hay límites entre los recursos del proyecto político y los del Estado. Este existe en función de aquel, y punto. Todo esto conforma un descomunal acto de corrupción como pocas veces se ha visto en el mundo moderno, a excepción de las dictaduras comunistas y fascistas, hoy extintas en su mayoría, con vergonzosas excepciones como Cuba y Corea del Norte.
Y el tercer propósito -aunque mejor sería llamarlo despropósito- es el de internacionalizar esta funesta experiencia. Miles de millones de dólares nuestros (que han debido invertirse en planes de empleo y mejoría de la calidad de vida de los venezolanos, es decir, escuelas, hospitales, viviendas, agua potable, electricidad, etc.) se destinaron a financiar la llegada al poder de los actuales presidentes de Bolivia, Ecuador, Perú, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Argentina y Brasil (en ambos casos incluyendo sus anteriores mandatarios), sin dejar de contabilizar los recursos gastados en algunos países del Caribe, así como las experiencias fracasadas de México, Honduras o Colombia y los cuantiosos recursos destinados a la guerrilla colombiana.
Esta monumental corrupción del régimen chavista la arropa la impunidad más absoluta. No hay contraloría, ni fiscalía, ni tribunales que sean capaces de enjuiciarla. Vivimos tiempos de ignominia, complicidades y cabronerías institucionales, como pocas veces antes.
Cuando toda esta purulencia -que se ha tragado ya más de 900.000 millones de dólares- finalmente explote, el mundo y los venezolanos se asombrarán. 


LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de julio de 2013