viernes, 28 de marzo de 2014

A QUIENES NO OYEN CRECER LA YERBA
Gehard Cartay Ramírez
Dicen que Mao dijo alguna vez que “hay quienes no oyen  crecer la yerba”.
Al parecer, se refería a los que no atisban los cambios que, a veces, se maceran de manera silenciosa. Creo que hoy en Venezuela está pasando algo así, y por eso algunos, tanto en el régimen como en la oposición, definitivamente parece que “no escuchan crecer la yerba”.
Y es que, después de este mes y medio de multitudinarias manifestaciones de protesta y de una vigorosa rebelión estudiantil y ciudadana contra el poder envilecido de Maduro y su cúpula podrida, pareciera que hay alguna gente que no entiende lo que está pasando, mucho menos sus poderosas e históricas consecuencias.
Definitivamente, la muerte de 34 venezolanos -en su mayoría jóvenes estudiantes-, centenares de heridos y torturados, miles de detenidos, innumerables hogares violados, universidades allanadas, todo ello resultado de la represión feroz de la dictadura de Maduro y su combo, no han sido suficientes para que el régimen y la oposición electoralista entiendan que se ha iniciado una nueva etapa en la lucha por recobrar la libertad y la democracia.
Unos y otros, insisto, “no oyen crecer la yerba”.
El régimen, porque se niega a reconocer que perdió la calle y el favor de buena parte de los venezolanos. Por eso, hoy exhibe una orfandad popular impresionante. Sus escasas y costosas movilizaciones dan pena ajena, especialmente la última del sábado pasado, cuando unos cuantos centenares de estudiantes fueron obligados a marchar a su favor, mientras una inmensa multitud de varios cientos de miles de venezolanos plenaron calles y autopistas de Caracas y de las principales ciudades del país.
Fiel a su concepción fasciocomunista, el régimen de Maduro pretende simplificar lo que está ocurriendo. Apela entonces al libreto desarrollado por la dictadura castrista de Cuba desde hace medio siglo: quienes se le oponen son “traidores a la patria”, “oligarcas” que actúan “por órdenes del imperio”, “golpistas”, etc., y el largo rosario de insultos que vomitan todos los días en cadena nacional de radio y TV. Esta semana anterior han llegado al colmo de detener y enjuiciar sumariamente a alcaldes opositores electos por el pueblo, mientras siguen amenazando a otros, lo que desnuda aún más esto que no merece otro nombre que el de dictadura.
En realidad, lo que pretenden es que los venezolanos nos calemos sin chistar la gravísima crisis actual, resultado directo del desastre que dejó Chávez y que Maduro ha agravado en apenas un año. El cada vez más alto costo de la vida, la inseguridad, el desabastecimiento y ahora el racionamiento de los artículos básicos, la corrupción milmillonaria de la cúpula ladrona del régimen, la inflación, las continuas devaluaciones de nuestra moneda, el colapso de los servicios públicos, el drama de la salud, etc. etcétera, así como la grosera injerencia de la dictadura castrocomunista de Cuba, son razones más que justificadas para que la protesta popular se mantenga y acreciente.
Pero el régimen, desasistido de un apoyo popular convincente, en lugar de tomar medidas frente a la descomunal crisis que nos ahoga a los venezolanos,  apela a la más brutal represión que se recuerde. La feroz actuación de guardias y policías nacionales -acompañados de los matones motorizados del PSUV-, contra quienes manifiestan pacíficamente, violando de manera expresa la Constitución y las leyes, así como la legislación internacional sobre derechos humanos, constituye un capítulo ominoso del presente régimen. En su momento, quienes han ordenado esta canalla actuación contra la población civil tendrán que responder por sus crímenes.
Lamentablemente, también en la oposición hay quienes “no oyen crecer la yerba”. Son los que tampoco han entendido la rebelión popular en marcha y que, de manera espontánea y sin la conducción de la MUD, hoy se siente en las calles de Venezuela. Tal vez esa vocación exclusivamente electoralista les impide entender el vigor de esta singular rebelión ciudadana que, aunada a la protesta estudiantil, resulta un hecho inédito en la historia venezolana.
Una y otra son la resultante de 15 años de pésima gestión gubernamental, cuya consecuencia hoy no es otra que la destrucción de Venezuela como país y el deterioro de la calidad de vida de sus ciudadanos a todos los niveles. Muchos de ellos no pueden esperar las próximas elecciones para manifestar su indignación contenida en todo este largo tiempo.
Por esa poderosa razón, han tomado las calles de Venezuela y empiezan a surgir nuevos liderazgos y estrategias en la lucha incansable por salir de esta tragedia que ha significado el chavismo, y poner a nuestro país en la ruta de la democracia, el progreso y el bienestar de todos.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 25 de marzo de 2014.

martes, 25 de marzo de 2014

SUCRE EN BARINAS

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL GOBERNADOR DE BARINAS,
 GEHARD CARTAY RAMÍREZ,
 AL INAUGURAR LA PLAZA SUCRE DE LA CIUDAD DEPORTIVA “SUCRE MARISCAL DE JUVENTUDES”


(Barinas, 3 de febrero de 1995)



Un día como hoy, hace doscientos años, nacía en Cumaná, la ciudad primogénita del continente, Antonio José de Sucre. Descendiente de nobles familias españolas, este futuro conductor de ejércitos y de pueblos, estaba marcado con el sino de lo grande y de lo auténtico.
En medio de la vida apacible y amena de su colonial ciudad no imaginaba aquel niño de holgados recursos y amorosa familia la terrible y accidentada vida que le esperaba. Teniendo sólo siete años muere su madre, como anticipándole la permanente compañía del dolor. Cinco años más tarde, por invitación de su tío Antonio Patricio de Alcalá, viaja a Caracas para cursar estudios en la Escuela de Ingeniería Militar, cumpliendo así con una inclinación de añeja raigambre familiar.
La carrera de las armas era, pues, parte del temperamento de ese jovencito precoz hasta en el drama que se le avecinaba: la guerra de Independencia de América Hispana. Es así como, tres años después de haber comenzado sus estudios militares, se encuentra en Caracas el 19 de abril de 1810. Las ideas de libertad sacuden la ciudad capital y la provincia. Antonio José regresa a Cumaná y, con sólo quince años, ingresa a las filas patriotas como cadete en la compañía de Húsares comandada por su padre, don Vicente de Sucre. Juan José Rachadell, en su biografía de Sucre, comenta al respecto:

“Era un niño todavía, y el torbellino de los acontecimientos ya lo estaba lanzando a una guerra sin cuartel…”

A partir de ese momento, Sucre no conocerá más nunca el reposo. Sólo la lucha por sus ideales, que son los de la libertad americana. Desde Cumaná hasta Ayacucho, su carrera militar dibuja un ascenso vertiginoso marcado por el valor, el talento y el rigor metódico. Del cadete de 1810 al Gran Mariscal de 1824, se teje una cadena de triunfos y derrotas, de drama y de gloria que arranca en su natal Cumaná hasta llegar a las cimas de los Andes, siempre con la mirada puesta en su ideal libertario y extremadamente fiel a los principios que lo distinguieron durante toda su vida: el honor, la dignidad, el orden, la disciplina y la amistad.
La libertad americana, sellada por él en Ayacucho, no se comprende señalando únicamente su coraje, su osadía y su inspiración gloriosa. Sucre es eminentemente un estratega y un conocedor, por estudios y experiencia, de la ciencia militar. Claro que en su personalidad se confunden la habilidad diplomática y el olfato político con el talento del guerrero, pero sin su aplicación, su disciplina y método, no es posible explicarnos sus triunfos.
Especial atención nos merece su esmero por la educación. Fue así como escribió al respecto:

“Educar es el más sagrado deber de las autoridades delante de Dios y de los hombres”.

Y en los hechos comprobó tal apreciación, corroborando así un estilo de pensamiento que compartía plenamente con el Libertador:

 “Tendré más placer en dejar en esa ciudad un establecimiento provechoso a las luces que los servicios que le he prestado en el ejército”.

Ante estas claras normas de conducta como estadista, me siento hoy como ciudadano y, particularmente como gobernante, empujado a revisar en sus líneas maestras, los planes y proyectos educativos que por la voluntad de ustedes, barineses, estamos ejecutando. Por supuesto que hemos tenido siempre presente la tremenda importancia de la instrucción y de la educación en todas sus esferas. Eso lo sabe Barinas entera. Pero nunca está demás apuntalar esas ideas cada vez que se nos presenta la oportunidad, y esta comunión con el pensamiento y la palabra de Antonio José de Sucre no puede ser mejor.

***

La personalidad que estamos evocando hoy, esa misma que historiadores y comentaristas han delineado unánimemente con los mismos e inequívocos rasgos, no solamente ha de llenarnos de un natural orgullo venezolanista, sino, lo que es más importante para todos, representa un reto digno de hacernos reflexionar, como personas y como Nación.
Ya es hora de que salga a la luz la figura de Antonio José de Sucre, su personalidad preclara, su desbordante energía, su temple espiritual, su amor al estudio y a la disciplina como medios idóneos para la conquista de la naturaleza. Dice el Evangelio que “... no se tiene una lámpara debajo de una mesa, sino en un lugar qua alumbre”. Parece mentira que uno de los héroes cuyo ejemplo más necesitamos permanezca aún desconocido.
A 200 años de su nacimiento, Sucre necesita ser conocido ampliamente por todos, pero especialmente por los jóvenes. Tenemos que estudiar al Sucre estadista, militar y civilista, al Sucre forjador de naciones; al Sucre digno y leal con el Libertador; al Sucre joven y preparado para afrontar los retos y vencerlos; al Sucre político honesto y magistrado intachable; al Sucre ejemplo de juventudes.
Un rasgo fundamental en la figura del Gran Mariscal de Ayacucho es precisamente el aprovechamiento de su juventud. En la corta pero fructuosísima vida de Sucre no hay reposo ni vacaciones ni lamentaciones. Cada minuto, cada hora, cada día, eran un sin fin de acciones en función de un propósito.
Pero no creamos que la urgencia de aquella guerra terminó. Seguimos en estado de emergencia, aunque con menos sangre y menos drama. La bonanza mal administrada de los años setenta nos dejó una herencia funesta: el facilismo. El río de petróleo en el que hemos navegado como borrachos nos alejó del trabajo y la laboriosidad que han hecho prósperas  otras naciones. El propio Sucre decía:

“Instruidos los hombres en la escuela de las desgracias, ya deben aborrecer los principios desorganizadores.”

He allí entonces el magnífico ejemplo de Sucre, quien, a decir del Libertador, “siempre se distinguía por su infatigable actividad, por su inteligencia y por su valor”. Sucre luchó con todas las armas posibles en un momento en que la lucha armada era el único camino a la libertad. Terminada la guerra, los enemigos eran la ignorancia y el caos, y su lucha fue entonces como magistrado y constructor de una república.
La figura y la vida de Antonio José de Sucre nos sitúan, a nosotros como venezolanos, en una dimensión continental cuyo significado actual debe ser de gran utilidad para nuestra evolución personal y social. La lección de la historia consiste en descifrar aquello que contribuye o no a realizar un sueño. La grandeza moral del sueño confiere a los hombres la fuerza que los hace capaces de correr cualquier riesgo; y su inteligencia, su constancia y su capacidad de trabajo las dan las herramientas que, poco a poco, van construyendo lo soñado.

***

Por eso, coincidimos con el presidente Rafael Caldera al designar con su nombre una de las obras más emblemáticas que aquí se han construido para la juventud barinesa: esta Ciudad Deportiva “Sucre, Mariscal de Juventudes”, edificada en tiempo récord en un esfuerzo común entre el Gobierno Nacional y la gobernación a mi cargo, e inaugurada el año pasado en ocasión de celebrarse en nuestra entidad los IX Juegos Nacionales Deportivos.
Como lo he dicho en otras oportunidades, la Ciudad Deportiva es una obra extraordinaria, un justo homenaje a nuestra juventud deportiva y un símbolo de la Barinas del futuro, una obra de larga trascendencia que, por siempre, será motivo de satisfacción para la Barinas de ahora y la de mañana.
Fue digno escenario para la brillante realización de la más calificada competencia deportiva venezolana, cumplida en nuestra entidad entre abril y mayo del Año de la Cuenta. Aquella fue una fiesta inolvidable que recordarán por siempre los barineses que la presenciaron. Como Gobernador agradezco a Dios haberme permitido el privilegio de dirigir y organizar -junto a un equipo humano de primera línea- el magno evento de la juventud venezolana en nuestra entidad federal.
En apenas nueve meses, logramos realizar lo que no pudieron o no quisieron aquellos a quienes sustituimos en el ejercicio del Gobierno Regional: haber organizado exitosa e impecablemente la participación de más de seis mil atletas, entrenadores, profesionales, técnicos, estudiantes y escolares de todo el país en un esfuerzo logístico y estructural sin precedentes, y haber terminado a tiempo -insisto- la construcción de esta Ciudad Deportiva “Sucre, Mariscal de Juventudes”, que inauguramos junto al presidente Caldera aquel memorable sábado 23 de abril de 1994.
Hoy, día del Bicentenario de su natalicio, también estamos inaugurando en su seno la Plaza Antonio José de Sucre. Y no hay, en verdad, otro sitio más apropiado que la Ciudad Deportiva que lleva su nombre, donde acuden jóvenes deportistas, se ejecutan competencias y se realizan actividades educativas y culturales en sus amplios espacios.
Aquí se le rendirán honores a su memoria, luego de largos años sin que Barinas contara con una plaza en homenaje al Gran Mariscal de Ayacucho. Su viejo busto de bronce, que por años estuvo en un área de la Plaza Bolívar, mientras el Generalísimo Miranda estaba en la otra, permaneció luego largo tiempo olvidado en algún depósito oficial. Lo hemos rescatado en buena hora y hoy está erigido en el centro de esta moderna obra, como lo exige la gloria del joven estadista y guerrero cumanés.
Sin embargo, la inauguración de esta plaza con el nombre de Antonio José de Sucre, Mariscal de Juventudes, no podemos convertirla en un acto más del tradicional protocolo, empolvado y estéril, aburrido y pesado, con las coronas de flores y las caras de circunstancia. Esas cosas por ahora son inevitables. Pero es también inevitable que aquellos hombres, cuya conducta puede ser un punto de referencia para que ajustemos la nuestra, bajen de los pedestales, rompan el bronce de sus estatuas y el vidrio de sus marcos. Es imprescindible que, en lugar de adornar las oficinas públicas, sean sus ideas las que presidan la lucha presente y futura -en cuanto sean aplicables por razones de tiempo y circunstancias, desde luego-, y puedan ser difundidas en cuanto a ejemplo a seguir, entre todos nosotros, pero especialmente entre los jóvenes.
Ninguno de los libertadores pidió alguna vez que se le erigieran monumentos, que se les recordara en himnos y en retratos. Ellos dieron su vida porque fuéramos libres, pero sobre todo libres de la ignorancia y de la inmoralidad. La gloria de Antonio José de Sucre es la grandeza de nosotros sus compatriotas. Y nosotros seremos grandes por nuestro estudio, nuestro trabajo y nuestra honradez.
Sea propicia, pues, esta oportunidad de reflexión patriótica para cursarnos entre nosotros una invitación al trabajo por nuestra patria pequeña. Yo sueño con una Barinas grande y en plena ruta del progreso, en cabal desarrollo de sus importantes potencialidades. Pero Barinas somos todos: gobernantes y ciudadanos. Creo sinceramente que los tiempos actuales son de preguntas y cuestionamientos de lo que no nos parece lógico ni bueno, pero también de trabajo, codo a codo con los demás.
No podían ser mejor conclusión de estas reflexiones las palabras del Mariscal de Juventudes,  Antonio José de Sucre, cuando escribió:
  
“El recuerdo de las acciones heroicas de los hombres muertos por
la patria es una lección de importancia para los que viven.”

Muchas gracias.

jueves, 20 de marzo de 2014

ORGÍA DE MUERTE Y REPRESIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Como nunca antes, el régimen chavista usa criminalmente componentes de la Fuerza Armada Nacional para reprimir a la población civil, inerme y desarmada.
Usa también su fuerza policial y sus colectivos terroristas, para masacrar a los manifestantes y demás ciudadanos, con saña y armas de fuego, con odio y violencia pocas veces vistos en un régimen que se autodenomina democrático.
Porque su despropósito ni siquiera puede justificarlo con la presencia de un enemigo interno, armado en igualdad de condiciones, o cosa parecida. No está enfrentando -como el gobierno de Rómulo Betancourt a principios de los años sesenta del siglo pasado- una guerra de guerrillas, armada y financiada por el castrocomunismo cubano. Ni enfrenta tampoco, como CAP en 1989, la irrupción del Caracazo, con saqueos incluidos y enfrentamientos armados, ni mucho menos el golpe de Estado que intentaron Chávez y sus felones en 1992.
 Todo lo contrario: el actual régimen reprime violenta e inconstitucionalmente, de manera desproporcionada, a estudiantes desarmados y ciudadanos inermes, que sólo hacen uso de su derecho legítimo a protestar ante tantos problemas y calamidades acumuladas desde 1999. Frente a las poderosas armas de guerra que exhiben militares, policías y paramilitares con saña asesina, las miles de bombas lacrimógenas -con “gas del bueno”, como decía el occiso, incluyendo el ilegal gas pimienta-, estudiantes y ciudadanos acosados apenas responden devolviendo aquellas o utilizando el modesto recurso de una piedra.
 Pero es obvio que la desproporción de la represión contra las manifestaciones pacíficas es absoluta. Y ello deberían saberlo los jefes militares y policiales comprometidos en estos delitos violatorios del artículo 68 de la Constitución, que prohíbe expresamente “el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas”. Deberían saber, además, que ni siquiera podrán alegar luego en su defensa el cínico argumento de que “que cumplían órdenes”.     
Un régimen que actúa con tanta vileza y desprecio por los derechos humanos tiene que sentirse entonces muy débil, o creerse dueño de la vida y derechos de aquellos, contra quienes utiliza las armas de la República, con el despropósito de imponer su modelo autoritario y neototalitario. Quienes no compartimos ese objetivo estamos entonces en el deber y la obligación de combatirlo, apelando al ejercicio democrático de nuestros derechos ciudadanos.
No podemos olvidar, al respecto, que en poco más de un mes la represión oficial contabiliza 25 muertos -estudiantes en su mayoría-, cientos de heridos, miles de detenidos sin juicio, numerosos casos de salvajes torturas, violación indiscriminada de hogares y de la autonomía de varias universidades, y algo gravísimo como la sospecha de que usan mercenarios cubanos castrocomunistas, disfrazados de guardias nacionales o policías, para reprimir las manifestaciones. Si tal cosa fuera cierta, entonces revelaría en grado sumo el grado de perversión que se ha apoderado de la cúpula podrida del régimen.
Por cierto que el sábado pasado, en un acto vergonzoso, el régimen volvió a presentar nuevamente a la Fuerza Armada Nacional como el brazo armado de su revolución y del PSUV, en otra violación flagrante del artículo 328 de la Constitución, que define a aquella como “una institución esencialmente profesional, sin militancia política (…) al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Maduro y su claque militar volvieron, pues, a meterse la Carta Magna “por el bolsillo de atrás”, como decía el extinto jefe único del proceso.
Pero esta vez fueron más allá. Algunos llegaron al colmo de proferir abiertas amenazas contra la población civil, en un vano como estúpido intento de amedrentarla. Ellos deberían saber que esa no es su función, ni les está permitido politiquear prevalidos de las armas de la República, que son propiedad de todos nosotros. No deberían olvidar entonces que la FAN es una institución no deliberante y apolítica, al servicio de la República y no de un régimen en particular.   
Por si fuera poco, el cinismo del régimen no tiene límites. Mientras reprime a sangre y fuego, matando y atropellando gente, tiene el tupé de llamar a “dialogar”. Todo un acto de hipocresía monstruosa que revela el caradurismo descomunal de Maduro y su claque.
Sin embargo, esa ofensiva inconstitucional, criminal, y represora no ha logrado hacer retroceder la entusiasta protesta pacífica en las calles. Este domingo volvió a reunirse una gigantesca multitud en Caracas y en varias ciudades del interior para protestar contra la injerencia del castrocomunismo cubano en los asuntos de Venezuela, gracias a la actitud antipatriótica de la cúpula podrida del régimen.
Y no podrán detener la rebelión ciudadana en marcha contra estos quince años de un poder envilecido, que desconoce a quienes se le oponen y los persigue y pretende aniquilar en un ejercicio fascista, como pocas veces lo hubo en Venezuela.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 18 de marzo de 2014.

jueves, 13 de marzo de 2014

REBELIÓN CIUDADANA VS. PODER ENVILECIDO
Gehard Cartay Ramírez
Casi un mes de diarias protestas populares ponen de relieve que estamos en presencia de una formidable rebelión ciudadana contra un Poder envilecido.
Pareciera que este hecho tan trascendental no ha sido comprendido suficientemente por el régimen, y me temo que también por cierta oposición.
Aquél, convertido en un Poder canalla, ha pretendido despacharlo con su repetido sartal de ofensas contra sus opositores, acompañándolo con una represión brutal y asesina.
 Quienes se le oponen -según Maduro- no son venezolanos.  Sólo son fascistas y escuálidos, que actúan por “órdenes del imperio”. Son “traidores a la patria” y demás cursilerías propias de su filo militarismo marxista. Y los estudiantes que protestan son sifrinos de “la oligarquía”, los “hijos de la derecha”, etc., etcétera.
Este lenguaje miserable de una cúpula podrida que sólo busca mantenerse a todo trance, pretende restar importancia a la multitudinaria protesta que hemos visto en estos días. Por cierto, el régimen no ha podido hacer lo mismo con su gente, renuente a salir a defender lo indefendible, con excepción de los empleados públicos que son obligados a participar en las cada vez más raquíticas manifestaciones oficialistas. 
Maduro, fiel a su mediocridad y parasitismo intelectual, imitando a su extinto jefe, ha utilizado todos estos días abusivas cadenas de radio y TV para tratar de desprestigiar la rebelión ciudadana en marcha. Y como no ha podido ni podrá  lograrlo porque no convence a nadie, ni siquiera a su propia gente, echa mano -mientras usa todos los medios radiales y televisivos-  a una de las peores represiones que se recuerden.
 Así, más de 20 muertos, principalmente jóvenes estudiantes, cientos de heridos y torturados, miles de detenidos sin fórmula de juicio, algunos desaparecidos, numerosos hogares violados por la fuerza pública e incontables bienes destruidos, son el resultado de esta orgía de muerte, represión y violación generalizada de los derechos humanos, crímenes todos de lesa humanidad, ordenada por el poder envilecido. Por supuesto que tales hechos, escandalosos en cualquier democracia, han causado una honda repulsión en todo el mundo, donde hoy se observa que aquí lo que existe es una dictadura vestida con algunos girones de ropa “democrática”.
Desde la otra orilla, una cierta oposición tampoco comprende lo que está pasando. Tal vez temiendo perder sus espacios electorales, alienta la movilización de las mayorías adversas al régimen, pero limitándola. Y como hay otras protestas más radicales, que no obedecen a su estrategia y escapan, por tanto, a su control -como las llamadas guarimbas-, no termina de entender que la mayoría de estas (las no provocadas por infiltrados del régimen) son el lógico resultado de años de rabia e indignación ante un régimen que está acabando con el país y con el futuro de todos, especialmente de sus jóvenes.
Otro reducido sector de opositores -llamémoslos todavía así, aunque se comportan como colaboracionistas del régimen- se hace eco de los falsos llamados oficiales a una supuesta “mesa de diálogo”. Lo grave es que ellos saben que el chavismo siempre se ha sostenido sobre la confrontación y que no renunciará a ella porque cree que le ha dado beneficios políticos hasta ahora. Lo del “diálogo”, entonces, es una táctica oportunista y una trampa caza pendejos.
Si no es así, amigo lector, ¿cómo se explica que mientras hace llamados a “dialogar” continúa su ofensiva de represión, muerte y violencia contra los adversarios? ¿Cómo puede creerse en una oferta de diálogo si el régimen continúa enfrentando la protesta popular pacífica con el uso desmedido de la fuerza militar, policial y paramilitar, con armas de guerra, a sangre y fuego?  Y lo que es peor: ¿cómo puede haber opositores que se sienten incondicionalmente a “dialogar” con el régimen, mientras este, con saña asesina, intenta aplastar la protesta pacífica en las calles?
Lo que no se puede perder de vista de ninguna manera es que esta rebelión ciudadana está más que justificada y que no cesará todavía. Ya son quince años de un pésimo gobierno que no ha resuelto ningún problema y los ha agravado todos. Quince años de robo, latrocinio y regaladera al exterior de más de 950 mil millones de dólares, mientras los venezolanos son cada vez más pobres. Quince años de alto costo de la vida, inflación, escasez, desabastecimiento y pobreza creciente. Quince años con más de 200 mil asesinatos a manos de la delincuencia desbordada. Quince años de destrucción de la economía nacional y de la industria petrolera. Quince años en el poder de una cúpula vasalla de la dictadura castro comunista cubana.
¿Qué querían entonces? ¿Que los venezolanos se resignaran como los pobres cubanos, prisioneros de una dictadura criminal por más de 50 años?
No saben de lo que es capaz este pueblo cuando se decide.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 11 de marzo de 2014

jueves, 6 de marzo de 2014

VOLVER AL FUTURO
Gehard Cartay Ramírez
Si todo lo que ocurre ahora produce un cambio en el porvenir inmediato, o más adelante -porque inevitablemente sobrevendrá-, los venezolanos debemos aprender la lección de esta terrible experiencia.
Son varias esas enseñanzas. Veamos algunas a continuación.
Que las soluciones a los problemas del país no la tienen los militares -y menos si son golpistas- debería ser la primera lección, sobre todo después de estos 15 años de gravísimos fracasos estando en el poder los felones del 4 de febrero de 1992.
Que la crisis de Venezuela -ni la de ningún otro país- no la podrá resolver jamás un solo hombre, y que lo que necesitamos son programas de gobierno realistas, así como equipos calificados de gente capaz y honesta para ejecutarlos eficientemente, y no mesías ni muchos menos iluminados, debería ser también la otra lección que la realidad nos ha enseñado en todos estos años.
¿Habremos por fin aprendido los venezolanos que no podemos seguir engañándonos con pajaritos preñados, luego de la tragedia que ahora sufrimos? ¿Será posible que desterremos de una vez por todas la idea supersticiosa y  pendeja de que aquí siguen haciendo falta caudillos, salvadores de la patria, hombres providenciales, iluminados picos de plata, chapulines colorados y otras estupideces más por el estilo?
¿Habremos tomado conciencia de que lo que necesitamos -ahora y siempre- no es un líder carismático ni populista, sino un consumado estadista como Presidente de la República, capaz y sensible ante los problemas, rodeado de los mejores y con una clara lista de objetivos a lograr a corto, mediano y largo plazo?
¿No será ya suficientemente dañina esa prédica antihistórica que nos sigue condenando a la falsa necesidad de los “superhombres”, con Bolívar a la cabeza, y a los militares como héroes del Olimpo independentista, sin darnos cuenta de que eso nunca ocurrió, que allí lo que hubo fue una guerra humana y cruenta ganada por los más aptos e inteligentes, con el Libertador como coordinador y estratega, frente a una España decadente, y que ya es hora de no seguirnos refugiando en esas glorias pasadas -tal vez como excusa de nuestra incapacidad-, sino de ocuparnos realmente de este país en ruinas que deja el chavismo como nefasto legado?
¿Será que nuestra historia republicana no nos ha aleccionado lo suficiente como para saber que en estos 200 años los gobiernos militares fueron una maldición recurrente, verdaderos ejemplos de corrupción, violencia e ineptitud, y que en el siglo XIX, por ejemplo, los civiles apenas gobernaron cuatro años en total? ¿Seguiremos ignorando que de esos 200 años casi 160 los han copado los gobiernos de los caudillos militares y que, por tanto, el saldo negativo que arrastramos se debe en buena medida a su modo de gobernar y a su secular incapacidad para entender lo que era el progreso y el desarrollo?
 ¿Olvidaremos acaso que los últimos años caímos en las trampas de la demagogia, la incapacidad y la corrupción de ciertos gobernantes, y que, al lado de estadistas brillantes y honestos como presidentes, también se colearon ineptos y ladrones, hasta llegar a elegir en 1998 a un auto proclamado salvador de la Patria -y de ñapa encachuchado-, sin experiencia administrativa alguna, que estuvo largos años conspirando en el ejército “entre gallos y medianoche?
Los venezolanos no podemos seguir engañándonos con mesías, líderes, caudillos y cuantas vainas parecidas a estas nos ofrezcan soluciones, como auténticos buhoneros de la política. No podemos seguir siendo o haciéndonos los pendejos. Debemos saber que los salvadores del país no existen. Que el país no se va a salvar haciendo sesiones de espiritismo, poniéndoles velas a los santos o invocando las ánimas. El país debe saber que los políticos no hacen milagros, a pesar de que algunos los ofrecen en todas las campañas electorales con una desfachatez y cinismo insuperables. Pero debemos meternos en la cabeza que en la política no hay milagros.
 El país no puede seguir cifrando sus esperanzas en un sólo hombre o mujer, si fuere el caso. El país debe saber que sólo saldremos adelante con planes y programas concretos, con equipos humanos capaces y bien preparados, con gente honesta y sensible al frente de la cosa pública, apartando a los analfabetas de la política, a los ineptos y ladrones y, en general, a quienes no tienen idea de lo que significa el manejo de la ciencia del gobierno. Así de sencillo y de simple.
Lo demás es llamarnos a engaños, o seguir siendo o haciéndonos los pendejos, como hasta ahora.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 04 de Marzo de 2014