LA IMPOSIBLE SUSTITUCIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Aunque parezca un disparate mayúsculo, el régimen está empeñado en
sustituir la figura del Libertador Simón Bolívar por la de su extinto jefe
único.
Absurdo, pensarán también los lectores. Y así es, sin duda. Lo peor es
que en nuestra corta historia republicana ciertos dictadores o caudilletes lo
intentaron, sin éxito desde luego. Porque, al parecer, desde el poder siempre
ha existido la tentación de igualarse con Bolívar, y hasta algunos han
pretendido sustituirlo en el imaginario colectivo.
Pero, insisto, tal cosa es imposible. Bolívar ha demostrado que es
insustituible. Y lo afirmo, a pesar de que no formo parte de lo que el
historiador Manuel Caballero denominó “la religión bolivariana”. Se refería a
lo que otro historiador, Elías Pino Iturrieta, bautizó como “el culto a
Bolívar”, que durante ciento y pico de años se ha oficiado desde las alturas
del poder.
“Religión bolivariana” o “Culto a Bolívar”, ambas expresiones sintetizan
la veneración que se le ha rendido al Libertador desde que Páez trajo sus
restos a Caracas en 1842. Esa tendencia, casi siempre utilitaria por parte de los
gobernantes de turno, convirtió a Bolívar en la expresión más importante de
nuestra nacionalidad, con extremismos incluso lindantes en su concepción como
un superhombre desprovisto de errores y defectos, es decir, un héroe perfecto y
necesario siempre, etc., etcétera.
Así fue como lo hicieron una especie de deidad de
nuestro altar patrio. Pero todo esto casi siempre fue un vulgar ejercicio de
manipulación del Bolívar que se creó en el imaginario colectivo venezolano. Su
figura, paralelamente, ha sido manoseada por gobernantes inescrupulosos que -desde
Guzmán Blanco hasta los de hoy- la han aprovechado para satisfacer sus
bastardos intereses.
Sin embargo, lo que sí está fuera de toda duda es que Simón Bolívar fue
un personaje excepcional. Su genio, su capacidad como hombre de Estado, de pensamiento
y como jefe militar, lo han ubicado en un lugar privilegiado de la historia
universal. Y es que haber liberado del imperio español a cuatro naciones y
fundado una, organizándolas como repúblicas y dotándolas de Constituciones y
leyes fundamentales, constituye una hazaña admirable, pocas veces vista.
Esos logros hacen de Bolívar el venezolano de mayor proyección de todos
los tiempos y, aunque pueda parecer una exageración, será muy difícil que
cualquier compatriota suyo u otro ser humano puedan superar su colosal empresa
histórica. Fue también, por supuesto, “un hombre de carne y hueso” -como lo
llamó Francisco Herrera Luque- que cometió graves errores, al lado de sus
aciertos, que, por fortuna, son mayores.
Los que luego lo han manipulado, imitado y hasta pretendido
“superarlo” hoy son simples caricaturas suyas. Terminaron siendo figuras
tragicómicas, porque al utilizarlo incurrieron en un despropósito para
aprovecharse de la permanente fe de los venezolanos en Bolívar, por una parte,
pero, al mismo tiempo, hicieron el ridículo que la historia futura destacará
con mayor carga irónica y burlesca.
Guzmán Blanco, por ejemplo, mandó acuñar monedas con
la figura de ambos, la suya en primer plano, y se hizo levantar más estatuas que
las que ya tenía el Libertador. ¿Consiguió superarlo históricamente con tal ridiculez?
Los hechos demostraron que aquella fatuidad no pasó de ser eso, precisamente.
El también general
Cipriano Castro intentó incluso imitar la gesta grancolombiana, tal como se
lo aconsejaban sus alabarderos. Así cometió a la osadía de invadir Colombia por
la Guajira, en septiembre de 1901, y sus tropas fueron derrotadas
vergonzosamente en el sitio de Carazúa -600 muertos y 300 detenidos fue el
saldo trágico-, única vez que soldados venezolanos pisaron tierra extraña para
someterla, producto de las loqueteras del Cabito.
(Véase Los días de Cipriano Castro,
biografía escrita por Mariano Picón Salas, Monte Ávila Editores
Latinoamericana, Caracas, 2006, páginas 488-494.)
Luego los generales Gómez y López Contreras también
le sacaron provecho político a la figura de Bolívar, al igual que el general Pérez
Jiménez y su “Semana de la Patria”, o aquella “segunda independencia de los
hijos de Bolívar” en 1974.
Pero nunca se llegó a los extremos actuales. Hipócritamente, el chavismo
usó, falsificó y pervirtió al Libertador y sus ideales hasta llegar al oxímoron
que llaman socialismo bolivariano, pues
Bolívar siempre se definió como liberal: “Yo fundo mi orgullo en ser más
liberal que Washington”, le escribió a Santander el 08 de mayo de 1825, y al
remitirle a Páez la Constitución Boliviana le dirá: “He conservado intactas las
cuatro grandes garantías: libertad, igualdad, seguridad y propiedad” (26 de
mayo de 1826).
Hoy, luego de haberse aprovechado politiqueramente del sentimiento
bolivariano de los venezolanos, pretenden sustituir al Libertador, ocultándolo,
mientras multiplican -a realazos- la omnipresencia del extinto jefe del régimen
chavista. Tal absurdo, como todos los anteriores, lo borrará la historia.
Bolívar, como siempre, estará allí, venciendo el olvido a través de los
siglos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 25 de noviembre de 2014.