viernes, 23 de febrero de 2018

VENEZUELA YA NO AGUANTA MÁS



VENEZUELA YA NO AGUANTA MÁS
Gehard Cartay Ramírez
El cambio del régimen es urgente, necesario e imprescindible. Venezuela ya no aguanta más.
El régimen chavomadurista no puede continuar. Está ética y políticamente inhabilitado para seguir en el poder. Su milmillonaria corrupción, sus colosales latrocinios y sus catastróficos errores económicos, sociales y políticos que han arruinado al país no pueden continuar.
Sería un crimen contra los venezolanos de hoy y de mañana que esta plutocracia ladrona e incapaz permanezca en el poder. Nunca, ni antes ni ahora, estuvo calificada para hacer un buen gobierno. Unos militares golpistas y aventureros, ignorantes y sin formación, bajo la jefatura de un caudillismo alucinado e irresponsable, no podían jamás conducir al país hacia el progreso y el desarrollo. Los trágicos resultados están a la vista.
Menos lo han podido hacer sus continuadores, portentos de una mediocridad, corrupción e incapacidad escandalosas, encabezados por alguien que nunca ha tenido conciencia de su papel y a quien sólo un capricho ignominioso pudo haberlo colocado en la posición que hoy ocupa. Lo único cierto es que han empeorado el nefasto legado dejado por su insensato jefe.
La verdad es que ninguno de ellos tuvo moral ni capacidad para intentar siquiera un cambio en beneficio de los venezolanos, mucho menos para ejecutarlo desde el poder. Su signo ha sido siempre la destrucción, nunca la construcción de un país mejor.
El chavomadurismo ha sucumbido en el poder y por eso están invalidados para continuar ejerciéndolo. Por eso hay que desalojarlos de allí, cuanto antes y por las vías populares, constitucionales y democráticas al efecto, pues sus adversarios -a diferencia de ellos- no somos golpistas ni creemos en la violencia armada para cambiar regímenes.
El chavomadurismo ya es una chatarra inservible e inmoral, que somete al país a una tragedia humanitaria con el sólo propósito de perpetuarse en el poder. No le importa el hambre que azota a gran parte de los venezolanos, ni la colosal hiperinflación que nos empobrece a casi todos. No le importa el éxodo de centenares de miles de jóvenes que buscan en otros países lo que el régimen actual les niegan aquí.
El país está hoy arruinado y destruido, desangrándose como pocas veces antes, descapitalizándose en materia de talento y capacidades. Gran parte de ese material humano valioso, que costó muchos años y recursos para formarlo, hoy no tiene otra alternativa que irse, ante los sueldos de hambre y la falta de oportunidades que ha traído consigo el chavomadurismo en el poder.
Todo esto ya lo sabemos, pensará el lector. Y es verdad, pero hay cosas que, a pesar de sabidas, no deben dejar de repetirse con la esperanza de que se tome conciencia y se pase a la acción. Aún proliferan algunos indiferentes y no pocos cómplices. Esto hay que cambiarlo ya, no puede esperarse más. Por lo tanto, nuestras acciones deben estar dirigidas a ese objetivo.
 Pero esa tarea exige del liderazgo opositor una dedicación y una lealtad absolutas, sin abandonar la calle ni la protesta y sin caer otra vez en el engaño del “diálogo”. ¿O acaso vamos a olvidar que siempre ha echado mano a tal ardid cuando tiene el agua al cuello? Ya lo hicieron en 2004, lo repitieron en 2013 y lo acaban de hacer ahora, y cada vez que toman un segundo aire vuelven a desplegar sus mecanismos dictatoriales.
Por eso, precisamente, necesitamos líderes opositores que no crean en “cantos de sirena”, hábiles y con experiencia y seriedad suficientes para derrotar las trampas del régimen. Por eso mismo hay que apartar a los novatos y mediocres que no han dado la talla. La suma de sus fracasos y contradicciones los incapacita para seguir dirigiendo la oposición democrática.
La tarea de cambiar a Venezuela no será fácil, por supuesto. Hay que derrotar a quienes ya son una minoría, pero -no nos engañemos- una minoría arrogante, inescrupulosa y corrupta, a la que no le importa Venezuela sino satisfacer sus ansias de poder vitalicio en beneficio de ellos nada más, mientras siguen arruinándonos la vida al resto de los venezolanos.
Es la hora de los verdaderos liderazgos, los que han sido probados en los hechos y pueden presentar logros y resultados. Hay que apartar a los improvisados, a los faltos de grandeza y de carácter y a quienes no han entendido la gravedad de esta lucha y el desafío futuro de reconstruir al país, empresa fascinante que requerirá también grandeza de miras, honestidad y capacidad, como pocas veces en nuestra historia.  
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 20 de febrero de 2018.
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miércoles, 14 de febrero de 2018

IRRESPETO A LOS BARINESES

El Palacio del Marqués, ícono de la historia de Barinas.


IRRESPETO A LOS BARINESES

Gehard Cartay Ramírez

El régimen se apropió hace algún tiempo del Palacio del Marqués, símbolo histórico de la ciudad y patrimonio común de todos los barineses, y lo convirtió en una fulana “Casa del Alba”, sin que, al parecer, alguien haya protestado semejante abuso de autoridad.

Vamos a estar claros: eso que llaman Alba -“Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe”- es un organismo internacional del chavismo, financiado con la plata de los venezolanos y que sólo le sirve a sus propósitos políticos. Nada tiene que ver con Barinas, por supuesto, ni con su historia y su gente, lo cual hace más grave aún el abuso que se cometió al utilizar el Palacio del Marqués como sede de fulano Alba.

El régimen chavomadurista, que ha manejado, dilapidado y robado cientos de miles de millones de dólares desde hace ya 19 largos años, hubiera podido construir una edificación que le sirviera de asiento a su papapeto internacional, en lugar de apropiarse indebidamente del Palacio del Marqués. Pudo más, sin embargo, el abuso y el irrespeto del actual régimen contra la memoria histórica de los barineses.

Que se sepa, no ha habido protesta de ningún organismo público sobre el particular, comenzando por el Concejo Municipal de Barinas, que pudiera ser el auténtico dueño de esa edificación, según algunos historiadores. Y si la ha habido, ha sido tan tibia e insignificante que ha pasado por debajo de la mesa, sin que se recuerde la misma. Y conste que se trata de un asunto de mucha importancia para la historia de la ciudad.

Pero la apatía, la estolidez o el miedo -sin duda, este último en la mayoría de los casos-, que también parece haberse apoderado igualmente de los anteriormente llamados “sectores representativos de la región”, los ha llevado a todos a tolerar semejante arbitrariedad. Si esto hubiera sucedido en el pasado, estoy seguro que se habría conformado un movimiento de protesta ante tal abuso e irrespeto a nuestra historia regional.

Tal vez a algunos muy poco o nada les importa tal asunto. En medio de las tantas calamidades que sufrimos bajo el actual régimen, esta situación es apenas un detalle. Tal vez hasta tengan razón. Sin embargo, precisamente ese “detalle” -junto a las demás desgracias que nos acogotan- forma parte de la decadencia que trajo consigo la cúpula podrida que está en el poder desde 1999.

El Palacio del Marqués, como se sabe, simboliza la historia de la ciudad. Al igual que esta, ha tenido también etapas de abandono y ruina. Fue incendiado por los realistas en 1814, pues el Marqués del Pumar apoyaba las fuerzas patriotas. Allí murieron los aguerridos jóvenes de la Guardia Urbana de Barinas, quienes estaban a cargo de la defensa de la ciudad en aquellos tiempos de guerra. A partir de entonces sólo hubo ruinas de lo que había sido una magnífica edificación colonial.

Construido cerca de 1762 por José Ignacio del Pumar, Marqués de las Riberas del Boconó y del Masparro, y luego de aquella destrucción, sus ruinas fueron vendidas a la Diputación Provincial de Barinas, que las cedió al Ayuntamiento de la capital para la instalación de un Colegio, lo que, al parecer, nunca sucedió. Así fue como durante casi todo el siglo XIX y los primeros 37 años del siglo XX, las ruinas del Palacio del Marqués permanecieron en total abandono.

En 1937, siendo Presidente de la República el general Eleazar López Contreras, el entonces gobernador, general Carlos Jordán Falcón, procedió a reconstruirlo, destinándolo para sede del gobierno regional. Y en 1955, bajo el régimen del general Marcos Pérez Jiménez, el gobernador Luis Alberto García Monsant lo amplió en su ala oeste -mediante la construcción de una réplica del palacio original-, la cual se destinó entonces a servir de asiento al Concejo Municipal de Barinas.

El Palacio del Marqués sirvió por largos años y hasta 1999 como sede de la Gobernación del Estado. Desde entonces permaneció cerrado y en el año 2015 fue remodelado, no precisamente respetando la construcción original. Por desgracia, lo que pudo ser un acierto se convirtió en un abuso y un irrespeto a la memoria histórica de Barinas.

Barineses ilustres como los ex gobernadores Virgilio Tosta y Luciano Valero, junto al médico y escritor José León Tapia, plantearon en su momento que el Palacio del Marqués -una vez que dejara de ser la sede del gobierno regional- debía convertirse en un Museo de Historia Regional, a fin de que las actuales y venideras generaciones conocieran el devenir de esta tierra y su gente, que tanto le han dado al país, en tiempo pasado y presente.

Ojalá que, en un futuro cercano, este hermoso proyecto pueda hacerse realidad para rescatar la memoria histórica de Barinas, simbolizada en el antiguo Palacio del Marqués de las Riberas del Boconó y del Masparro.

martes, 13 de febrero de 2018

EL PATRIMONIO HISTÓRICO BARINÉS

La antigua Cárcel Colonial de Barinas, donde estuvo preso José Antonio Páez, convertida en Casa de la Cultura desde 1969.


EL PATRIMONIO HISTÓRICO BARINÉS

(Y la necesidad de una política para rescatar lo poco que queda)
                                                 Gehard Cartay Ramírez

“La Venezuela de 1859 era un país surcado de injusticias, sin duda, pero al cual podríamos simbolizar por la ciudad de Barinas, verdadera perla del arte colonial. En la América Española de la primera mitad del siglo XIX ninguna otra ciudad progresó tanto como ella. Los incendios reiterativos y la guerra endémica destruirían a Barinas. El tabaco ‘cura negra’, el más famoso del mundo, los hatos, las artesanías que habían costado siglos yacían sólo en el recuerdo, el bochinche los liquidó en pocas décadas”.
                                                 Domingo Alberto Rangel
                              (“Entre gochos y maracuchos”, página 134)
La larga cita que sirve de epígrafe a este artículo ilustra contundentemente el esplendor de la ciudad de Barinas en los años finales del siglo XVII y comienzos del siguiente, todo lo cual se redujo a cenizas con las guerras de la Independencia  y la Federación para dar paso a un triste y famélico villorrio a finales de los años 1800.
Son numerosos los testimonios de historiadores que hablan de ese pasado esplendoroso. Y es que, sin duda, por aquellos años, la nuestra era una ciudad comparable con la propia Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela. Algunos, incluso, la llamaban “la segunda Caracas”. Por eso no es una exageración la afirmación del escritor Domingo Alberto Rangel cuando califica a Barinas como una “verdadera perla del arte colonial” de entonces y afirma, a continuación, que “en la América Española (…) ninguna otra ciudad progresó tanto como ella...”
Barinas fue tenida en aquel tiempo como una de las ciudades de mayor progreso en el continente. Desafortunadamente, todo eso lo liquidó el turbión de las guerras mencionadas. Barinas fue entonces, como ninguna otra, la ciudad que ofrendó el mayor de los sacrificios.
Por esas razones, son muy escasas las edificaciones coloniales que puede exhibir actualmente. Las más importantes -el Palacio del Marqués, la Catedral y las actuales Casa de la Cultura y Museo Arvelo Torrealba, más unas pocas casonas en la antigua Calle Real (la actual Calle Bolívar)- se mantienen aún en pié, salvadas milagrosamente de las llamas que acabaron con Barinas en los tenebrosos días de la llamada Guerra Federal.
Lamentablemente, siglo y medio después, la negligencia, el desprecio por su valor histórico y la ineptitud de funcionarios insensibles e inescrupulosos parecen condenarlas definitivamente a una nueva etapa de ruina y abandono. Lo afirmo así porque produce pena ajena constatar la reciente remodelación del Palacio del Marqués, hecha por gente que desconoce su valor arquitectónico e histórico, y el deterioro de la llamada Casa Pulideña, actual Museo Arvelo Torrealba.  
Las otras dos instalaciones mencionadas aparentemente escapan al deterioro de las anteriores. Afortunadamente, en 1995, iniciamos el rescate de la Catedral, obra que fue continuada por mi sucesor y que, aún hoy, espera por su definitiva conclusión. La Casa de la Cultura -la antigua Cárcel Colonial- ha sido sometida recientemente a una restauración y esperamos que se haya respetado su arquitectura original. Por cierto que en 1993, siendo Gobernador de Barinas, decreté la creación de una Comisión para la Conservación del Patrimonio Histórico regional, integrada por distinguidos paisanos y especialistas, cuyo objetivo era sistematizar un estudio sobre la materia y posteriormente producir los proyectos que permitirían la conservación de todas estas riquezas culturales e históricas, incluyendo los hallazgos arqueológicos, sometidos a un vulgar saqueo durante muchos años. Por desgracia, quienes vinieron después abandonaron esta iniciativa.
En un futuro cercano, cuando superemos la actual etapa de destrucción nacional, corresponderá a un gobierno regional preocupado por los valores de la Barinidad rescatar nuestro patrimonio histórico, comenzando por tareas de conservación y manteniento de la casona colonial que hoy es sede del Museo Arvelo Torrealba y revertir la antihistórica y absurda remodelación del Palacio del Marqués, que fuera por muchos años sede del Poder Ejecutivo del Estado.
Ciertamente que el Palacio del Marqués de la riveras del Boconó y del Masparro debería ser transformado en el Museo de la Historia Regional, al cual acudan los barineses y sus hijos, así como estudiosos e investigadores, para conocer nuestro devenir como pueblo, al mismo tiempo que reciba turistas y visitantes en general, con idéntico propósito.

La Iglesia Nuestra Señora del Pilar de Barinas.

sábado, 10 de febrero de 2018

¿ELECCIONES A LA NICARAGÜENSE?



¿ELECCIONES A LA NICARAGÜENSE?
Gehard Cartay Ramírez
El régimen chavomadurista quiere continuar en el poder aplicando el método de Daniel Ortega en Nicaragua para “ganar” las próximas elecciones.
Ese método es muy sencillo: el régimen inhabilita los candidatos que considere peligrosos y escoge aquellos que supuestamente le harían más fácil la tarea, apoyándose –desde luego– en las muy manoseadas políticas de fraude electoral que aplica desde 1999, a través del manejo de un CNE al servicio de sus bastardos intereses, de un registro electoral a su conveniencia y de un proceso automatizado sobre el cual también ejerce un exclusivo y tramposo control.
Pero, además, aquí en Venezuela se adelanta también un proceso inconstitucional y antidemocrático dirigido a “ilegalizar” los partidos políticos que el régimen ordene, a través de decisiones contrarias al Estado de Derecho. Y es que, en lugar de facilitar la presencia de organizaciones partidistas, consustanciales al sistema democrático y además formidables mecanismos de participación popular, el CNE chavomadurista los inhabilita, les pone trabas a su funcionamiento y si no fuera porque aún quieren disfrazarse de “demócratas” ante el mundo, hace rato los hubieran eliminado para consagrar un sistema de partido único al estilo castrocomunista.
Ya se sabe que, en paralelo, los tribunales de “justicia” chavomadurista también intervienen en el funcionamiento interno de los partidos políticos, a fin de beneficiar a algunos de sus dirigentes y perjudicar a otros, siempre dentro del objetivo final de debilitarlos en beneficio del régimen. (Lamentablemente, no han faltado sectores de esos partidos que han incurrido en el error de judicializar pleitos domésticos que bien podían resolverse aplicando los estatutos partidistas y respetando la democracia interna.)
Por desgracia, Venezuela debe ser uno de los poquísimos países del mundo donde el organismo electoral, en lugar de promover la participación de los votantes y de los partidos políticos –tal y como lo obliga la Constitución–, se dedica a desestimular y bloquear a los primeros y a inhabilitar a los segundos.
Como ya se anotó antes, se dice que el CNE mantiene un registro electoral amañado, con nóminas de electores fantasmas que algunos estiman en varios millones, y que serían una especie de “colchón” de ventaja del PSUV en cada proceso electoral. Pero no sólo eso. Dispone también de un sistema computarizado para votar, mecanismo hoy en desuso en casi todas partes por prestarse a trampas y chanchullos. (¡El propio Bill Gates, inventor del Microsoft, ha advertido que todo sistema computarizado puede ser programado para producir resultados previamente determinados!)
Por supuesto que todas estas maniobras pueden ser derrotadas –y lo han sido en otros países– sólo si una masiva avalancha de votos opositores impide la trampa y el fraude, independientemente del candidato que se escoja, aunque desde luego este debería estar entre los mejores. Está comprobado que no hay fraude electoral que valga si la votación contra un régimen tramposo es masiva, desbordada y contundente.
Porque, amigo lector, esa decisión tiene que llevar aparejada necesariamente la defensa del triunfo obtenido, ya en las calles o donde sea. Allí está la clave del porqué una masiva afluencia de electores puede vencer el fraude del régimen. Esa misma presencia multitudinaria de votantes en las mesas puede derrotarlo también en las calles, a través de una vigorosa protesta popular que desconozca las tentativas de fraude y haga respetar la voluntad popular.
No sería, por cierto, la primera vez. En 1992 y 1993 –y perdóneseme la referencia personal– en Barinas lo logramos cuando derrotamos un fraude que intentó despojarme de la gobernación limpiamente ganada en aquellas elecciones. Lo mismo sucedió en Sucre, con la también candidatura triunfante de Ramón Martínez. En ambos casos, la presencia de la mayoría del pueblo en las votaciones y luego en las calles derrotó el fraude electoral que se pretendía cometer. En otros países hay también claros ejemplos al respecto.
Quienes siempre hemos sostenido que la lucha debe ser a través de las vías electorales, así como de una vigorosa protesta callejera y del acompañamiento permanente a los venezolanos en su lucha por liberarse de esta maldición que ha resultado el chavomadurismo, estamos obligados también a luchar para eliminar las prácticas fraudulentas del régimen y su CNE.
Pero también estamos obligados a entusiasmar a todos los electores a votar, a fin de reducir al mínimo el abstencionismo, que siempre ha sido un aliado de los propósitos continuistas del chavomadurismo.
Sólo en estos términos podremos vencer a quienes han destruido al país y robado el futuro a nuestros jóvenes.   
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 06 de febrero de 2018.
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