EMPEORA NUESTRA CALIDAD DE
VIDA
Gehard Cartay Ramírez
Aquí mejoró progresivamente la calidad de vida de los venezolanos entre
los años cincuenta y noventa del siglo pasado.
Pero luego del arribo al poder del teniente coronel Hugo Chávez Frías y
su cúpula corrupta hemos sufrido un empeoramiento brutal de nuestra calidad de
vida en todos los aspectos.
Se trata, por paradójico que parezca, de un proceso inversamente
proporcional a los milmillonarios ingresos que ha percibido el país por
concepto de sus ventas de petróleo. Resulta una sangrienta ironía que mientras
más petrodólares recibimos, más empeora nuestra calidad de vida en todos los
aspectos. Eso es lo que ocurre ahora, precisamente.
Recordemos que Venezuela fue un país rural y atrasado hasta la segunda
mitad del siglo XX, ya que, desde el siglo anterior, padecíamos un largo
calvario militarista y corrupto, sin avances importantes en cuanto a progreso y
desarrollo.
Y es que mientras otros países latinoamericanos habían
iniciado un impresionante despegue hacia la modernidad, aquí la gran mayoría
languidecía entonces en medio de la ignorancia, las enfermedades, las
desigualdades y la secular maldición del militarismo en el poder.
Así entramos al siglo XX, siendo un país anclado en
el siglo XIX, empobrecido, ignorante y marginado, mientras en el continente
afloraban repúblicas modernas y democráticas, con obras de gran proyección. En
1913, por ejemplo, se inauguraba el Metro de Buenos Aires -para no hablar del
Metro de Nueva York, cuya construcción se inició en 1885-, mientras aquí apenas
había dos trenes, uno desde Caracas a Valencia y otro de la capital hacia La
Guaira y unos pocos caminos, la mayoría sin puentes sobre sus briosos ríos.
Venezuela se encontraba incomunicada, mientras en otras partes se avanzaba en
materia de vías de comunicación.
Por eso justamente el escritor merideño Mariano Picón
Salas afirmó que Venezuela entró realmente al siglo XX a la muerte de Gómez,
cuando se inició nuestra modernización. Obras educativas, sanitarias, servicios
públicos, viales, etc., comenzaron a ejecutarse, primero con cierta lentitud, y
luego, a partir de la década de los cincuenta, de manera más dinámica.
Fue así como a partir de los años sesenta, Venezuela se encaminaba a ser
uno de los países más prósperos del continente, con una clase media en ascenso,
importantes obras de infraestructura, servicios públicos, multiplicación de
escuelas, liceos y universidades, viviendas, vialidad y mejoramiento de la
calidad de vida de sus habitantes, etc., etcétera.
Por desgracia, aquello se distorsionó luego. Creció
otra vez la pobreza y se deterioró el nivel de calidad de vida de importantes
segmentos de la población, a la par que aparecían otros factores negativos.
Pero todo esto se multiplicó exponencialmente a
partir de 1999, con la llegada del chavismo al poder. Entonces, una claque de
militares y civiles, en nombre de una supuesta revolución “bolivariana”, movida
por una desmedida ambición de poder vitalicio y totalitario, inició el actual
proceso de retroceso hacia etapas que se creían superadas.
Hoy todo en nuestro país ha empeorado. Todo, porque no hay área de la
vida nacional que sea mejor ahora. Y entre esos graves retrocesos está la
destrucción del nivel de calidad de vida que los venezolanos veníamos logrando
desde hace medio siglo.
Vea usted a su alrededor, amigo lector: la inseguridad viene asesinando
centenares de miles de ciudadanos y hoy nadie está seguro en su casa, mucho menos
en las calles; crece la pobreza; servicios básicos como agua potable y electricidad
son una calamidad; los hospitales no funcionan y epidemias como la de dengue y chinkugunya nos convierten en nuevos
“africanos”; enfermarse ahora es un lujo; no hay medicinas; el costo de los
alimentos aumenta aceleradamente, así como el desabastecimiento y la escasez;
la educación empeora; los sueldos no alcanzan porque todo está más caro; la
seguridad social es una entelequia; el trasporte público es un desastre; la
administración pública no funciona.
Todo ello implica que no se respetan nuestros derechos humanos -económicos,
sociales y culturales-, al no existir empleos ni sueldos bien remunerados,
alimentos y servicios públicos disponibles, seguridad para nuestras vidas y
bienes, como sí lo han logrado algunos países de Europa y sus Estados del Bienestar.
Ahora vivimos peor que antes, mientras los pobres son más pobres y la
clase media también se empobrece. Y todo porque nuestra calidad de vida ha
empeorado.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 23 de septiembre de 2014.