lunes, 24 de octubre de 2016

SUBIR LA APUESTA



SUBIR LA APUESTA
Gehard Cartay Ramírez
El régimen no le deja a la oposición otra alternativa que subir la apuesta en esta confrontación por el cambio y la democracia.
Ya nadie puede tener dudas sobre el carácter dictatorial de la cúpula podrida que manda, por ahora. En consecuencia, tampoco se deberían tener dudas sobre la manera de enfrentarla.
Si el régimen viene -en una fuga hacia adelante, ante su inevitable sustitución- profundizando sus violaciones a la Constitución y el Estado de Derecho, sin importarle las consecuencias, resulta claro que lo hace para continuar sus políticas de terrorismo y desmoralización contra quienes lo adversamos. Sabe, desde luego, que la suya es una carrera corta, destinada al fracaso. Saben que su tiempo se acaba y que no pasará más allá de 2018, si acaso.
Y esta no es una afirmación ingenua o bobalicona. El régimen de Maduro se ha alzado contra la Constitución y contra la soberanía popular. Desde luego que si han llegado a este extremo es  porque se saben rechazados por el pueblo y, por tanto, ahora les importa un carajo su opinión. Saben algo más: no sólo hay un amplísimo rechazo popular hacia ellos, sino un sentimiento de rabia e indignación colectivas que no podrán desactivar en el corto, mediano y largo plazo.  
Pero esto no puede ser un bálsamo conformista para la oposición democrática, dirigida por la MUD. No puede esperar a que ese tiempo llegue, sino que debe acelerar su arribo. Por ahora, pareciera que el Referendo Revocatorio (RR) es el instrumento más próximo, si es que no lo bloquea el régimen finalmente. Concentrarse en lograrlo constituye una prioridad.
Sin embargo, esa lucha debe estar acompañada por una presencia más combativa y permanente en las calles. Movilizar a la inmensa mayoría de los venezolanos que claman por un cambio urgente de régimen constituye una tarea imprescindible, sin dejar de lado otras alternativas en tal sentido.
Toda lucha va marcando los tiempos de las tácticas y de los medios, sin perder de vista el objetivo final. Este, en nuestro caso, es cambiar al actual régimen venezolano. Por tanto, si llegara a fallar alguna de las tácticas de lucha, lo sensato es replantearse otras. Así de claro. No tenemos por qué anclarnos en aquellas que no han producido los resultados fijados previamente.
Todo ello significa que está prohibido rendirse. Que nadie puede desmoralizarse o entregarse. La verdad verdadera es que en esta lucha el tiempo está de nuestra parte y, por tanto, es el mayor enemigo del régimen. No lo digo, insisto, como simple consuelo. Lo digo porque es una verdad del tamaño del cielo. Lo que pasa es que sería absurdo condenarnos a la inercia, sin continuar nuestra lucha, ahora con más denuedo.

“No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”, escribió Víctor Hugo (1802-1885), el gran escritor francés, en Los Miserables, su obra cumbre. Ese es nuestro caso. La idea del cambio inmediato, profundo y radical se agita en millones de venezolanos y constituye, por tanto, el acicate central para lograrlo.

Y es que la actual ruina de Venezuela, el hambre, la miseria, la inseguridad, la corrupción y todas las demás plagas que ha traído consigo este régimen son rechazadas casi unánimemente, porque a todos nos afectan. La pésima calidad de vida de nuestro pueblo no tiene justificación alguna, mientras la cúpula podrida que manda -gorda y buchona- se hace más rica cada día que pasa. 

Resultaría, por tanto, inconcebible e injusto que puedan existir quienes, sufriéndola, sean todavía indolentes o indiferentes ante la gran tragedia que sufrimos los venezolanos. Tendrían que ser masoquistas o imbéciles, porque los únicos que podrían apoyar este desastre son la minoría corrupta que aún le saca provecho, los enchufados y logreros que aparentan estar de acuerdo y las garrapatas de la corrupción que, pegadas de la teta del presupuesto del Estado, permanecerán allí hasta que adviertan que todo esto se caerá ineluctablemente.

La historia de la humanidad ha demostrado hasta la saciedad que la lucha contra las injusticias, el despotismo y la tiranía nunca desfallecen ni se agotan. A cada tiranía la sucede una democracia, inevitablemente. Basta mirar hacia Europa Oriental, hasta hace poco satélite de la Unión Soviética, para comprobarlo. Basta recordar, por cierto, a ese mismo colosal  fantasma comunista que fue derribado por el pueblo, sin nadie disparara un solo tiro, para darnos cuenta de que “no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.
Pero hay que profundizar la lucha para que ese tiempo llegue cuanto antes.  Subirle la apuesta al régimen, en otras palabras.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 18 de octubre  de 2016.