domingo, 1 de febrero de 2015

LA INSURRECCIÓN POPULAR DE 1958



LA INSURRECCIÓN POPULAR DE 1958

Gehard Cartay Ramírez
Ahora que se cumplieron 57 años de la insurrección popular que derrocó la dictadura perezjimenista no está demás -sino todo lo contrario- recordar aquellos hechos históricos
El 23 de enero de 1958 culminó una intensa jornada de lucha de casi dos meses, iniciada cuando Pérez Jiménez ejecutó -en diciembre de 1957- la farsa plebiscitaría con la cual pretendía perpetuarse en el poder. Hubo luego algunas conspiraciones de jóvenes oficiales, pero todas fracasaron. El 13 de enero, cuando se producen manifestaciones y huelgas de todo género, el Alto Mando Militar -el mismo que PJ había designado días antes- le pide la destitución del ministro de interior y del jefe de la policía política. El 21 se produce la huelga general contra la dictadura, con rotundo éxito. En ese momento, presionada por la insurrección popular en marcha, la cúpula militar le retira el apoyo al dictador y este huye a la República Dominicana.
De allí que lo ocurrido el 23 de Enero de 1958 no fue -al contrario de lo que algunos piensan- un golpe de Estado. Era imposible que lo fuera. La dictadura perezjimenista tenía entonces su más firme sostén, al igual que la de ahora, en las Fuerzas Armadas Nacionales. Sus principales ejecutores e ideólogos -Pérez Jiménez, Vallenilla Lanz y la cúpula castrense- convirtieron al factor militar en un partido político atípico, a falta de uno genuino, cosa que nunca le preocupó al tirano tachirense.
Por tal razón, Pérez Jiménez se ufanó siempre de que su régimen tenía su mejor apoyo en las Fuerzas Armadas. Dio a éstas importantísimas cuotas de poder. Hubo así una militarización creciente en todos los aspectos. Al final, aquella circunstancia se hizo repugnante a los ojos de los venezolanos, pues se tenía la sensación de que los crímenes, desmanes y arbitrariedades de la dictadura habían contado con el apoyo de los militares o, cuando menos, con su silencio cómplice. Desde luego que tal apoyo no fue unánime: un sector de los oficiales jóvenes no se tragaban a PJ y su régimen.
Sin embargo, tal circunstancia no impidió su derrocamiento el 23 de enero de 1958, entre otras cosas, porque el apoyo militar no siempre significa que un régimen no se caiga. Aunque ya se sabe -como lo comentaría socarronamente muchos años después el ex presidente Herrera Campíns- que “los militares son leales hasta que se alzan”, no es cierto que su sólo respaldo, con prescindencia de la sociedad civil, sea suficiente.
En todo caso, la actitud de la mayoría castrense trajo como consecuencia cierta desconfianza frente a las Fuerzas Armadas a partir de 1958, situación que sólo fue superada cuando se convirtió en una institución ajena a la diatriba política y partidista, uno de los logros más sobresalientes de la Constitución de 1961. Tal principio era, por lo demás, un ideal bolivariano: la sujeción de los militares al Poder Civil.
El 23 de enero de 1958 hubo, además, una circunstancia de la mayor trascendencia: nunca antes en la historia venezolana se había registrado un ambiente de unidad nacional. El país se sobrepuso a sus divergencias históricas de entonces con una facilidad pasmosa. La razón de tal proceder estribaba en el deseo común e indiscutible de marchar hacia adelante, sin detenerse en razones ideológicas o doctrinarias, muchísimo menos de orden partidista.
El actor fundamental, por tanto, fue el pueblo. Y esa, y no otra, es la verdad histórica. Acaso el 23 de enero de 1958 sea una de las muy pocas veces que los venezolanos, con auténtico espíritu de cuerpo,  asumieron su propio protagonismo. Y lo hicieron para derrocar una dictadura e implantar la democracia moderna que conocimos hasta 1999. Ni más, ni menos.
Como podrá colegir el lector, aquella fecha constituye una lección que debemos aprender en esta crucial hora, ya que puso en evidencia que el pueblo es el único depositario de la soberanía nacional.
Hoy estamos ante un régimen que se ha desentendido de la monumental crisis que nos agobia, mientras el país se cae a pedazos. Para muestra un botón: quien lo encabeza se la ha pasado viajando por el mundo casi todo el mes de enero, sin darse por enterado de la tragedia que vivimos. El suyo pareciera, en el fondo, un ejercicio de escapismo para no enfrentar el actual cataclismo político, económico y social.
Hoy, cuando soportamos el peor gobierno de toda nuestra historia, pues sólo nos ha traído hambre, pobreza, escasez, carestía, desempleo, inseguridad y corrupción como nunca antes, los venezolanos estamos obligados a luchar por un verdadero cambio que enfrente todos estos males y nos garantice progreso y bienestar.
          @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 27 de enero de 2015.