LA
INSURRECCIÓN POPULAR DE 1958
Gehard
Cartay Ramírez
Ahora que se
cumplieron 57 años de la insurrección popular que derrocó la dictadura
perezjimenista no está demás -sino todo lo contrario- recordar aquellos hechos
históricos
El 13
de enero, cuando se producen manifestaciones y huelgas de todo género, el Alto
Mando Militar -el mismo que PJ había designado días antes- le pide la
destitución del ministro de interior y del jefe de la policía política. El 21
se produce la huelga general contra la dictadura, con rotundo éxito. En ese
momento, presionada por la insurrección popular en marcha, la cúpula militar le
retira el apoyo al dictador y este huye a la República Dominicana.
De allí que lo
ocurrido el 23 de Enero de 1958 no fue -al contrario de lo que algunos piensan-
un golpe de Estado. Era imposible que lo fuera. La dictadura perezjimenista tenía
entonces su más firme sostén, al igual que la de ahora, en las Fuerzas Armadas Nacionales.
Sus principales ejecutores e ideólogos -Pérez Jiménez, Vallenilla Lanz y la
cúpula castrense- convirtieron al factor militar en un partido político
atípico, a falta de uno genuino, cosa que nunca le preocupó al tirano
tachirense.
Por
tal razón, Pérez Jiménez se ufanó siempre de que su régimen tenía su mejor apoyo
en las Fuerzas Armadas. Dio a éstas importantísimas cuotas de poder. Hubo así
una militarización creciente en todos los aspectos. Al final, aquella
circunstancia se hizo repugnante a los ojos de los venezolanos, pues se tenía
la sensación de que los crímenes, desmanes y arbitrariedades de la dictadura
habían contado con el apoyo de los militares o, cuando menos, con su silencio
cómplice. Desde luego que tal apoyo no fue unánime: un sector de los oficiales
jóvenes no se tragaban a PJ y su régimen.
Sin
embargo, tal circunstancia no impidió su derrocamiento el 23 de enero de 1958,
entre otras cosas, porque el apoyo militar no siempre significa que un régimen
no se caiga. Aunque ya se sabe -como lo comentaría socarronamente muchos años
después el ex presidente Herrera Campíns- que “los militares son leales hasta
que se alzan”, no es cierto que su sólo respaldo, con prescindencia de la
sociedad civil, sea suficiente.
En
todo caso, la actitud de la mayoría castrense trajo como consecuencia cierta
desconfianza frente a las Fuerzas Armadas a partir de 1958, situación que sólo
fue superada cuando se convirtió en una institución ajena a la diatriba
política y partidista, uno de los logros más sobresalientes de la Constitución de 1961.
Tal principio era, por lo demás, un ideal bolivariano: la sujeción de los
militares al Poder Civil.
El 23
de enero de 1958 hubo, además, una circunstancia de la mayor trascendencia:
nunca antes en la historia venezolana se había registrado un ambiente de unidad
nacional. El país se sobrepuso a sus divergencias históricas de entonces con
una facilidad pasmosa. La razón de tal proceder estribaba en el deseo común e
indiscutible de marchar hacia adelante, sin detenerse en razones ideológicas o
doctrinarias, muchísimo menos de orden partidista.
El actor fundamental, por tanto, fue el
pueblo. Y esa, y no otra, es la verdad histórica. Acaso el 23 de enero de 1958
sea una de las muy pocas veces que los venezolanos, con auténtico espíritu de
cuerpo, asumieron su propio
protagonismo. Y lo hicieron para derrocar una dictadura e implantar la democracia
moderna que conocimos hasta 1999. Ni más, ni menos.
Como
podrá colegir el lector, aquella fecha constituye una lección que debemos
aprender en esta crucial hora, ya que puso en evidencia que el pueblo es el único
depositario de la soberanía nacional.
Hoy estamos
ante un régimen que se ha desentendido de la monumental crisis que nos agobia,
mientras el país se cae a pedazos. Para muestra un botón: quien lo encabeza se
la ha pasado viajando por el mundo casi todo el mes de enero, sin darse por
enterado de la tragedia que vivimos. El suyo pareciera, en el fondo, un
ejercicio de escapismo para no enfrentar el actual cataclismo político,
económico y social.
Hoy,
cuando soportamos el peor gobierno de toda nuestra historia, pues sólo nos ha
traído hambre, pobreza, escasez, carestía, desempleo, inseguridad y corrupción
como nunca antes, los venezolanos estamos obligados a luchar por un verdadero
cambio que enfrente todos estos males y nos garantice progreso y bienestar.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 27 de enero de 2015.