martes, 17 de julio de 2012

Verdades
EL PAPEL DE LA FUERZA ARMADA
 Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

Que no se equivoquen el presidente saliente ni su cúpula militar.
La Fuerza Armada Nacional (FAN) no es socialista, ni revolucionaria, ni chavista, como lo dicen irresponsablemente, tanto el Gran Hablador como algunos generales felones, en abierta violación a su juramento de lealtad a la Constitución Nacional.
Que no se equivoquen, a cuenta de que pueden hacer campaña electoral en los cuarteles -violando la Constitución y las leyes-, abusando de su poder y también de la paciencia de los militares institucionalistas. Y que no sigan hablando tantas pendejadas, sólo con el propósito de asustar a la gente con ese “cuento chino” de que la Fuerza Armada es una legión de corifeos y jalamecates “rodilla en tierra” del actual presidente y que, por tanto, no va a reconocer la victoria electoral de Henrique Capriles Radonski el próximo siete de octubre. Que se bajen de esa nube el golpista de 1992 y sus generales politiqueros.
La FAN no es ni puede ser “socialista, revolucionaria o chavista”, amigos lectores. “La Fuerza Armada Nacional -tal como lo manda el artículo 328 de la Carta Magna- constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación con el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y con la ley”.
Y agrega, de seguidas, como para que no queden dudas y para desmentir la cháchara de esos militares metidos a dirigentes del partido oficialista: “En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Vea usted, amigo lector: más claro no canta un gallo: La FAN sólo está al servicio de la Nación, es decir, de todos nosotros. Nunca puede estarlo al servicio de persona (incluido el presidente de la República, por supuesto) o de parcialidad política alguna.
Por eso, con toda razón, la Conferencia Episcopal Venezolana -que reúne a los obispos católicos del país- este viernes pasado en documento público exigió a la Fuerza Armada Nacional “que esté al servicio de la Nación y no al de una parcialidad”, tal como reza el mandato constitucional ya citado.
Lamentablemente, el actual régimen ha pretendido hacer todo lo contrario desde 1999. Esta perversión suya -la de controlar todas las instituciones del Estado para ponerlas al servicio de la autocracia del führer sabaneteño- y la gigantesca crisis nacional creada por el actual desgobierno, convierten a la institución militar en un factor decisivo en el desenlace de la actual situación.
Por eso, hablar del papel constitucional que está obligada a cumplir la FAN como institución constituye hoy un deber ciudadano. Nadie puede sustraerse de esa responsabilidad, sobre todo, porque ha sido este absurdo régimen el que pretende convertir a la Fuerza Armada en una guardia pretoriana al servicio de su jefe único o en una milicia marxistoide o nazifacista (como en la Cuba de Fidel Castro o en la Alemania de Hitler, que, para el caso, también son la misma vaina) al servicio de sus intereses políticos, partidistas y electorales.
Por eso, los venezolanos también tenemos derecho a reclamarle a nuestra  Fuerza Armada Nacional que actúe en función de los principios constitucionales vigentes y se niegue a ser destruida, como lo pretende el actual “proceso revolucionario”.
Pero no sólo eso. Tenemos derecho a exigirle también que sea realmente garante de la institucionalidad democrática, y nunca el soporte armado de un proyecto político que ha destruido las instituciones, dividido al país y sembrado el odio entre los venezolanos, aparte de conducirnos a la más severa crisis económica y social que este país haya podido sufrir nunca antes.
La soberana decisión de la inmensa mayoría de los venezolanos en las próximas elecciones es de obligatorio cumplimiento para todos, y la Fuerza Armada Nacional tiene que ser su garante, en virtud de su condición de custodio de las armas y del monopolio de la violencia.
Ese ha sido el llamado de Capriles Radonski y su promesa, como próximo Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional, de respetarla como una institución esencialmente profesional, sin militancia política, al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna.

Cursilería cómica y perversa
Esta es la filosofía que inspira la campaña electoral del oficialismo.
Se trata de una milmillonaria operación propagandística, a costa del bolsillo de todos los venezolanos, que busca -como es costumbre del chavismo como fiel émulo del nazifasciocomunismo- apelar a los sentimientos primitivos de las mentes cándidas e ingenuas para engañarlas en este nuevo proceso electoral.
Y es, sin duda, una perversa campaña, no obstante su cómica cursilería. Frases como “el corazón de mi patria”, “el candidato de la patria” o “el bolívar este” (para referirse al Gran Hablador), o llamar “candidato de la antipatria” (¿?) a Capriles Radonski, aparte de cursis y desproporcionadas, encierran una mentalidad maniquea, estúpida y francamente fascistoide.
Pero revelan también la peor catadura moral de los propagandistas del régimen, incluido su propio jefe, aquejado  hoy como nunca de esa especie de cáncer que significa el culto a su personalidad.
Y es que sólo un déspota puede hacerse llamar “el candidato de la patria”, pretendiéndose la encarnación misma de la Patria, lo cual es un fraude desde todo punto de vista. Porque la Patria somos todos los venezolanos, pero nadie lo es en particular. La Patria es un patrimonio común, y nunca el de un sujeto en concreto.
Lo peor de todo es que el supuesto “candidato de la patria”, “el Bolívar este”, nos ha convertido prácticamente en una colonia cubana, nos ha hipotecado a China, nos ha puesto al servicio de rusos, iraníes y bielorrusos, y hasta ha llegado al colmo de importar gasolina desde el imperio mismo.
Bien lo decía mi madre, que en paz descanse: “la lengua es castigo del cuerpo…”