CRISIS DE LIDERAZGO
Gehard
Cartay Ramírez
Al igual que la mediocridad en general, la otra gran crisis que sufre el
país es la ausencia de liderazgo.
Hay crisis de liderazgo en el régimen y también en la oposición. En el
oficialismo hay una escandalosa ausencia de líderes capacitados para hacer un
buen gobierno y, lamentablemente, en el otro bando tampoco pareciera haberlos
para conducir una alternativa de poder.
En el régimen, comenzando por quien lo encabeza, la ausencia de
liderazgo es tal que no encuentran ya cómo exprimir el que tuvo en vida su jefe
único e indiscutido. Por esa razón, no deja de ser tragicómica la desesperación
de la su cúpula podrida cuando apela a una devoción ridícula alrededor de la
extinta figura de Chávez. Piensan -creyendo a los venezolanos idiotas o débiles
mentales- que montando una artificial omnipresencia de aquel, mediante una
costosa e injustificada propaganda oficial, pueden suplir las evidentes
carencias de un sujeto tan opaco y desangelado como Maduro.
Pero la cosa va más allá. Gracias al exagerado
individualismo del jefe único del chavismo, este no preparó figuras emergentes
que lo sustituyeran llegado el momento, como era obvio que tendría que suceder.
Al contrario de lo sucedido en AD y Copei, por ejemplo, donde se prepararon las
generaciones de relevo, en el oficialismo nunca se ocuparon de eso. Y allí
están las consecuencias.
Porque así como hoy en el régimen no hay liderazgo
propio a nivel nacional, tampoco lo hay en los estados y municipios. Sus
gobernadores, alcaldes, diputados, legisladores y concejales están donde están
porque el entonces portaviones de Chávez los llevó allí. Pero son gente sin
liderazgo ni peso propio, por lo general. Si dependiera de ellos y sin la
sombra de su jefe, no hubieran llegado a ningún lado. Algunos, en especial
aquellos que lo abandonaron, lo saben por experiencia propia.
En el sector opositor sucede algo parecido, pero sus causas son
distintas. Porque si en el oficialismo no se preparó un liderazgo real de
sucesión una vez muerto su caudillo, en el bando contrario el descoyuntamiento
de los partidos -a partir de 1998- fue la causa fundamental de la orfandad de
líderes que hoy exhibe, casi sin excepciones. Sus dirigentes, en formación o
cerca de su hora estelar, fueron frenados por la larga permanencia de algunos
líderes históricos de ambos partidos y, luego, por la gran estafa que ha
terminado siendo la mal llamada revolución
bolivariana.
Unida a tal circunstancia, una sistemática labor de satanización de los
gobiernos de aquellas organizaciones partidistas desmoralizó a muchos de sus
dirigentes más jóvenes. Y, en paralelo, un intento de ruptura con todos ellos
movió oportunistamente a otro grupo de dirigentes a fundar nuevos partidos,
pero haciendo suyo el discurso chavista de desligarse del pasado. Así, en la
práctica, al avergonzarse del mismo, terminaron por darle la razón al régimen
sobre los supuestos males de la presunta Cuarta
República o del Puntofijismo,
para apelar a otra falsa denominación.
Esa actitud, de unos y de otros, configuró en cierto
modo una cobardía: la de no reivindicar el rol histórico desempeñado por AD y
Copei durante la República Civil
entre 1959 y 1998. Esta experiencia de gobiernos democráticos, juzgada hoy,
tuvo más aciertos que errores. Y, por una de esas ironías de la historia, ha terminado
reivindicándola el monumental fracaso del régimen chavista, y no quienes
debieron hacerlo por derecho propio. Por supuesto que tal hecho no implica plantear un regreso al pasado, visto que ello
es imposible por las propias leyes dialécticas de la Historia.
La crisis de liderazgo en la alternativa democrática la pone de bulto la
existencia de varias posturas tácticas, abanderadas por sus dirigentes nacionales
más prominentes. Pareciera, al respecto, que “los árboles no los dejan ver el bosque”,
mientras, aguas abajo, la mediocridad de otros los aferra a sus parcelitas de
poder. Lo peor es que no faltan algunos que se sobredimensionan a sí mismos y
han terminado creyendo que fueron elegidos sólo por sus méritos, y no merced a
un esfuerzo unitario de todas las fuerzas de la oposición.
Sólo una autocrítica sincera, leal y honesta, que corrija y rectifique todo
lo que sea necesario, puede superar con éxito la crisis de liderazgo que hoy
paraliza a la opción opositora. Y esa tarea es tan necesaria como urgente.
@gehardcartay
LA PRENSA de BARINAS - Martes, q9 de agosto 2014.