LA ENFERMEDAD DEL PODER
Gehard Cartay Ramírez
Luego de haber arruinado al país, saqueado sus
riquezas y con el 90 por ciento de los venezolanos en contra, la cúpula podrida
del régimen, enferma de poder, pretende prolongar su dictadura.
No otra cosa significan las recientes declaraciones
de la presidenta de la fraudulenta constiuyente madurista cuando señaló que
ellos “más nunca entregaran el poder”.
Y es que cual garrapatas pegadas de la ubre
gubernamental, esta cáfila de corruptos quiere continuar esquilmando a los
venezolanos, como si no estuvieran suficientemente ahítos de petrodólares y
narcodólares. Ya se sabe, sin embargo, que “Dios ciega a quienes quiere
perder”: están tan enfermos con el poder, y envilecidos con sus inmensas
riquezas mal habidas, que pretenden alargar –como sea– su ya larga estadía en
él, a pesar de que cada día crece la indignación popular en su contra.
Sin embargo, enfermos de codicia también, aspiran
terminar de raspar la olla. Lo harán mientras puedan, porque ellos saben que
les queda poco tiempo. Y como no tienen que hacer maletas con los dólares
robados a nuestro pueblo, como sí lo hizo Pérez Jiménez en 1958, ya que en
estos tiempos de banca digital sus fortunas están a buen resguardo en varios
paraísos fiscales, entonces pretenden continuar mancillando a los venezolanos,
sometiéndolos a las peores condiciones de vida que han sufrido en mucho tiempo.
Mientras les llega el momento de ser echados del
poder, la cúpula podrida chavomadurista ya ha sacado del país –con suficiente
antelación– a sus familias, con preferencia hacia el “odiado” imperio yanqui o a Europa. Milmillonarios,
residen en costosas mansiones o apartamentos, mientras sus hijos
estudian en universidades caras y su tren de vida es opulento y desvergonzado
(famosos restaurantes, vestimenta de marca, extravagantes compras, ostentosos
vehículos y yates, flamantes aviones, etc.), como si fueran descendientes de
una monarquía ladrona y rica en el exilio. Entre tanto, los chavistas pobres de
vaina reciben la miserable bolsa de los Clap.
No deja de ser una monumental hipocresía y un
cinismo descarado que la cúpula podrida chavomadurista no haya enviado sus
familiares a Cuba o Corea del Norte, siendo como dicen ser socialistas y
anticapitalistas. Si acaso, y parece que no son muchos, tal vez algunos estén
en China o Rusia, hoy neocapitalistas. Pero, la verdad, los revolucionarios del
régimen prefieren Estados Unidos y su detestado “capitalismo neoliberal y
explotador”.
Por eso mismo, no deja de ser también un colosal
monumento a su condición de farsantes incurables la muy demostrativa
circunstancia de que no hayan inscrito a sus vástagos en las universidades
piratas fundadas por ellos aquí, desde que llegaron al poder. Por lo visto,
tampoco quieren que sus afortunados herederos se gradúen en las profesiones chimbas que allí se ofrecen.
Todo esto demuestra que, al final, en Venezuela el
llamado socialismo del siglo XXI es otra gigantesca estafa
histórica, como lo ha sido en Cuba o lo fue en la desaparecida Unión Soviética
o en la anterior China, reconvertida hoy al capitalismo salvaje, aunque con una
dictadura comunista hasta nuevo aviso.
Pero, como bien se sabe, en cada una de esas
dictaduras la cúpula siempre vivió de manera opulenta, enriquecida por el
saqueo criminal de los recursos de cada país, mientras a los pobres les echaban
las migajas de su festín baltasariano. Dicho en otras palabras: ellos
milmillonarios, mientras el pueblo llano sufría hambre y pobreza, tal cual
sucede en la Venezuela actual.
Nunca los venezolanos le perdonarán al
chavomadurismo haber arruinado uno de los países más ricos del mundo. Nunca le
perdonarán que los empobrecieran como lo han hecho desde 1999. Nunca le
perdonarán que hayan destruido miles de industrias y empresas agropecuarias,
liquidando así el aparato productivo nacional. Nunca le perdonarán que los
hayan sometido al hambre, la escasez de comida y medicinas, la inseguridad, el
desempleo y el empeoramiento de su calidad de vida, mientras la cúpula
chavomadurista se ha enriquecido groseramente.
A esa cúpula, por supuesto, le importa un comino la
desgracia que ahora sufren los venezolanos como consecuencia de 18 años de
destrucción del país desde el poder. A ellos sólo les importan ellos mismos. Si
no fuera así, sus familiares estarían aquí, sufriendo también la crisis. Pero
resulta todo lo contrario: hoy viven como magnates mil millonarios fuera de
Venezuela, mientras en Venezuela sobrevivir es cada día más difícil.
Todo esto demuestra que la enfermedad del poder los
contaminó hace tiempo, y como a muchos otros -según lo ha demostrado la
historia- también los terminará llevando a la extinción.
@gehardcartay
LA PATILLA.COM
Martes, 27 de marzo de 2018.