LA IMPORTANCIA DE LA POLÍTICA LOCAL
Gehard Cartay Ramírez
De entrada, una advertencia: la política –a
pesar de que algunos lo nieguen– lo abarca todo: desde recoger la basura hasta
la deuda externa de un país.
Bien la define el Diccionario de la Lengua Española: “Arte, doctrina u opinión referente
al gobierno de los Estados. Actividad de los que rigen o aspiran a regir los
asuntos públicos. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos
públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier modo”.
Y la política, como es sabido, tiene varios
niveles: el internacional, el nacional y el local. A este último quiero
referirme, a propósito de las próximas elecciones de alcaldes.
Hay que recordar que, a partir de 1989, se inició
en Venezuela el proceso de descentralización, regionalización y
desconcentración del Poder Público, con la elección de gobernadores y alcaldes.
Hasta entonces, los primeros eran designados por el presidente de la República
y los segundos no existían.
Aquella fue
una decisión histórica en todo sentido, pues significó una redistribución de las
funciones gubernamentales al trasladarse un conjunto de competencias a
gobernaciones y alcaldías. (En lo
personal, siendo diputado al Congreso de la República participé en la discusión
de varias leyes descentralizadoras y fui candidato a gobernador de Barinas en
las primeras elecciones de diciembre de 1989. Después resulté electo como tal
por el pueblo barinés en los comicios de diciembre de 1992, repetidos en junio
de 1993.)
Desde
entonces se configuró también una nueva forma de participación política en
Venezuela. Se le quebró el espinazo a los cogollos caraqueños y creció el
protagonismo de la provincia, al punto de que más tarde algunos gobernadores y
alcaldes electos en 1989 fueron candidatos presidenciales en los siguientes
comicios (Álvarez Paz, Andrés Velásquez, Fermín, Salas Römer, Arias Cárdenas,
Manuel Rosales, Capriles), aunque ninguno resultara electo o se le desconociera
el triunfo.
Ciertamente, aquella fue una experiencia útil
y positiva en todo sentido. Primero, porque la gente eligió sus gobernadores y
alcaldes, algo que nunca antes había hecho. Segundo, porque reconocía así sus auténticos
líderes. Tercero, porque algunos de ellos hicieron gala de ideas y políticas
novedosas al dejar de ser funcionarios nombrados a dedo. Otros también se las ingeniaron
para conseguir más recursos presupuestarios y administrarlos con eficiencia.
Sin duda, al tener mayor autonomía, esos gobernadores
y alcaldes manejaron sus presupuestos en beneficio de sus regiones. Y era lo
correcto: al tener como jueces de su gestión a los electores –y no al
presidente de turno, ni a la cúpula nacional del partido– estaban obligados a
gobernar con prioridades, administrando lo mejor posible los recursos y
ocupándose, por tanto, de los verdaderos problemas regionales.
(Vuelvo a
citar mi experiencia, y perdóneseme por esto, pero viene al caso: en Barinas,
por ejemplo, pudimos construir obras fundamentales sólo con cargo al
presupuesto regional, sin ningún tipo de recursos nacionales, entre ellas, el
Hospital Materno Infantil, las avenidas Arvelo Torrealba y Blonval López, los programas
sociales, etc.).
Por desgracia, esa experiencia tan positiva la
liquidó luego, en varias etapas, el chavismo al llegar al poder, pues la
descentralización y la regionalización no eran compatibles con su proyecto
totalitario. Desde entonces, gobernaciones y alcaldías han venido siendo
despojadas de atribuciones y de recursos financieros adicionales que antes percibían.
Desde entonces, también se viene ejecutando
una política perversa, sectaria y excluyente, conforme a la cual se les niegan
recursos a gobernadores y alcaldes de partidos opositores, a fin de asfixiarlos
económicamente, sin que al régimen le importe el daño inmenso que le ocasiona a
la gente de esas entidades federales y sus municipios.
Sin embargo, estas difíciles circunstancias,
en lugar de amilanarnos, debemos convertirlas en poderosas razones en la lucha
por rescatar la descentralización. Y es que, justamente por ser esta última
opuesta al modelo totalitario del régimen, estamos en el deber de elegir
alcaldes comprometidos con sus comunidades, y no con el chavomadurismo. Porque,
a pesar de que se pretenda liquidar política y financieramente las alcaldías,
el voto por los candidatos opositores tiene también validez como un categórico
voto protesta contra la dictadura.
Por eso
mismo, hay derrotar los candidatos paracaidistas que, como en el caso del
municipio Barinas, traen de afuera sin que nadie de aquí los conozca, impuestos
por el régimen, sin consultar siquiera a las bases chavistas.
Por todo ello, y a pesar de los problemas y del
intento por liquidarlas, hay que impedir que la mayor cantidad de alcaldías
caiga en manos del chavomadurismo. Hay que conquistarlas para que sean instrumentos
al servicio de las comunidades, y no del régimen. Así de sencillo.
@gehardcartay
El
Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas - Martes, 14 de noviembre de 2017
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