EL PAÍS YA NO AGUANTA MÁS
Gehard Cartay Ramírez
El cambio del régimen es urgente, necesario e
imprescindible. El país ya no aguanta más.
Como toda pesadilla, esta que sufrimos también debe
terminar. Cada hora, minuto y segundo de Maduro y su combo en el poder son
horas, minutos y segundos en que Venezuela sigue destruyéndose.
El régimen chavista no puede continuar. Su cúpula
podrida está ética, moral y políticamente inhabilitada para seguir en el poder.
Su mil millonaria corrupción, sus colosales latrocinios y sus catastróficos
errores económicos, sociales y políticos que arruinaron al país no pueden
continuar.
Sería un crimen contra
los venezolanos de hoy y de mañana que esta plutocracia ladrona e incapaz permanezca
en el poder. Esa cúpula podrida, ni antes ni ahora, estuvo calificada para
hacer un buen gobierno. Porque un grupo de facinerosos militares golpistas,
bajo la jefatura de un caudillismo alucinado e irresponsable, no podían nunca
haber conducido al país hacia el progreso y el desarrollo.
Menos lo han podido hacer
sus herederos de hoy, auténticos portentos de una mediocridad, corrupción e
incapacidad escandalosas, encabezados por alguien que nunca ha tenido
conciencia de su papel y a quien sólo un capricho incalificable pudo haber
colocado en la posición que hoy ocupa.
La verdad es que ninguno de ellos tuvo moral ni
capacidad para intentar siquiera un cambio en beneficio de los venezolanos,
mucho menos para ejecutarlo desde el poder. Su signo ha sido siempre la
destrucción, nunca la construcción de un país mejor.
Por esas razones -y
muchas otras- su proyecto político e ideológico ha naufragado en el inmenso
océano de sus errores. Y lo grave de tal circunstancia es que hoy los
venezolanos sufrimos tan nefastas consecuencias, tanto aquellos que los
apoyaron como quienes nos opusimos a ellos desde el mismo momento del golpe de
Estado del 4 de febrero de 1992, fecha que enlutará por siempre la historia
venezolana y latinoamericana, vistos sus devastadoras consecuencias.
El chavismo ha sucumbido en el poder y por eso
están invalidados para continuar ejerciéndolo. Por eso hay que desalojarlos de
allí, cuanto antes y por las vías constitucionales y democráticas al efecto,
pues sus adversarios -a diferencia de ellos- no somos golpistas ni creemos en
la violencia armada para cambiar regímenes.
El chavismo ya es una chatarra inservible e
inmoral, que bloquea a esa otra Venezuela que quiere abrirse paso en medio de
este desastre y superarlo cuanto antes. Esa cúpula que ahora detenta el poder se
ha hecho indigna de seguir ejerciéndolo. Han sido una gran estafa y un
gigantesco engaño, especialmente para
todos aquellos que les creyeron desde el principio. Por eso hay que impedir que
sigan destruyendo, robando y desangrando a Venezuela.
Pero esa tarea exige del liderazgo opositor una
dedicación y una lealtad absolutas, sin abandonar la calle ni la protesta y sin
caer otra vez en el engaño del “diálogo”, la carta escondida del jugador
tramposo que siempre ha sido el régimen. ¿O acaso vamos a olvidar que siempre
ha echado mano a tal ardid cuando tiene el agua al cuello? Ya lo hicieron en
2004 y lo repitieron en 2013, y una vez que tomaron un segundo aire volvieron a
desplegar sus mecanismos dictatoriales.
Por eso, precisamente,
necesitamos líderes opositores que no crean en “cantos de sirena”, hábiles y
con experiencia y seriedad suficientes para derrotar las trampas del régimen,
ahora y después. Por eso mismo hay que apartar también a cierta cáfila de
dirigentes mediocres, enanos moral e intelectualmente, que sólo privilegian sus
intereses personales y apuestan por pequeñas cuotas de poder, en lugar de
aportar su esfuerzo para el gran propósito de librar a Venezuela de la plaga
que la destruye desde 1999.
La tarea de cambiar a Venezuela no será fácil, por
supuesto. Habrá que vencer otra vez a quienes ya son una minoría, pero -no nos
engañemos- una minoría arrogante, inescrupulosa y corrupta, a la que no le
importa Venezuela sino satisfacer sus ansias de poder vitalicio en beneficio de
ellos nada más, mientras siguen arruinándonos la vida al resto de los
venezolanos.
Es la hora de los verdaderos liderazgos, los que ya
han sido probados en los hechos y pueden presentar logros y resultados. Hay que
apartar a los improvisados, a los faltos de grandeza y de carácter y a quienes
no han entendido la gravedad de esta lucha y el desafío futuro de reconstruir
al país, empresa fascinante que requerirá también grandeza de miras, honestidad
y capacidad, como pocas veces en nuestra historia.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 31 de mayo de 2016.