lunes, 29 de septiembre de 2014

EMPEORA NUESTRA CALIDAD DE VIDA



EMPEORA NUESTRA CALIDAD DE VIDA

Gehard Cartay Ramírez
Aquí mejoró progresivamente la calidad de vida de los venezolanos entre los años cincuenta y noventa del siglo pasado.

Pero luego del arribo al poder del teniente coronel Hugo Chávez Frías y su cúpula corrupta hemos sufrido un empeoramiento brutal de nuestra calidad de vida en todos los aspectos.

Se trata, por paradójico que parezca, de un proceso inversamente proporcional a los milmillonarios ingresos que ha percibido el país por concepto de sus ventas de petróleo. Resulta una sangrienta ironía que mientras más petrodólares recibimos, más empeora nuestra calidad de vida en todos los aspectos. Eso es lo que ocurre ahora, precisamente.

Recordemos que Venezuela fue un país rural y atrasado hasta la segunda mitad del siglo XX, ya que, desde el siglo anterior, padecíamos un largo calvario militarista y corrupto, sin avances importantes en cuanto a progreso y desarrollo.

Y es que mientras otros países latinoamericanos habían iniciado un impresionante despegue hacia la modernidad, aquí la gran mayoría languidecía entonces en medio de la ignorancia, las enfermedades, las desigualdades y la secular maldición del militarismo en el poder.

Así entramos al siglo XX, siendo un país anclado en el siglo XIX, empobrecido, ignorante y marginado, mientras en el continente afloraban repúblicas modernas y democráticas, con obras de gran proyección. En 1913, por ejemplo, se inauguraba el Metro de Buenos Aires -para no hablar del Metro de Nueva York, cuya construcción se inició en 1885-, mientras aquí apenas había dos trenes, uno desde Caracas a Valencia y otro de la capital hacia La Guaira y unos pocos caminos, la mayoría sin puentes sobre sus briosos ríos. Venezuela se encontraba incomunicada, mientras en otras partes se avanzaba en materia de vías de comunicación.

Por eso justamente el escritor merideño Mariano Picón Salas afirmó que Venezuela entró realmente al siglo XX a la muerte de Gómez, cuando se inició nuestra modernización. Obras educativas, sanitarias, servicios públicos, viales, etc., comenzaron a ejecutarse, primero con cierta lentitud, y luego, a partir de la década de los cincuenta, de manera más dinámica.

Fue así como a partir de los años sesenta, Venezuela se encaminaba a ser uno de los países más prósperos del continente, con una clase media en ascenso, importantes obras de infraestructura, servicios públicos, multiplicación de escuelas, liceos y universidades, viviendas, vialidad y mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, etc., etcétera.

Por desgracia, aquello se distorsionó luego. Creció otra vez la pobreza y se deterioró el nivel de calidad de vida de importantes segmentos de la población, a la par que aparecían otros factores negativos.

Pero todo esto se multiplicó exponencialmente a partir de 1999, con la llegada del chavismo al poder. Entonces, una claque de militares y civiles, en nombre de una supuesta revolución “bolivariana”, movida por una desmedida ambición de poder vitalicio y totalitario, inició el actual proceso de retroceso hacia etapas que se creían superadas.

Hoy todo en nuestro país ha empeorado. Todo, porque no hay área de la vida nacional que sea mejor ahora. Y entre esos graves retrocesos está la destrucción del nivel de calidad de vida que los venezolanos veníamos logrando desde hace medio siglo.

Vea usted a su alrededor, amigo lector: la inseguridad viene asesinando centenares de miles de ciudadanos y hoy nadie está seguro en su casa, mucho menos en las calles; crece la pobreza; servicios básicos como agua potable y electricidad son una calamidad; los hospitales no funcionan y epidemias como la de dengue y chinkugunya nos convierten en nuevos “africanos”; enfermarse ahora es un lujo; no hay medicinas; el costo de los alimentos aumenta aceleradamente, así como el desabastecimiento y la escasez; la educación empeora; los sueldos no alcanzan porque todo está más caro; la seguridad social es una entelequia; el trasporte público es un desastre; la administración pública no funciona.

Todo ello implica que no se respetan nuestros derechos humanos -económicos, sociales y culturales-, al no existir empleos ni sueldos bien remunerados, alimentos y servicios públicos disponibles, seguridad para nuestras vidas y bienes, como sí lo han logrado algunos países de Europa y sus Estados del Bienestar.

Ahora vivimos peor que antes, mientras los pobres son más pobres y la clase media también se empobrece. Y todo porque nuestra calidad de vida ha empeorado. 

Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 23 de septiembre de 2014.