miércoles, 20 de noviembre de 2013

MÁS ALLÁ DEL 8-D
Gehard Cartay Ramírez
Las elecciones del próximo 8 de diciembre no resolverán la colosal crisis que agobia a Venezuela, pero son un paso importante para producir el cambio que requerimos con urgencia.
Me explico: nadie sensato puede creer que la simple elección de alcaldes y concejales nos sacará de la hecatombe política, social y económica en que nos ha sumido el actual régimen. Lo que vamos a elegir son los gobiernos locales. Se trata, entonces, de una decisión importante. Por eso mismo, hay elegir a los mejores para rescatar la mayoría de las alcaldías de la ineficiencia y corrupción en que las han sumido los rojos-rojitos.
Pero todo esto no es suficiente. La grave crisis que hoy sufrimos es muy profunda y exige soluciones de mayor calado. Por muchos alcaldes y concejales que elijamos los factores democráticos este 8-D, no podemos contentarnos con esos resultados.
Hay que ir mucho más allá entonces. Porque de lo que se trata, en realidad, es de salir de este nefasto régimen, y cuanto antes, mejor. Conste que esa salida tiene que ser democrática y constitucional. Los golpistas, como bien se sabe, están en el gobierno.
Por eso hay que convertir las elecciones de este domingo 8 de diciembre en un plebiscito contra el régimen de Maduro y su cúpula podrida. Al votar por los candidatos de la MUD -electos en las primarias de 2012 para rescatar las alcaldías ineficientes y corruptas- debemos convertir esa elección en un masivo pronunciamiento contra el oficialismo hambreador, corrupto e ineficiente.
Se trata de una oportunidad extraordinaria a tales efectos. Porque si, como resulta una verdad que hoy nadie discute, este país vive su peor crisis en mucho tiempo -su democracia, legalidad y economía destruidas, con más pobreza, desempleo y desaliento que nunca-, parecería lógico entonces suponer que la gran mayoría de los venezolanos ejercerán su voto castigo contra el régimen imperante desde hace tres largos lustros.
Sin embargo, la oposición democrática debe trabajar como si tal hipótesis no fuera cierta, es decir, como si las elecciones las tuviera perdidas. Debe despojarse de todo triunfalismo y continuar la lucha en términos mucho más decididos y esforzados. Debe convertir esa mayoría que hoy está a su lado en una descomunal avalancha de votos que elija mejores alcaldes y concejales y, al mismo tiempo, aplaste al régimen de manera demoledora.
Pero ese objetivo pasa por no subestimar al adversario. Hay que estar claros en que enfrentamos un régimen corrupto y corruptor, que utiliza a su favor todo el poder y los dineros del Estado venezolano y que carece de escrúpulos a tales efectos. Ya hemos visto cómo la pasada semana apeló una vez más a la más criminal demagogia, incitando al saqueo y la toma de establecimientos comerciales, luego de lo cual -y siempre echando mano al “pan y circo”- se ufanó teatralmente de “haber bajado los precios”, después de 15 años continuados de permitir esta criminal especulación contra los consumidores.
Digo precios de especulación, porque desde entonces fueron fijados por estos mismos importadores toñecos del régimen y de  Cadivi. Ahora ambos se pusieron de acuerdo para “rebajar” los precios. Los comerciantes aceptaron sin chistar, pero luego de largos años  beneficiándose con los dólares preferenciales de Cadivi, que ha hecho a muchos de ellos milmillonarios rojos-rojitos. Y no es por casualidad que “la rebaja de precios” sea comenzando la campaña electoral. Todo esto tiene un tufo electorero escandaloso, amigo lector.
No nos llamemos, pues, a engaño: esta actitud tiene obviamente propósitos electorales. No faltaran los ingenuos (ojalá no sean muchos) que, encandilados por ese discurso demagógico, apoyen los candidatos oficialistas, a pesar de que no comulguen con el régimen. Ojalá, insisto, no caigan en esta trampa caza pendejos, pues luego de las elecciones habrá otra vez carestía, pero combinada con escasez, algo realmente peligroso.
Convirtamos entonces la sólida mayoría que, según todas las encuentras, rechaza al régimen de Maduro y su combo, en un formidable ejercicio de soberanía popular para activar los mecanismos democráticos, constitucionales y legales que nos permiten su sustitución.
Uno de esos mecanismos es la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Como ya lo he señalado antes desde aquí, esta vía es la más expedita, no sólo para darnos una Constitución auténticamente democrática, civilista, federalista y descentralizada, sino también para reorganizar la institucionalidad anómala que hoy sufre el país, controlada por una cúpula corrupta y totalitaria. El carácter soberano de una nueva Constituyente nos permitiría convocar nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias y designar un nuevo Tribunal Supremo, Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo, hoy en manos de incondicionales del régimen.
Sólo así podremos abrir la puerta a un cambio verdadero en Venezuela.   
    @gehardcartay
(LA PRENSA de Barinas - Martes19  de noviembre de 2013)