lunes, 10 de noviembre de 2014


MILITARISMO Y EXCLUSIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Desde sus inicios hemos sostenido que el régimen chavista es militarista y no civilista.
Al militarismo podemos definirlo como aquel sistema de gobierno en que el estamento militar, en cuanto institución, ejerce de hecho su influencia y poder fundamental sobre todas las demás, independientemente de la ideología política. Por esto mismo, el militarismo puede ser de derecha o de izquierda. Lo que nunca puede ser es democrático ni, obviamente, civilista.
El extinto jefe único del chavismo dijo hasta el cansancio que su movimiento “había nacido en los cuarteles”. Su pecado original, como bien se sabe, fue la utilización del golpismo como vía inicial de acceso al poder. Y en estos 15 años, toda la simbología del régimen ha sido militar: desde aquel vergonzoso “Ordene, comandante, que nosotros obedecemos”, gritado a voz en cuello en sus asambleas partidarias, pasando por las fulanas “patrullas” o las “unidades de batalla” del PSUV, hasta la expresión “rodilla en tierra”, sin que dejar de lado su concepción militar según la cual la política es un combate donde hay que eliminar (“pulverizar”, “convertir en polvo cósmico”, etc.) al adversario.
Pues bien, como resulta obvio, un régimen militarista siempre privilegia a los mandos militares. Es así entonces como se van estableciendo odiosos mecanismos de exclusión y marginamiento de aquellos que no lo son, quienes pasan a ser ciudadanos de segunda. Se crea, por supuesto, una casta oligárquica, a la que se le otorgan privilegios absurdos, mientras el resto de la población debe conformarse con migajas.
En el caso del presente régimen, ya se sabe que altos militares ocupan los principales cargos públicos, incluyendo la mayoría de las gobernaciones e importantes alcaldías, así como curules de la Asamblea Nacional. Por si fuera poco, manejan significativas áreas de las finanzas oficiales, así como redes públicas de distribución y venta de bienes y servicios. Pudiera decirse que controlan los sectores más importantes y estratégicos del Estado venezolano, algo que no sucedía desde la dictadura perezjimenista.
La semana pasada se confirmó ese carácter militarista del régimen. Como se sabe, Maduro anunció un aumento de 45 por ciento en los sueldos de los altos oficiales militares, aparte del aumento del 30% de mayo pasado. Esto, por supuesto, no sería criticable si también se hubiera extendido a los demás servidores públicos. La difícil situación del país, la inflación, el alto costo de la vida, el colapso de los servicios públicos y, en fin, la pesadilla que sufrimos los venezolanos bajo este régimen han hecho que los sueldos y salarios no alcancen para nada, con lo cual nuestra calidad de vida se ha deteriorado gravemente.
Y esa es la razón para que el aumento a la alta oficialidad castrense haya recibido una repulsa generalizada. Porque mientras a ellos se les incrementan sus ingresos de manera tan significativa, los demás empleados públicos siguen cobrando sueldos miserables. Así, por ejemplo, mientras un general cobra treinta mil bolívares (Bs. 30.000,oo), un profesor universitario a dedicación exclusiva gana la mitad, es decir, quince mil bolívares (Bs. 15.000,oo), el director de un hospital cobra siete mil ochocientos cuarenta y cinco (Bs. 7.845,oo) y un profesional universitario de la administración pública percibe apenas cinco mil doscientos cincuenta y un bolívares (Bs. 7.251,oo)(El Nacional, 29-10-2014).
Pero también hay otro hecho discriminatorio: los aumentos sólo privilegian a altos oficiales (Rocío Sanmiguel, La Razón, 02 al 09-11-2014), y aún así un sargento gana más que un médico rural. Mientras tanto, la corrupción, al igual que en el resto del tejido del Estado venezolano, sigue creciendo puertas adentro de la institución militar.
Lo grave parece ser que estos aumentos han sido una constante desde 1999. Un estudio publicado en el periodicolibertario.blogspot.com (30-10-2014) sobre la materia llegó a la conclusión de que en todo este tiempo los altos jefes militares “han gozado 505 por ciento de aumentos salariales”. Así, por ejemplo, entre 1999 y 2003 recibieron aumentos por el orden del 30% cada año. En 2003, 50% y 60%. De 2005 a 2009, 30%. Entre 2010 y 2011 el aumento fue del 90%. Y en 2012, 40%.
Mientras tanto, la vida es cada día más difícil para los venezolanos de menores recursos. El sueldo mínimo es de Bs. 4.251 y la canasta básica ya llegó a Bs. 25.385,96, mientras que hace un año costaba Bs. 11.631,87, según cifras del Cendas (El Nacional, 29-10-2014). Quiere decir que hoy se requieren seis sueldos mínimos para adquirirla, porque la inflación en alimentos llegó al 90 % hace rato, mientras que la escasez se acentúa cada día.
Sin embargo, en medio de esta descomunal crisis económica y social, el régimen no toma correctivos eficaces, no cambia su modelo económico e insiste en medidas odiosas y excluyentes, mientras el resto de los venezolanos hace milagros para satisfacer sus necesidades elementales.       
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 04 de noviembre d 2014.