lunes, 3 de junio de 2013

LA FARSA SOCIALISTA
Gehard Cartay Ramírez
Dos noticias, aparentemente frívolas, acaban de aparecer en los medios: una hija de Mao es una de las multimillonarias más ricas de China y un hijo de Fidel Castro se asocia con empresas capitalistas extranjeras para construir varios campos de golf en Cuba, a fin de promover el llamado “turismo de lujo”.
Dos noticias que revelan, una vez más, el fracaso del socialismo como sistema económico y social. Por supuesto que ya eso lo sabemos desde hace tiempo. La extinción de la otrora poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus países aliados de Europa Oriental, a partir de 1990, y la subsiguiente entrada de China al sistema económico capitalista, sin dejar de lado su condición de país comunista en lo político, son la mejor demostración al respecto.
Se comprueba así que el socialismo como sistema político económico y social ha sido siempre una farsa histórica, incapaz de generar el acceso a una sociedad igualitaria, participativa y comunitaria, como la imaginaron algunos de sus teóricos más eminentes. Esta definición romántica y feliz no pasa de ser una simple entelequia y una utopía inviable, en el mejor de los casos.
En la práctica, por el contrario, el socialismo ha terminado siendo un sistema totalitario e inhumano, creador de opresión y de pobreza, con centenares de millones de muertos por tales causas, como lo han demostrado sus ensayos soviético y chino, y que ahora exhiben países anacrónicos como Corea del Norte y Cuba, los únicos que hoy se definen como socialistas, apartando otras experiencias tragicómicas que dicen ser tales, como el caso de Venezuela.
No hay que olvidar, por cierto, que socialistas también fueron los regímenes del nazismo alemán y del fascismo italiano en la primera mitad del siglo pasado, actores fundamentales de la II Guerra Mundial y de la catástrofe que aquella significó. El partido nazi de Adolfo Hitler se denominaba Partido Nacional Socialista de los Trabajadores de Alemania (NSDAP: Nationalzocialistische Deutsche Arbeiterpartei). Por su parte, Benito Mussolini, creador y máximo líder del fascismo, provenía del Partido Socialista Italiano. Ninguno de ellos abjuró de su credo socialista y hasta su muerte se definieron como tales.
Esas experiencias socialistas, aparte de trágicas y genocidas, hoy se encuentran en el basurero de la historia. No hay habido ni hay una sóla experiencia histórica que diga lo contrario. Todas han fracasado y las que aún existen están en camino de extinguirse.
Su fracaso obedece a que quienes han pretendido instaurar el socialismo lo han hecho desde el totalitarismo y la dictadura política y económica. Siempre han consolidado al Estado como único poder, con un solo partido y una hegemonía que pretende convertir a los ciudadanos en simples peones, sin derecho a opinar de manera diferente y de promover su propio crecimiento personal en todos los órdenes. Así han liquidado la dignidad de la persona humana, la libertad y el pluralismo.
En lo económico priva la misma concepción: el Estado dirige y planifica la economía y es el dueño absoluto de los medios de producción y de los servicios. Así es como impide la iniciativa personal de los ciudadanos, al negarle derechos humanos fundamentales como la propiedad privada y su libre decisión para dedicarse a la actividad económica de su preferencia.
En esta materia, el resultado siempre ha sido el mismo: quiebran las empresas estadales, porque no le duelen a nadie, no hay libre mercado ni competencia y, subsiguientemente, al no haber producción surgen la escasez y el desabastecimiento, el hambre y la miseria. Conclusión: la economía se muestra incapaz de satisfacer las necesidades elementales de los seres humanos. Por eso, se acabó la URSS y los chinos abandonaron la economía comunista y se pasaron al libre mercado. Nadie niega que a estos últimos le va mucho mejor ahora.
Por cierto que Cuba, próxima a salir de esta pesadilla, ya reconoce algunas formas de propiedad privada y de iniciativa económica personal. Desde hace algún tiempo se abrieron a la inversión privada internacional, especialmente de capitales estadounidenses y españoles, lo que niega el mito del famoso “embargo”, y preparan la transición a la economía de mercado, pretendiendo -al estilo chino- mantener su dictadura comunista en lo político. Pero como seguramente ocurrirá con los chinos, a los cubanos tampoco les será posible separar una y otra cosa. Vendrá entonces la libertad política, es decir, la democracia tanto en China como en Cuba.
Solamente a mentes ávidas de poder y de riqueza mal habida -como las que ejercen el poder en Venezuela desde 1999- se les puede ocurrir meternos en el túnel del socialismo a estas alturas, cuando ha sido una tragedia histórica y ha fracasado en todas partes. Pero lo intentan, y todo ello porque pretenden aún imponernos una tiranía para permanecer en el poder por siempre. Pero, al igual que las demás dictaduras, esta, incipiente aún, también caerá.
¿Le puede entonces extrañar a alguien que la hija del líder comunista Mao Tse Tung sea hoy una multimillonaria capitalista en China y que el hijo del dictador cubano se haya convertido en inversionista en campos de golf para promover el llamado “turismo de lujo” en su país?


(LA PRENSA de Barinas - Martes, 04 de junio de 2013)