LA REVOLUCIÓN CUBANA, SESENTA AÑOS DESPUÉS: UN FRAUDE
HISTÓRICO
Acaban de cumplirse
el pasado primero de enero sesenta años de la entrada de los guerrilleros de
Fidel Castro a La Habana.
Extrañamente, el
suceso no ha sido destacado por ningún bando, ni el que lo apoya –cada vez más
reducido–, ni aquel que lo rechaza, ahora mucho más extenso que en sus inicios.
Una dictadura familiar y opresora por más de 60 años... |
Por desgracia, desde
que el castrocomunismo asumió allí el poder siempre ha habido una relación entre
nuestros dos países. En los años sesenta, Fidel Castro y su régimen
encandilaron a un sector izquierdista de la juventud venezolana, provenientes
del PCV y de AD, luego convertido en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), que pretendió imitar la guerrilla
castrista triunfante en Cuba dos años antes. Pero aquí aquella aventura
fracasó, como era de esperarse.
Aquella fue una experiencia trágica, un error lamentable, como lo han
reconocido posteriormente casi todos sus actores principales. Y ello, además de
las ya señaladas, por otras dos circunstancias: 1) Sus promotores no conocían a
profundidad la guerra de guerrillas, su instrumentación y organización. Nunca
se prepararon para adelantarla más allá del romanticismo de la mayoría. 2)
Nunca contaron con el apoyo de una población que, por el contrario, los
percibía como un puñado de aventureros violentos y terroristas, pero nunca como
una alternativa al régimen democrático.
Sin embargo, en su
momento, otro sector de la juventud venezolana se opuso al castrocomunismo y
sus agentes guerrilleros en Venezuela. Lo liderizó la Juventud Revolucionaria
Copeyana (JRC), que nunca se sintió encandilada por aquel fenómeno de moda, ni
tampoco creyó -ni ha creído en estos sesenta años- que la llamada Revolución Cubana
trajera consigo algo positivo al pueblo de Cuba.
AD no tuvo entonces ninguna participación
importante en aquella lucha. La razón era obvia: el partido eje de gobierno se
había quedado sin cuadros juveniles al desertar con el MIR la mayoría de ellos.
Correspondió entonces a los jóvenes socialcristianos la dura tarea de defender
al gobierno democrático de Betancourt en los sectores estudiantiles y
universitarios, y al escudar aquella gestión lo que defendían -en realidad- era
nada más y nada menos que a la naciente democracia frente a la embestida
insurreccional alentada y dirigida por comunistas y miristas, librada no sólo
desde las guerrillas o mediante acciones terroristas, sino también desde liceos
y universidades.
Hoy se puede
afirmar, sin hipérbole alguna, que la democracia de esos días ya lejanos le
debe mucho a la hidalguía, el coraje y la convicción de los jóvenes copeyanos
de entonces. Porque, ciertamente, si no hubiera sido por la lealtad de las
Fuerzas Armadas y de Copei, cuya vanguardia en los momentos más dramáticos fue
precisamente la JRC ,
aquel difícil ensayo -que en lo fundamental obviamente sostuvo la entereza de
Betancourt- hubiera naufragado en medio de las complejas circunstancias en que
se desarrollaba. El apoyo de los socialcristianos amplió la base popular que
sostenía al régimen, junto al respaldo del partido de Betancourt, a pesar de su
división interna y del desgaste sufrido en ese quinquenio.
El castrocomunismo ha convertido a Cuba en una isla-cárcel de su pueblo. |
Por eso hoy, cuando
algunos dicen que se sienten engañados por haber apoyado la Revolución Cubana,
los jóvenes socialcristianos –antes y ahora– pueden sentirse orgullosos de
haber combatido en todos los terrenos esa perversión histórica.
La Juventud Revolucionaria Copeyana nunca creyó en la farsa de la Revolución Cubana, ni siquiera cuando estaba de moda y encandilaba a no pocos ingenuos. |