lunes, 8 de octubre de 2012

Verdades
UNA Y OTRA VENEZUELA
 Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

Eso fue lo quedó claro, una vez más, este domingo siete de Octubre.
Hay una Venezuela que inexplicablemente apoya un régimen anacrónico y destructor del país, y otra que apuesta por un país moderno, plural y civilizado. Hay una Venezuela atada a un proyecto autoritario y caudillista, propio de nuestro peor pasado, y otra que viene luchando por incorporar al país a la modernidad plena.
Este domingo se impuso la primera, de acuerdo con los resultados oficiales del CNE. Una mayoría de electores han preferido continuar con lo que ha sido hasta ahora un régimen nefasto desde todo punto de vista, en lugar de haberse decidido por el cambio que requerimos para alcanzar el progreso y el bienestar para todos, algo que nos ha negado sistemáticamente durante largos 14 años el régimen del presidente reelecto el siete de octubre pasado.
Por desgracia, se ha impuesto -una vez más- la Venezuela clientelar, esa que vive de las ubres del Estado venezolano sin reparar el descomunal daño que le viene ocasionando al país del futuro, es decir, a sus propios hijos. Por desgracia, es la misma Venezuela clientelar que no aspira mejorar su calidad de vida en general, sino que se conforma con recibir las migajas que caen de la mesa donde se harta la cúpula corrupta del régimen, mientras destruye nuestro futuro.
Gracias a esa Venezuela absurda, el país continuará hundiéndose en los próximos años. Por eso, hoy nadie, ni siquiera esa Venezuela masoquista que votó por el continuismo, puede tener esperanza alguna en que el régimen reelecto pueda cambiar las cosas para bien de todos. Ya hay señales de que el presidente reelecto no va a rectificar en lo más mínimo, sino que -todo lo contrario- se siente ahora autorizado para continuar su tarea de destrucción nacional.
Por eso, nadie en su sano juicio puede creer seriamente ni siquiera en las promesas de última hora que hizo el candidato reelecto (la de que iba ser un “mejor” presidente y que su régimen sería más “eficiente”, etc., etcétera) para atraerse algunos votos de su periferia electoral. Lo que dijo la noche del domingo, una vez conocidos los resultados, fue el mismo discurso de confrontación y polarización, la misma cháchara violenta y altanera, el mismo aire de exclusión y autoritarismo. Vienen, por lo visto, seis años más de lo mismo, lo cual no significa otra cosa sino que continuaremos rodando por el barranco, tal como sucede desde 1999.
Nadie entonces puede esperar cambios positivos. Quienes apoyaron el continuismo han decidido que nada cambie y que todo siga igual, aunque la mayoría de ellos, a la postre, sean los más perjudicados, al convertirse en “instrumentos ciegos de su propia destrucción”, como lo advirtiera en su momento la palabra profética del Libertador.
Nadie puede esperar que el régimen rectifique. Ya su jefe anunció también que su proyecto cuenta con el aval de las mayorías y que, por tanto, lo profundizará. Y esto es muy grave, porque tampoco nadie podrá acusarlo de haber usurpado la voluntad popular para imponer sus propósitos neo totalitarios y autoritarios.
Lo mismo pasó -guardando las distancias del caso- con Mussolini y Hitler cuando tuvieron apoyo popular. Se sintieron entonces “guapos y apoyados” y, por esto mismo, llevaron a sus países a la destrucción y el odio. Años después, algunos historiadores, si bien no los exoneraron por sus crímenes de lesa humanidad, advirtieron sin embargo que no sólo ellos fueron los culpables, sino también quienes los apoyaron electoralmente.
Algo parecido ocurrió también con Perón en Argentina. Aquel caudillo populista y demagogo tuvo un fuerte respaldo popular y prevalido de ello puso a una Argentina entonces desarrollada y próspera en el camino de la destrucción. Casi setenta años después, los argentinos siguen sumidos en una irreversible crisis, profundizada por su recurrente adicción al populismo y la demagogia de sus líderes mediocres y corruptos.
Venezuela parece haberse embarcado en una aventura similar. Lo digo con pesar, aunque quede a salvo nuestra responsabilidad personal y la de millones de compatriotas que hemos combatido desde el primer momento a este régimen de destrucción nacional. Lamentablemente, ni siquiera podemos decir “allá ellos con su responsabilidad histórica” por lo que respecta quienes reeligieron al actual presidente. Y lo afirmo porque, a fin de cuentas, las consecuencias negativas de su actitud nos van a perjudicar a todos por igual.
Pero no se trata en modo alguno de renunciar a la lucha por una Venezuela mejor. Todo lo contrario. Ahora es cuando debemos renovar nuestro compromiso al respecto, sin pesimismos de ninguna naturaleza, aunque con más realismo y trabajo que antes.
Lo último que podríamos hacer, y no nos lo perdonarían las generaciones futuras, es entregarnos ahora y no combatir por el país que queremos y merecemos. Vamos a seguir en esa lucha, donde todos somos importantes -aunque nadie imprescindible-, donde todos cabemos, no importa la generación a la que se pertenezca, porque esta no es una empresa de ningún sector en particular, sino de todos aquellos que se sientan llamados a adelantarla.

LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de octubre de 2012