HUMILLADOS, ENGAÑADOS Y
MALTRATADOS
Gehard Cartay Ramírez
Así mantienen la incapacidad,
perversidad e indolencia del régimen a la gran mayoría de los venezolanos.
Los mantiene humillados,
porque un pueblo como el nuestro, dueño de un país que ha sido inmensamente rico,
hoy está sumido en la pobreza, la miseria y el desamparo por culpa de una
cúpula corrupta e incapaz que ha producido todo este desastre y hoy no es capaz
de revertirlo.
Los mantiene humillados,
porque no hay razón alguna para que los venezolanos suframos este infierno,
teniendo, como tenemos, perfecto derecho a vivir en un país mejor. La
Providencia nos dotó de excepcionales condiciones naturales: gente laboriosa e
inteligente, riquezas de todo orden (petroleras, mineras, acuíferas, ferrosas,
tierras fértiles, clima privilegiado), ubicación geográfica ventajosa y
accesible, así como otras ventajas de diverso orden.
Y, sin
embargo, el régimen que nos acogota desde hace ya 17 largos años, en lugar de
aprovechar todas estas condiciones extraordinarias para seguir la senda del
desarrollo y progreso por donde venía transitando el país en las últimas
décadas, las ignoró de manera criminal, dilapidando y arruinando la más
importante de todas: nuestra riqueza petrolera. Pudo haberla seguido sembrando
-como aconsejaba Uslar Pietri-, es decir, multiplicándola en agricultura
rentable y en industrias prósperas que produjeran para consumir aquí y exportar
al exterior, creando millones de empleos, viviendas, hospitales, universidades,
escuelas y toda una infraestructura física para mejorar nuestra calidad de
vida. Por desgracia, no lo hizo. Prefirió dilapidarla, regalarla y hasta
robársela.
El régimen, aparte de
humillarlos, también mantiene engañados a los venezolanos, porque les miente
como si todos fueran estúpidos. La mentira intragable de “la guerra económica”,
por ejemplo, es un insulto a nuestra inteligencia. Y es que pretender
convertir en verdad una colosal mentira como esa para “justificar” el fracaso
de las políticas económicas intervencionistas y estatistas al estilo
castrocomunista, sólo retrata el inmenso desprecio que la cúpula podrida
madurista siente por nuestro pueblo.
Los mantiene engañados, porque
no les ha dicho la gravedad de la gigantesca crisis que nos envuelve y que cada
vez será mayor. En lugar de sincerarse ante los venezolanos, la cúpula chavomadurista
oculta la verdadera dimensión de la actual catástrofe, intentando “correr la
arruga” hasta las elecciones parlamentarias, si es que no las terminan
suspendiendo ante la inminente derrota que les va a propinar la justa
indignación popular que han provocado.
Y los mantiene engañados,
porque el régimen no termina de aceptar su responsabilidad como único autor de
toda esta debacle económica, social y política, al mantener un proyecto de
destrucción nacional que debería dejar de lado, al igual que su cúpula también
debería ya haber abandonado el poder, si en verdad tuvieran un poco de respeto
y consideración por los venezolanos. Sin embargo, han hecho todo lo contrario: se
aferran al poder como garrapatas, culpan a la oposición, al imperialismo y todo
cuanto no sean ellos de todos los males, mientras continúan arruinando a
Venezuela y su pueblo, así como a las generaciones futuras.
El régimen, aparte de
humillarlos y engañarlos, también maltrata
a los venezolanos, al condenarlos a sufrir los estragos de la carestía, el
desabastecimiento y la escasez de comida e insumos básicos, gracias a que el
chavismo en el poder desde el primer día se dedicó a destruir el aparato productivo
nacional. Por esa razón, hoy los venezolanos son obligados a hacer larguísimas
colas -bajo el sol o la lluvia- para intentar comprar la escasa comida y los
pocos artículos de primera necesidad que puedan conseguirse, todo lo cual
desnuda la inescrupulosidad y la insensibilidad de la cúpula podrida que manda,
ahíta de dinero, lujos y comida, mientras nuestro pueblo llano sufre el
maltrato de horas y horas de sacrificio para adquirir algo de comer.
El régimen también los
maltrata al no hacer nada para detener la matanza que, desde 1999, ha acabado
con la vida de más de 300.000 venezolanos a manos de la delincuencia. Los
maltrata al no cumplir con su primera obligación, que no es otra que garantizar
el respeto a la vida de nuestro pueblo. Y si no es capaz de defender el primer derecho
humano, no podemos esperar que garantice los demás. Por eso, Venezuela es hoy
un Estado fallido, tal como lo argumentamos aquí semanas atrás.
Por desgracia, en lugar de
rectificar y resolver los gravísimos problemas que ha creado su proyecto castrocomunista,
el régimen chavomadurista sigue hundiéndonos a todos en esta gran debacle
nacional, que también, al final, terminará enterrándolos a todos ellos, como si
de una maldición bíblica se tratara. Porque, en verdad, luego de tanto mal a
nuestro pueblo, no pueden esperar otra cosa de la justicia divina.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 25 de agosto de 2015