jueves, 13 de septiembre de 2012

Verdades
EL AUTÉNTICO ÁRBITRO ELECTORAL
Gehard Cartay Ramírez
gehardcartay@gmail.com@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com

El auténtico árbitro electoral este siete de octubre no es el CNE, sino el pueblo venezolano.
Y esto hay que tenerlo muy claro. Porque vamos a ser los venezolanos los únicos que arbitraremos y decidiremos la elección del nuevo Presidente de la República, y no el cenáculo cerrado y obsecuente frente al régimen en que hoy, lamentablemente, ha degenerado el Consejo Nacional Electoral.
El CNE está obligado a ser, conforme la ordena la Constitución Nacional, el Poder Electoral del país. Por desgracia, hoy es una marioneta manejada a su antojo por el jefe del régimen y su cúpula podrida. Sus cuatro rectoras son fichas del PSUV e incondicionales del jefe único del régimen, que las puso allí. Por eso, hemos visto el vergonzoso papel que vienen cumpliendo para garantizarle una aberrante impunidad al candidato eterno a presidente vitalicio, mientras sanciona por cosas verdaderamente estúpidas a Henrique Capriles Radonski, el candidato de las fuerzas democráticas.
Los abusos del CNE, por tanto, no pueden ser silenciados ni aceptados de ninguna manera. Así, por ejemplo, el celestinaje vergonzoso que ha mostrado al favorecer el uso y abuso corrupto y ventajista del patrimonio público a favor del candidato oficialista es, sin duda alguna, de una gravedad nunca antes vista. Se trata del acto de peculado y corrupción más grande que registra la historia venezolana, ante el cual, repito, el CNE no ha hecho otra cosa que demostrar complicidad y complacencia.
No menos indignante ha sido la parcialización del CNE frente a los abusos criminales del régimen cuando utiliza los medios de comunicación del Estado venezolano a favor del candidato eterno a presidente vitalicio, sin vergüenza y con el mayor desparpajo y cinismo. Las interminables cadenas de radio y TV para que el Gran Hablador haga su campaña electoral al amparo del presupuesto del Estado, nunca han sido censuradas y menos sancionadas por el CNE. Tampoco se ha ocupado de prohibir –como lo manda la ley- la inmoral utilización de la televisión y la radio oficiales para insultar, calumniar y ofender a Capriles Radonski, a quien, además, el régimen le niega los espacio a los que tiene perfecto derecho en esos medios de comunicación públicos.
También ha habido otros igualmente graves, tal como el de no aceptar observadores internacionales, a menos que sean los de UNASUR, esa suerte de sindicato de presidentes amigotes y chulos de fuhrer de Sabaneta. Claro, estos últimos apañarán las irregularidades y abusos de su compinche venezolano, algo que no harían los observadores de la OEA y la Unión Europea, por ejemplo, a los cuales se les ha negado la condición de observadores.
En esta materia, amigo lector, no podemos ser ingenuos. Al CNE hay que ponerlo en su sitio y denunciar todas sus marramuncias y abusos, así como sus incontables violaciones a la Constitución Nacional y las leyes. No podemos permanecer mudos y cruzados de brazos ante tantas tropelías suyas. Tampoco podemos aceptar el chantaje –que algunas veces repiten ciertos opositores comeflores- de que criticar al CNE “estimula el abstencionismo y contribuye a crear dudas sobre la confiabilidad del voto”.
 Y vamos a estar claros al respecto. Una cosa es el CNE como organismo electoral, y otra –muy otra, por cierto- es el mecanismo electoral que permitirá el sufragio universal, directo y secreto, mediante el cual elegiremos al nuevo presidente este siete de octubre. Por tanto, el primero poco tiene que ver con el segundo… ¡siempre que los opositores estemos alertas en las mesas y no nos dejemos atropellar por los adversarios, ni permitir operaciones irregulares y fraudulentas!
Al CNE le corresponde recibir las actas de todas las mesas y totalizarlas, con lo que finaliza el proceso al anunciar los resultados finales. Pero es en las mesas de votación donde se cumple casi todo el proceso electoral, especialmente los actos más importantes como lo son la votación y el escrutinio.
Afortunadamente, el CNE no contará los votos este siete de octubre, sino que se escrutarán en las mesas. En cada una de ellas, sus miembros deben auditar las actas de las máquinas de votación, cuyos resultados tienen ser exactamente los mismos que arroje el conteo manual de las papeletas donde consta cómo fue nuestro voto, y que cada uno de nosotros depositará en una caja aparte, luego de votar.
Por consiguiente, será en las mesas donde hay que defender y hacer respetar, cueste lo que cueste, la voluntad popular que elegirá al nuevo presidente de la República. Por eso mismo, será el pueblo venezolano el único árbitro electoral, y no el CNE, que, como se ha visto, ha renunciado a su papel arbitral, al favorecer al oficialismo durante la presente campaña electoral.

La victoria debe ser abrumadora
No podemos, entonces, confiarnos de ninguna manera y menos frente a las bellaquerías de la cúpula del CNE.
Ya en otras dos ocasiones anteriores pudimos derrotar al régimen y a sus fichas en el organismo electoral. Así fue durante el referendo revocatorio de 2008 y luego en las elecciones parlamentarias de septiembre de 2010. En ambas ocasiones, el CNE tuvo que aceptar los resultados electorales, entre otras cosas, por la abrumadora ventaja que obtuvo la oposición al rechazar las reformas constitucionales propuestas por el jefe del  régimen y luego en el voto popular para la elección de la Asamblea Nacional, donde también fueron derrotados los candidatos oficialistas.
Lo que nos enseñan ambas victorias es que estamos obligados a derrotar por paliza al candidato vitalicio a presidente eterno. No puede ser de otra manera. La diferencia debe ser sustancial, para evitar cualquier absurda pretensión oficialista por desconocer el triunfo de Capriles Radonski como nuevo presidente. Y, desde luego, para que el CNE adopte la actitud que está obligado a adoptar y anuncie a tiempo la victoria del candidato de las fuerzas democráticas. 
 Ojalá estemos a la altura de tal desafío. Nuestros hijos y sus hijos también nos lo agradecerán en su momento.

 LA PRENSA de Barinas  - Martes, 11 de septiembre de 2012.